Alemania necesita a Brasil
20 de agosto de 2015 Las dos mandatarias, expertas en manejar crisis, y los miembros de sus gabinetes, habrían tenido motivos de sobra para tomarse más tiempo para las consultas gubernamentales. En especial, desde el punto de vista alemán, la intensificación de las relaciones con Brasil es insoslayable, estratégicamente hablando. Pero Berlín parece no haber tomado suficiente conciencia de eso. La economía alemana, sin embargo, hace tiempo que reconoció esa necesidad. Las empresas alemanas con filiales en Brasil producen actualmente un 10 por ciento del Producto Interno Bruto de la séptima economía del mundo. En junio de este año, la química BASF abrió otra fábrica en Brasil con un volumen de inversiones de más de 500.000 millones de dólares.
Hay múltiples proyectos en marcha. Tramos de ferrocarril, concesiones para el petróleo, modernización de aeropuertos, centrales de comunicaciones, obras viales y puertos para contenedores: la ampliación de la infraestructura de Brasil está siendo impulsada por grupos empresariales de todo el mundo entre los que Alemania ya no lleva la delantera. También en el aspecto político, Brasil parece tener una importancia secundaria para Alemania. Asimismo, la iniciativa conjunta para la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU está congelada. Y la lucha contra las escuchas de la NSA, de las que tanto Merkel como Rousseff fueron víctimas, no pasó de la expresión de indignación de ambos gobiernos.
Más que samba y energía solar
Con las consultas germano-brasileras, Berlín quiere volver a dar impulso a las relaciones bilaterales. Quince acuerdos firmados y una declaración conjunta sobre la protección del clima servirán para que ambos gobiernos reaviven la cooperación mutua. De ese modo, Brasil asciende a la jerarquía de los nueve países con los que Alemania sostiene consultas regulares de gobierno.
Pero, a pesar de lo importante y adecuada de esa iniciativa, 24 horas no son suficientes como para reparar errores de larga data. Berlín sigue sin reconocer el rol sobresaliente de Brasil como actor global en las áreas de política pacificadora, protección climática, agricultura y comercio internacional. Brasil no solo se convirtió en los últimos 20 años en la séptima economía del mundo, sino también en un paladín de la lucha por los intereses de los países emergentes. Eso vale para los numerosos procesos que ganó ante la Organización Mundial del Comercio, sobre todo en la lucha contra los derechos de patente de medicamentos contra el sida, pasando por las misiones de paz de la ONU lideradas por Brasil, hasta la puja por reformar el Consejo de Seguridad de la ONU y el Fondo Monetario Internacional.
¿Por qué Alemania llevó a cabo consultas de gobierno primero con China, Rusia e India y no con Brasil? ¿Por qué Brasil es considerado todavía un país exótico, alejado de los centros globales de poder? ¿Por qué descuida Alemania una región pujante como América Latina a favor de los mercados asiáticos, que, si bien se destacan por sus altas cifras de crecimiento, aún son altamente problemáticos desde el punto de vista político? Ambos países deberían aprovechar las consultas gubernamentales para despedirse por un momento del “modo crisis” y partir hacia nuevos horizontes. Alemania necesita a Brasil para obtener el apoyo de los países emergentes y en vías de desarrollo en temas importantes de responsabilidad global. Alemania necesita a Brasil como socio comercial y precursor en América Latina. Brasil, por su parte, necesita el apoyo de Alemania y de Europa en las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre la Unión Europea y el Mercosur. Y sobre todo necesita una cosa: verdadero reconocimiento, y no un reconocimiento simbólico. Ese es lado peligroso de la amistad. Dado que Alemania y Brasil trabajan juntos desde hace décadas, se cree que el éxito de las relaciones bilaterales es algo sobreentendido. Un error con consecuencias.