El Salvador, a 34 años del asesinato de monseñor Romero
22 de marzo de 2014 El 24 de marzo de 1980, el asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Arnulfo Romero, marcó el inicio de una cruenta guerra civil que se extendió hasta 1992. Defensor de los derechos humanos, optó por la solidaridad con la empobrecida gente de su pueblo. En una situación de alta represión por parte de agentes estatales y paramilitares con vinculaciones internacionales, la clara opción de monseñor Romero le costó la vida y lo convirtió en símbolo.
Tres décadas después, Arena, partido fundado por quien era jefe de inteligencia en 1980, enfrentaba al FMLN, el frente guerrillero que se convirtió en partido después de la firma de la paz y que había llegado al poder cinco años antes, con Mauricio Funes. Los reñidos resultados de la segunda vuelta electoral y que sean los mismos actores hacen temer que aquella bipolarización –que costó la vida a 75.000 salvadoreños– siga vigente.
¿Mismos actores, otro país?
“No es el mismo El Salvador. No es extraño a la vida de un país que haya diferentes tendencias e intereses económicos. No obstante, se puede mantener una discusión política de manera civilizada. La guerrilla de entonces se transformó en un partido político que ha participado en los procesos de cambio y que ha sabido gobernar municipalidades importantes. Y a partir de 2009 gobernó a nivel nacional”, explica a DW Erik Van Mele, coordinador el Programa América Latina de Oxfam Solidaridad, que lleva 22 años trabajando con el país centroamericano.
“La guerra civil fue un período muy violento; la gente que vivió esas atrocidades tiene claro que nunca hay que volver a vivirlo, que es lo peor que puede pasar a un país. El cambio operado en estos años es tremendo”, afirma Van Mele.
Avances sociales y violencia
“Los avances sociales de los últimos años han demostado que el partido de izquierda ha sabido gobernar, también haciendo concesiones. Y aunque el poder político haya cambiado y el económico no tanto, los actores económicos no son los mismos; hoy asistimos a su transnacionalización. La globalización ha impactado mucho. Y en este sentido sí es un garante de que no vamos a volver atrás”, dice Van Mele.
La disminución en las tasas de pobreza y la desigualdad, la cantidad de alimentos que se logra cosechar en el país, el apoyo a los niños en las escuelas con insumos nacionales son subrayados por el especialista de Oxfam Solidaridad como logros, si bien modestos, logros al fin.
Pero también están los altos índices de violencia. “La información que sale fuera del país crea la impresión de un país volcánico de violencia masiva en todo lugar y en todo momento”, cuenta a DW Vicente Garcés, eurodiputado conocedor del país centroamericano y que lo visitó durante la contienda electoral.
“Me consta que hay zonas donde la violencia se ha instalado. Sin embargo, creo que es más reactiva que propositiva, como fenómeno sociológico, que es una respuesta a unos gobiernos incapaces e injustos. A una pobreza estructural y a una forma de entender la relación entre las personas muy desencaminada”, analiza Garcés.
Retos sociales
Como fuere, “en El Salvador sigue habiendo un sistema de maquilas, con derechos laborales en donde hay mucho que mejorar; falta trabajo decente de verdad . En la salud, el sistema privado lo pueden pagar sólo gente tiene recursos, el público no tiene la misma calidad”, sigue Van Mele, destacando las tareas pendientes en la sociedad salvadoreña.
“Otro gran desafío son los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. A este respecto, uno de los problemas es que los sectores conservadores tienen demasiado poder en el país y todavía logran paralizar debates de temas tan delicados como el aborto”, añade Van Mele, subrayando el exagerado poder que siguen teniendo ciertos grupos, la prensa y las iglesias.
Deuda con la historia
Por último, con respecto a la revisión del pasado y la reconciliación nacional, el eurodiputado Garcés subraya la cuenta pendiente que existe con la historia y destaca la necesidad de que se reabra la investigación y se haga justicia. Que el saliente presidente Funes fuera el primero el reconocer la responsabilidad estatal en el asesinato de monseñor Romero, sería un indicio de que el gobierno del FMLN sería proclive a la revisión. “Si le dejan tiempo, se abre una época de esperanza para El Salvador”, opina Garcés.
“Reconocer las atrocidades cometidas es fundamental para una reparación verdadera. Se ha visto que sí es importante para poder cerrar el capítulo, no tapar los crímenes”, dice el experto de Oxfam que también detecta síntomas que permiten el optismo. “Aunque en las últimas elecciones hubo más tensiones y la cúpula del partido de derecha ha utilizado un lenguaje bastante peligroso llamando a la rebeldía, también a nivel armado, por suerte no prosperó.”, dice Van Mele. “No vamos a volver a la situación de hace 34 años”, concluye.