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Al rescate del último territorio salvaje en Ruanda

2 de noviembre de 2010

Los bosques de la cuenca del Congo se mantienen sorprendentemente intactos. Pero las tensiones políticas amenazan a este ecosistema único. Proyectos que contemplan las necesidades de la población muestran sus frutos.

Vista espectacular: el Parque Nacional de Virunga, visto desde Ruanda.Imagen: CC/John & Mel Kots

El paisaje que se extiende a lo largo de los últimos kilómetros de la carretera que conduce a Gisenyi, la ciudad ruandesa fronteriza con la República Democrática del Congo, es impresionante. El monte Nyriagongo, con sus 3.400 metros de altitud, reina imponente sobre su entorno, incluida la vecina ciudad congoleña de Goma. El Nyriagongo es uno de los volcanes más activos del mundo. Hace apenas ocho años sepultó Goma con un torrente de lava.

Como si de estratos arqueológicos se tratara, los habitantes de la ciudad han edificado una y otra vez sobre la lava enfriada. Los volcanes son maldición y gracia al mismo tiempo: dejan a su paso suelo fértil que desencadena la lucha por las superficies cultivables en la región más densamente poblada de África. Por las pendientes del volcán se extienden los bosques del Parque Nacional de Virunga. La flora y fauna únicas de estos bosques montañosos de niebla son también el reino de los escasamente 700 gorilas de montaña que aún sobreviven.

Parque Nacional de Nyungwe, en Ruanda.Imagen: CC/Rachel Strohm

Pero la naturaleza no está sola. En 1994, tras el genocidio en Ruanda, cientos de miles de refugiados llegaron a Goma. Como la lava, este torrente humano también se ha solidificado. Hoy conviven aquí personas expulsadas de sus hogares con asesinos que se esconden de la justicia ruandesa. Algo, sin embargo, los une a todos: se trata de “personas desarraigadas que viven en un ecosistema extraño para ellos”, según Johannes Kirchgatter, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Alemania.

Debilitar a las mafias madereras

El problema más acuciante parece trivial a primera vista: ¿de dónde obtener la energía para cubrir necesidades básicas como cocinar y calentarse? Desde la llegada masiva de refugiados, la densidad de población ha crecido fuertemente y ya dobla la de países como Alemania. La única forma de energía disponible para el aproximadamente millón de personas que residen en la región es el carbón vegetal. Las violentas milicias activas en esta zona aprovechan la enorme demanda para financiarse. Se calcula que la tala ilegal de madera en los bosques del Parque Nacional de Virunga les proporciona unos 30 millones de dólares anuales. Acabar con este saqueo es prioritario.

Lo que se intenta es competir directamente con la mafia del carbón vegetal y ofrecer al mismo tiempo un mejor producto con valor añadido: el Fondo Mundial para la Naturaleza siembra árboles de rápido crecimiento fuera de la zona protegida y subvenciona la fabricación de hornos eficientes que necesitan hasta un 30% menos de combustible. Además, WWF forma guardabosques que persiguen a los leñadores ilegales. El proyecto muestra ya sus primeros éxitos: no sólo debilita financieramente a las milicias, sino que permite que los turistas puedan admirar de nuevo con seguridad a los gorilas.

Mafia maderera: las milicias se financian con la tala ilegal.Imagen: Karl Ammann, Rettet den Regenwald e.V.

Congo oriental: reto permanente para los ecologistas

Kirchgatter espera que el dinero disponible gracias a la Iniciativa Internacional de Protección del Clima del gobierno alemán pueda ser invertido no sólo aquí, sino en toda la cuenca del Congo. Los bosques del Congo oriental son la perla del corazón de África. Pero desde el punto de vista de la protección del medio ambiente, mucho más relevante es la enorme extensión de terreno -1,5 millones de kilómetros cuadrados- que se extiende hasta la costa del Océano Atlántico. Una superficie de selva relativamente intacta tan grande como Alemania y Francia juntas.

El Fondo Mundial para la Naturaleza, con la ayuda de la NASA, pretende determinar el año que viene qué porcentaje de estos bosques es efectivamente selva virgen. El sistema se denomina LIDAR: desde un avión, haces de láser y radar rastrean la superficie boscosa y elaboran un relieve. Con ello se obtienen informaciones sobre la espesura de las copas de los árboles e incluso sobre el porcentaje de clorofila presente en cada una de las especies. El LIDAR proporcionará datos fundamentales a WWF para dividir la cuenca del Congo en diferentes zonas: ¿qué áreas son bosques primarios y, con ello, especialmente dignas de protección? ¿Dónde hay superficies que pueden ser utilizadas por la población local?

Grandes metas para la conservación de especies

El objetivo es declarar el 15% de la superficie de la cuenca del Congo como zona protegida y conservar el espacio vital de elefantes del bosque, monos bonobo y la flora endémica. Además, amplias zonas deben ser conservadas como almacén de carbono en el marco del programa REDD: a través de la protección de estos bosques, los países industrializados pueden comprar derechos de emisión, cuyos ingresos supondrían un beneficio para la población. Sin embargo, la tarea no es en absoluto sencilla en un país como la República Democrática del Congo, uno de los países más corruptos del mundo.

Pese a todo, Johannes Kirchgatter puede exhibir un ejemplo auténticamente positivo con el que alimentar su optimismo: en la región occidental de la cuenca del Congo, separada por 1.500 kilómetros de selva del Parque Nacional de Virunga, se encuentra la región de Lac Tumba, un mosaico de ríos, lagos, bosques y pastos que son la base para la subsistencia de un millón de personas.

Protección de plantas: imprescindible para conservar el hábitat de animales en peligro de extinción.Imagen: Carl Gierstorfer

El Fondo Mundial para la Naturaleza ofrece a los habitantes de la región nuevos métodos de piscicultura y declara zonas protegidas para frenar la sobrepesca y recuperar la población de peces. Lo mismo vale para la agricultura y la ganadería. Los ecologistas esperan conservar 14.000 kilómetros cuadrados de selva virgen como zona protegida y explotar otros 65.000 kilómetros cuadrados de forma sostenible. Cambios que se necesitan con urgencia, dado que la población de esta región se multiplicará por dos en los próximos veinte años. Sólo si se consigue hacer compatible las necesidades inmediatas de las personas con los objetivos de protección de la naturaleza y el medio ambiente será posible conservar este último territorio salvaje.

Autor: Carl Gierstorfer

Redacción: Emili Vinagre

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