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Sociedad

Ningún sistema es permanente, a 30 años de la caída del Muro

Linda Vierecke
8 de noviembre de 2019

Solo ahora, 30 años después de la caída del comunismo, según Linda Vierecke, nos damos cuenta de lo brutal que fue el cambio para el pueblo de Alemania Oriental. Su generación puede construir puentes hoy en día.

Deutschland, Brandenburger-Tor, Berlin, Mauer, Grenztruppen 1989
Imagen: picture-alliance/G.Schaefer

Imagínese que de un día para otro, toda su vida cambia: su trabajo ya no existe. Sus habilidades ya no son necesarias. Repentinamente los valores de siempre son diferentes. Sus amigos se van de donde viven porque ya no hay trabajo. Su red social se desintegra.

Hoy en día, a menudo me pregunto qué me provocaría un cambio así. Mi padre tenía 36 años cuando cayó el Muro de Berlín, en 1989. Tenía la misma edad que tengo yo ahora. Era físico de profesión y trabajaba en una fábrica de acero. Y después de la caída del Muro, nunca volvió a encontrar un trabajo de verdad.

Todas las familias del Este tienen una historia similar

Linda Vierecke, periodista de DW.Imagen: DW

Soy de la opinión de que es solo hoy que empezamos a comprender lo masiva que fue esta transición para la gente de Alemania del Este. Todas las familias del este tienen este tipo de historias: de hombres y mujeres que perdieron sus empleos, de docenas de cursos de capacitación que debieron hacer, y nuevas cualificaciones que debieron adquirir. Familias que fueron a trabajar a Occidente, y otras que se quedaron. El alcohol que llenaba ciertos vacíos. Y nosotros, los niños que crecimos en un sistema en el que nuestros padres no podían darnos ayuda ni un círculo social.

Ésta es una cifra que siempre me sorprende: ¡la tasa de natalidad después de la caída del comunismo se derrumbó en un 50 por ciento en el este! Más fuerte que en la época posterior a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial.

Y sin embargo, durante mucho tiempo los políticos han pretendido que era solo cuestión de tiempo para que desaparecieran las diferencias entre Oriente y Occidente. Pero esto no es así, a pesar de los 1,6 billones de euros de ayuda estatal que desde entonces han llegado al Este.

Hasta el día de hoy, las diferencias entre el Este y el Oeste de Alemania se ven en las cifras: En promedio, la gente en el este sigue ganando un 17 por ciento menos. Mi madre ha sido maestra durante 43 años, sin embargo, su pensión será considerablemente más baja que la de un profesor en el oeste de Alemania. Me parece injusto. Por cierto, también para mi generación, que puede esperar mucho menos apoyo financiero de sus padres.

Escasos puestos ejecutivos para alemanes del este

Estas cifras también me parecen devastadoras: Los alemanes orientales apenas están representados en los niveles directivos de Alemania. Solo el 1,7 por ciento de los puestos de trabajo ejecutivos están ocupados por alemanes del este. Jueces, rectores de universidades, secretarios de Estado: cuando se toman decisiones, los alemanes orientales no tienen voz ni voto. Incluso en Alemania Oriental, la mayoría de los responsables de la toma de decisiones siguen siendo los alemanes occidentales, 30 años después de la caída del comunismo. Una clase alta de Alemania Occidental domina el este.

Muchas experiencias positivas de la ex RDA también han sido poco apreciadas o simplemente desconocidas. Un ejemplo: mi madre siempre trabajó, como todas las mujeres que conocí. Tener hijos y trabajar, realizarse por sí mismo, eso era y es algo natural para mí. Mis amigas de Alemania Occidental suelen carecer de este ejemplo. Pero cuando a principios de este año se celebraron los "100 años del sufragio femenino", las mujeres emancipadas de la RDA apenas fueron mencionadas.

¿Qué queda del Muro de Berlín?

09:07

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Atención a las experiencias del Este

Solo ahora, 30 años después de la caída del Muro de Berlín, los resultados de las elecciones nos obligan a volver a examinar con más detenimiento las vivencias del este. Los alemanes orientales también votan de forma diferente: en este caso, el partido populista de derecha AfD es dos veces más fuerte que en el occidente. Soy la última persona que quiere darle justificación, porque no la hay, para el racismo y la exclusión. Pero el sentimiento de no ser parte de la sociedad no puede ser descartado. Y si no queremos que regiones enteras se separen, debemos tomar cartas en el asunto: promover regiones estructuralmente débiles y, finalmente, ajustar los salarios. Asimismo, implementar cuotas que compromentan a las empresas a promover a los alemanes orientales y, sobre todo, para hacer todo lo que esté a su alcance para preservar la unión social.

Pero más que concesiones políticas, me gustaría que el oeste alemán tuviera un interés honesto en en el este: en las experiencias, en las rupturas, en las historias posteriores a la reunificación y en los sentimientos de hoy.

¿Y para mi generación? Nacida en 1982, pertenezco a la tercera generación del este alemán, somos los "Wendekinder”, los hijos de la reunificación alemana. Si algo hemos aprendido es que ningún sistema es permanente. Tenemos que cambiar constantemente y tenemos que llevar a todos con nosotros. Llamémoslo competencia de transformación, que no deja de ser importante incluso hoy en día, mientras vivimos el cambio digital. Ahora estamos en la edad ideal para asumir responsabilidades. ¿Cuándo empezamos?

(ee/cp)

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