Ética y ciencia
13 de abril de 2012Los científicos inmunólogos Ron Fouchier, de la Universidad de Rotterdam, y Yoshihiro Kawaoka de la Universidad de Wisconsin llevaron a cabo dos estudios separados financiados con fondos estadounidenses sobre el peligro de una posible mutación del virus de la gripe aviar H5N1. Ambos llegaron a la conclusión de que tal mutación podría darse fácilmente, y lo más importante: es posible desarrollar artificialmente un supervirus altamente contagioso. Fouchier incluso lo logró llevar a cabo, experimentando con hurones.
Pero sus avances provocaron una reacción inesperada de la comunidad científica estadounidense: han accedido a la solicitud del Comité Asesor de Bioseguridad del Ministerio de Salud de EE.UU. de mantener en secreto parte de las investigaciones para evitar dar a posibles terroristas las claves para la producción de este patógeno.
¿Precaución o censura?
¿Es esta una medida adecuada? En Alemania, la Hochschulverband, la Asociación de Profesores Universitarios, habla de “censura”, a pesar de que las razones para hacerlo son legítimas. No es una pregunta fácil, opina el Profesor Dieter Sturma, director de, Centro Alemán de Referencia para la Ética en las Ciencias de la Vida (DRZE). Se deben sopesar dos cuestiones esenciales: la libertad de investigación y el derecho de la gente a la salud y a la seguridad pública. “Puesto que la libertad de investigación también debe garantizar la el libre acceso a esta investigación: a terapias, a vacunas y similares", afirma el profesor.
Y es que, volviendo al caso principal, sólo cuando los médicos conocen las posibles mutaciones de un virus, pueden desarrollar métodos para combatirlas. Pero con ello también aumenta el riesgo de que este conocimiento acabe en las manos equivocadas.
Y la autoridad, ¿en manos de quién?
También causa conflicto la cuestión de quién puede decidir qué partes de una investigación pueden ser expuestas públicamente. Hasta ahora, en la ciencia se aplicaba el principio del autocontrol. Pero no todos los científicos se atienen a ello, según Sturma: “Otros mecanismos serían procesos de regulación, pero no tienen alcance internacional. Por tanto, se deberían crear rápidamente una serie de nombramientos internacionales. No obstante, me parece que sería muy difícil desde el punto de vista técnico.”
Y es que actualmente se pueden controlar los acuerdos internacionales para evitar la proliferación de armas nucleares, pero esto no funciona así en el caso de los resultados de investigaciones científicas sobre virus mutados, destaca el doctor Bert Heinrichs, director del departamento científico del DRZE: “La ciencia se puede transmitir cada vez más fácilmente. Y esto, naturalmente, lleva a la pregunta fundamental: ¿se nos está permitido restringir la ciencia de esta misma forma? No tendría sentido el crear una autoridad de exportaciones de ciencia: no sería sino un tipo de censura.”
La respuesta: autorrestricción
Por ello, según Heinrichs, el problema debería resolverse dentro de la comunidad científica. El doctor señala que ya existen dentro de la investigación restricciones éticas que se autoimponen los científicos: “Y funcionan bien. Piensen en la investigación en seres humanos. O en la investigación en animales, como por ejemplo primates, que al menos en Europa ya casi no se practica.”
A final de cuentas, son los científicos los que deben sopesar qué consecuencias tendrá la publicación de sus investigaciones, aduce el profesor y filósofo Sturma: “En general no se puede decir que, siguiendo el principio de la libertad de investigación, se pueden presentar todos los resultados indistintamente. Esta libertad de investigación no carece de fronteras; simplemente no debe ser restringida de ninguna manera.”
Autor: Fabian Schmidt / lab
Editora: Claudia Herrera-Pahl