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A remate: cartas de amor del zar Alejandro II

PK26 de marzo de 2007

El zar ruso Alejandro II era llamado por su amante, mucho más joven, “pequeño cucú”. En Colonia se pusieron a remate atrevidas cartas que intercambiaron ambos.

Moscú a comienzos del siglo XIX, cuadro de Fjodor J. Aleksejew.Imagen: Staatliches kulturhistorisches Museum

“Donde las cartas adquieren un tono íntimo, los amantes escriben en ruso”, dice Joachim Haber, representante de la prestigiosa casa de remates “Venator und Hanstein”, de Colonia, Alemania, en entrevista con la radio DLF.

Aunque en realidad quiere expresar “muy íntimo”. Pues un carácter íntimo tiene cada una de las líneas de las cartas que Alejandro II ( San Petersburgo, 10 de marzo de 1845, Livadia, 1 de noviembre de 1894, zar de Rusia de 1881 a 1894) intercambió en francés con su amante, la princesa Ekaterina Dolgorukaia, casi 30 años menor que él.

“Los ocho días de abstinencia fueron insoportables”, escribe Ekaterina a su “pequeño cucú” Alejandro. “Pero hoy dormiremos juntos, como gatos, será dulce y divertido”.

Ekaterina creó incluso un eufemismo, “bingerles”, para designar el acto sexual. Es extraño tener en manos esos “afrodisiacos” no pensados para que los vieran terceros. Las cartas de Ekaterina –escritas con puño rápido, impulsivo y claro– desafían al amante:

“Espero que esta noche fluyamos por lo menos tres veces uno dentro del otro”. Alejandro, más controlado en sus textos, pero no menos apasionado, le contesta: “No necesito explicarte que nuestro bingerles me ha obsequiado, no menos que a ti, el apogeo del placer”.

Aristócrata emancipada

La joven aristócrata, por su parte, no sólo revela tener un alto grado de emancipación, sino también haber leído mucho: expresiones francesas como por ejemplo (traducido al español) “quiero beberte”, revelan que conocía los clásicos de la literatura erótica francesa (como los libros del marqués de Sade).

No puede extrañar entonces que esta mujer alcanzara prácticamente todo lo que se propuso: en 1870 se mudó al Palacio de Invierno y dio a luz tres hijos. Y llegó a dar a su casi marido –el propio zar se llama a sí mismo “petit mari”– consejos, también en cuestiones políticas.

En 1880, luego de la muerte de la zarina María Alexandrovna (Marie von Hessen-Darstadt, una princesa alemana), los amantes se casaron por la Iglesia. Pocos meses después, el activista político Ignacio Grinenviski, miembro de la organización clandestina Narodnaia Volia (Voluntad del Pueblo), hace explotar una bomba debajo de la carroza del zar.

Alejandro pierde las piernas y muere desangrado. La alta sociedad de San Petersburgo ve en ello “un castigo de Dios” por el “affaire” con Ekaterina, que se marcha a Niza con sus hijos, donde muere en 1922.

Varios miles de cartas

Como los amantes se escribían casi todos los días y la relación duró más de 14 años, existen varios miles de cartas sobre la relación. La mayoría fue comprada por la familia Rothschild, pero terminaron en los años 70 en el Archivo Estatal de Rusia, a cambio del archivo de los Rothschild, que los rusos se habían llevado a Moscú luego de la II Guerra Mundial.

Las cartas se cuentan hasta hoy entre los “documentos muy secretos”. En Rusia se estima que las alegrías del amor “dañan la imagen” del zar Alejandro, uno de los grandes reformadores en el trono ruso.

No obstante, a veces aparecen en Occidente una y otra vez cartas aisladas de las pruebas de amor del zar, como ahora en Colonia. Las cartas a remate de Alejandro tenían un precio de partida de 13.000, las de Ekaterina de 19.000 euros. Tanto dinero no les valieron a los coleccionistas los documentos. Las cartas fueron retiradas de remate, porque al final nadie se mostró dispuesto a pagar tales sumas. Mal para el vendedor, pero por otra parte, bueno para los amantes, que no merecen tanta falta de respeto.

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