Acuerdo europeo en defensa del clima
9 de marzo de 2007La cumbre de la Unión Europea logró abrir las puertas hacia una nueva dimensión de la política energética y climática. Así definió la canciller alemana el resultado del primer encuentro de gobernantes europeos que le correspondió presidir en Bruselas. Visiblemente satisfecha, Angela Merkel subrayó que la UE podrá asumir ahora con credibilidad una función de modelo: "ésta es una invitación para todos a abordar este problema extremadamente importante para la humanidad", indicó, aludiendo obviamente a potencias como Estados Unidos y China.
Merkel está satisfecha y no es para menos, porque la jefa del gobierno de Berlín ha salido airosa de su bautizo de fuego y cosecha ahora aplausos generales. Y, lo que es más importante, los acuerdos esta vez no se limitan a intenciones loables, sino que implican compromisos concretos y vinculantes.
Repartición de cargas
Con el acuerdo básico de reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 20% con respecto al nivel de 1990 hasta el año 2020 prácticamente en el bolsillo, los tira y aflojas se centraron en la propuesta alemana de incrementar en igual plazo la proporción de energías renovables a un 20% del total. La fórmula encontrada para desatar el nudo gordiano se remite a la clásica receta utilizada en el proceso de integración europeo: no establecer una meta igualitaria, aplicable a cada país, sino un tope para la UE en su conjunto, lo cual brinda márgenes de acomodo para los miembros.
La consigna de repartir en forma "justa y adecuada" las cargas es la llave maestra que permite que el engranaje europeo se mueva. Así, el documento contempla que se tendrán en cuenta las particularidades nacionales y las diversas situaciones de las que se parte en cada país. Con ello, se hace cargo por ejemplo de los reparos de países como Polonia, que produce mucha energía a base de carbón, o la República Checa, que argumenta que por su situación geográfica no puede recurrir en grande a la energía eólica. Claro está que aún falta llevar a cabo esa repartición de cargas, de manera que el trabajo pendiente también se perfila arduo.
La polémica energía nuclear
Francia, con su vehemente defensa de la energía atómica, también era un hueso difícil de roer. Sus intentos de convencer a la UE de las virtudes de dicha fuente energética, destacando sus bajas emisiones de CO2, no resultan sin embargo tan plausibles si se tiene en cuenta la gran cantidad de energía que debe gastarse previamente para enriquecer uranio y obtener combustible nuclear. Por eso resultaría inconsistente aceptar su idea de incluir la energía atómica en el cálculo. Angela Merkel lo dejó muy en claro: "la energía atómica no es una energía renovable".
No obstante, de lo que se trataba era de lograr fórmulas de consenso. Por este motivo, el texto toma nota de que a la energía nuclear le corresponde un papel que jugar, en vista de la creciente preocupación por la seguridad del abastecimiento energético y la reducción de las emisiones de gases que provocan el efecto invernadero. En consecuencia, se deja en manos de cada país la decisión de recurrir a ella. Sin embargo, en tal caso, se deberá mejorar la seguridad y buscar soluciones al problema de los desechos radioactivos.