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Alemania celebra eufórica

1 de julio de 2002

La selección de fútbol alemana fue recibida en Fráncfort como campeona. Las lágrimas de la derrota se transformaron en llanto de emoción.

Júbilo en la plaza romana de Fráncfort.Imagen: AP

Los once jugadores de la selección alemana llegaron pálidos pero contentos. Después de un vuelo que duró once horas y sobrevoló Siberia, Finlandia y Berlín, el avión especial de la línea aérea Lufthansa aterrizó a media tarde del lunes. A bordo, además de la selección alemana, viajaron familiares de los jugadores y periodistas que cubrieron el campeonato Mundial en Japón y Corea del Sur. Los primeros en descender fueron el arquero y capitán de la selección, Oliver Kahn y el seleccionador Rudi Völler.

Rudi, Rudi, gritaba una multitud de aficionados que logró romper los cercos de seguridad. "No es que estemos hartos después de seis semanas de estar juntos, pero estamos contentos de estar de nuevo en casa", -afirmó Rudi Völler- ¡ésta es una recepción fantástica!" Por su parte Oliver Kahn expresó el sentir de los jugadores. "Hemos podido dormir algo, pero seguimos agotados".

La gran fiesta en el centro de Fráncfort

Tras su llegada al aeropuerto de Fráncfort, la selección alemana fue llevada en autobuses a la tradicional recepción en la sala Imperial de la alcaldía romana, en el viejo centro de la ciudad. Unos 30 mil aficionados recibieron con un júbilo eufórico a los vicecampeones. Algunos fans incluso pernoctaron al aire libre para asegurarse un lugar en la fiesta multitudinaria y poder ver en vivo, aunque de lejos, a sus héroes. Al salir los jugadores al balcón del histórico edificio, el grito unísono de los hinchas llenó la plaza de una energía electrizante. Algunas personas lloraban de emoción.

La escena recordaba a la desbordante acogida cuando en 1990, Alemania ganó su tercer campeonato en Italia y regresó con la copa a Alemania. Rudi Völler fue entonces uno de los astros aclamados por la muchedumbre en ese mismo lugar, junto con Lothar Matthäus y Jürgen Klingsmann. El ahora seleccionador alemán no daba crédito al presenciar nuevamente una escena tan delirante en la majestuosa plaza romana.

¿Que hubiera pasado si hubiéramos ganado el campeonato?, preguntaba Völler al observar la euforia colectiva en su estado natal. "Casi me apena el experimentar este gran júbilo", dijo Völler, visiblemente conmovido a los aficionados. Éstos respondieron entonando "sólo hay un Rudi Völler" al son de Guantanamera.

Los jugadores iban vestidos de traje sastre color café claro, que lucían unas manchas de humedad a diestra y siniestra provocadas por la champaña que corrió a chorros en todas direcciones.

Alemania nuevamente en la cúspide

También al arquero y capitán, Oliver Kahn se le veía algo recuperado de la amarga derrota sufrida la víspera ante Ronaldo. Con un jarro de cerveza de dos litros en mano, reía de corazón en el palco de la alcaldía de Fráncfort. El fútbol alemán, en crisis desde el pasado mundial, dió un brinco al grupo líder mundial. "Estoy orgulloso de haber sido capitán de esta selección -dijo el imponente titán- el fútbol alemán está nuevamente en el lugar al que pertenece. Tal vez volvamos a vernos dentro de cuatro años y estemos aquí como campeones". Los aficionados habían perdonado ya la terrible falla del milagroso arquero, muy conscientes de que sin él, no hubiera sido posible llegar a la final. "Olli eres el mejor -se leía en una pancarta- no lo podías haber evitado."

Con su debida distancia, después de Kahn y Völler, los jugadores más celebrados por los aficionados, fueron los jóvenes talentos Michael Ballack y Miroslav Klose. Ballack parecía haber perdido el aliento "En Asia apenas si percibimos el entusiasmo de nuestra gente, por eso es muy bonito experimentar esta bienvenida", dijo Ballack. "Nos sentimos muy felices", dijo por su parte Klose.

"Hemos dado todo por Alemania" dijo nuevamente Rudi Völler. En el palco acompañaba a la selección la alcaldesa de Fráncfort, Petra Roth y el Ministro del interior del estado de Hesse, Volker Bouffier. Un silencio solemne se extendió en la plaza al escucharse el himno nacional alemán, cuya música melancólica de Joseph Haydn, acabó rematando la conmovedora escena. Sólo ondeaban banderitas tricolores.