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Alemania: ¿otro intento de sacar a Latinoamérica del olvido?

Úrsula Moreno Enviada especial
12 de junio de 2023

Alemania ha puesto en marcha una ofensiva diplomática que incluye Latinoamérica. La ministra de Exteriores, Annalena Baerbock, viajó a Brasil, Colombia y Panamá.

Marina Silva, ministra de Medioambiente de Brasil, y Annalena Baerbock.
Ministra de RR.EE. alemana; sintonía con Brasil en materia ambiental.Imagen: Kira Hofmann/photothek/IMAGO

Más vale tarde que nunca. La política alemana despertó de su letargo el pasado 24 de febrero, con una ofensiva diplomática. El canciller, Olaf Scholz, y sus ministros recorren el mundo entero, como si no hubiera un mañana. Latinoamérica, largamente descuidada por la política alemana, vuelve a merecer su atención. En menos de cinco meses han pasado por Brasil el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, el canciller, Olaf Scholz, y cuatro ministros del gabinete. No en vano se trata del primer socio comercial que Alemania tiene en Suramérica. Además, con la vuelta de Lula da Silva al poder, es un país que reclama una voz en el escenario internacional. Pero ¿qué hay de Panamá? ¿Por qué merece la visita de la ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock? La última vez que un titular de Exteriores germano pisó este pequeño país de Centroamérica fue hace once años.

¨Queremos profundizar las relaciones económicas y comerciales, y ver conjuntamente con nuestros socios cómo hacerlo de forma sustentable”, es el mantra que repite Baerbock en su primer viaje a América Latina, uno de los más largos desde que asumió la cartera: Brasil, Colombia y Panamá en seis días. A Brasil, además, viajó acompañada del ministro de Trabajo, Hubertus Heil, que tiene su propia misión: recabar mano de obra cualificada para el sector de la salud. En Alemania faltan enfermeros y cuidadores y Brasil cuenta con personal altamente formado. Pero hace falta "mucho tacto”, reconoce el ministro, ya que se trata de reclutar trabajadores que no necesita el propio Brasil. De Brasilia se trajo un acuerdo bilateral.

Hubertus Heil y Annalena Baerbock en Brasil.Imagen: Kira Hofmann/photothek/IMAGO

No obstante, la voz cantante en este viaje la lleva la ministra, que aprendió bien la lección: no vale ir con el dedo levantado a Latinoamérica. "Venimos a escuchar, a hablar al mismo nivel, queremos saber cómo puede ayudar Alemania”, explica frente a representantes de la sociedad civil y ONG brasileñas en Sao Paolo. Carolina Pasquali, directora de Greenpeace Brasil, le recuerda que Europa no siempre es un modelo a seguir: ¿Por qué permite la UE la exportación a Brasil de pesticidas que en Europa están prohibidos? "¿Acaso nuestros niños tienen menos valor?”, le espeta.

El valor de las democracias

No obstante, son escasos los momentos de su gira en que Baerbock tiene que encajar críticas. En Latinoamérica juega con ventaja. Defiende el "valor añadido de las democracias”, en un discurso que pronuncia en la Fundación Getulio Vargas de Sao Paolo. Insiste en que es posible un comercio social y sostenible que no ponga en peligro el potencial de crecimiento, y apunta al rival sistémico: "Si no sentamos nosotros los estándares comerciales, vendrán otros y sentarán los suyos”. Evidentemente tiene el gigante asiático en la mira.

De hecho, en su reciente viaje a China, Lula da Silva volvió con quince acuerdos comerciales bajo el brazo. En lo que respecta a Ucrania, Brasil defiende una postura equidistante. "Entiendo que aquí en Latinoamérica una guerra que ocurre a 12.000 kilómetros de distancia no supone la misma amenaza”, explica una Baerbock siempre conciliadora, "pero las repercusiones nos afectan a todos”. De los tres países que visitó la jefa de la diplomacia alemana, Brasil fue sin duda el que requirió más sutileza diplomática. Su homólogo no estaba en el país, así que fue recibida por la subsecretaria, María Laura da Rocha. También se reunió con el asesor en política exterior del presidente, Celso Amorim, el mismo que recientemente hizo los honores en Brasilia a Serguei Lavrov. Una y otra vez intenta explicar la guerra europea desde la perspectiva comunitaria. Pero se topa con un muro.

Donde sí encontró consenso fácil es en materia climática. Lula quiere lograr la deforestación cero hasta el 2030 y Alemania ya ha contribuido con 55 millones de euros al Fondo de la Amazonía y acaba de comprometer 35 millones más. Brasil y Colombia quieren abandonar los combustibles fósiles, al igual que Alemania. Y Alemania se interesa por el hidrógeno verde de la región.

Por eso Baerbock intenta impulsar el acuerdo de Mercosur-UE, estancado desde hace años: "Puede ser inclusivo y social como pide Lula, y a la vez ecológico y sustentable”, explica al auditorio de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paolo.

Interlocutoras

Sería exagerado hablar de una luna de miel después de este viaje. Aunque sí hubo química con las mujeres que ha conocido Baerbock en su camino, como la ministra de Medio Ambiente de Brasil, Marina Silva. Pero sobre todo con la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez, a la que entregó el premio UNIDAS, "porque alzaste tu voz desde los 13 años”, explica con admiración en un discurso en Cali, en el Cauca, donde rara vez recalan líderes políticos de otros países. Baerbock no quiso rechazar la invitación de Márquez a la "sucursal del cielo”, como calificó la ministra de Igualdad de Colombia a su ciudad.

Sea como fuere, ¿no llegan tarde estos alemanes? La ministra de Exteriores de Panamá, Janaina Tewaney, deja bien claro que sus inversiones "responden a intereses nacionales”, cuando un periodista alemán le pregunta si van a frenar las inversiones chinas ahora que Europa vuelve a estar más presente. Las cifras hablan por sí solas. Brasil mantiene más volumen comercial con China que con todos los estados del G7 juntos. Alemania tiene poco que decir al respecto. Grandes o pequeños, los países de Latinoamérica no quieren que les obliguen a elegir. Hay espacio para todos. Para China y para la UE. Quizás la ministra Baerbock haya aprendido también esta lección después de su gira latinoamericana.

(ers)

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