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La integración de inmigrantes en Alemania y la ola Sarrazín

5 de septiembre de 2010

Sí, existen problemas de integración, sin embargo, Sarrazín no tiene razón: éste podría ser la conclusión de la ola que ha levantado el todavía miembro del directorio del Bundesbank con su libro "Alemania se disuelve".

"Cierra la boca", se lee en una pancarta de una manifestación en Berlín en contra de Sarrazín.Imagen: AP

Las olas que levantaron las tesis de Thilo Sarrazin publicadas en su libro Alemania se disuelve –que advierte del peligro de que el país en un futuro esté poblado por musulmanes, en su opinión, genéticamente menos inteligentes que otros grupos culturales- se han convertido en una verdadera marea que no deja medio ni foro libre del tema.

Aparte de la discusión en torno a lo justificado o no de la posible destitución del directivo del Bundesbank, el tema de los extranjeros en Alemania, los errores cometidos en cuanto a las políticas de integración, lo peligroso de las tesis de la determinación biológica y, no por último, el apoyo de la población alemana a las ideas del ex senador berlinés son todos componentes de esta corriente temática que inunda el país.

Sarrazín: ¿fuera o no?

¿Lo echan o no lo echan?, era la interrogante el día jueves, cuando el Bundesbank iba a reunirse para deliberar acerca del futuro de este doctor en economía, cuyos pronunciamientos polémicos llenan tantas carillas como la estelar carrera de Thilo Sarrazin en el sector público: trabajó en el ministerio de Finanzas, en el Fondo Monetario Internacional en Washington, en el ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en los ferrocarriles alemanes (Deutsche Bahn), en el Senado de Berlín. Sus declaraciones acerca de la gente que recibe subsidios estatales, a favor de los recortes de las pensiones de los jubilados y en torno a los inmigrantes ya lo llevaron a titulares en el año 2008.

Portada de "Alemania se disuelve" y foto de su autor.Imagen: AP/DW-Fotomontage

¡La población lo apoya!

En su reciente libro, Sarrazín -miembro del partido socialdemócrata desde 1974- expone su idea de que los turcos y la cultura islámica en general es responsable de la falta de integración de los musulmanes a la sociedad alemana, para la cual no representan un beneficio. Y en una semana Alemania se disuelve ha agotado una primera edición de 25.000 ejemplares y ya tiene otras seis tiradas en preparación. Esto, según ironiza Welt online, se debe al método utilizado para su comercialización: provocar un poco para llegar a los diarios amarillistas y los foros televisados. Peligroso resulta esta aceptación, según otros como la ministra de Asuntos Sociales del Sarre, Annegret Kramp-Karrenbauer: los extranjeros podrían entenderla como “efectivamente, no somos bienvenidos”.

Curiosamente, según una estadística publicada por el instituto Emnid a pocos días de desatado el escándalo, uno de cada cinco alemanes apoya sus ideas y un 42 por ciento de la población opina que no debe ser echado del Bundesbank. “Había pensado en dimitir, pero el apoyo recibido me ha hecho cambiar de idea”, declara envalentonado el todavía miembro del consejo directivo del Bundesbank; piensa acudir a su puesto de trabajo hasta que el presidente federal, Christian Wulff, decida acerca de su futuro. Responder a miles de cartas y mensajes, dice, será su ocupación inmediata.

Inmigración, un tema en carne viva

Como fuere el futuro del personaje que originó esta convulsión, el tema de la inmigración y la integración de extranjeros en Alemania ha quedado en carne viva. Aunque no hay persona pública que busque en este momento la cercanía al autor del best seller, en la cúpula política, uno tras otro, va tomando la palabra para reconocer que, efectivamente, existen graves problemas de integración en el país. En una entrevista publicada en Bild am Sonntag, la canciller alemana, Angela Merkel, exhorta a hablar abiertamente de los problemas, tales como la mayor propensión a la violencia de jóvenes musulmanes. Advierte sin embargo del peligro de poner hacer de una religión específica y la violencia una ecuación. “La violencia en los jóvenes es a menudo un síntoma de la falta de perspectiva. Allí la única salida es la educación, la educación y la educación”, recalca la canciller.

Existen casos de extranjeros en tercera generación que no hablan alemán.Imagen: AP

Hechos innegables

En este punto, las estadísticas hablan por sí solas: un tercio de los escolares alemanes tiene origen extranjero y a la vez que un alto porcentaje de los extranjeros escolarizados asiste a Hauptschulen –el nivel más bajo de escolarización que existe en el sistema alemán, del cual en realidad se puede pasar sólo a aprender un oficio.

Otro dato: en el nivel de escolarización de primer grado, entre la población de origen extranjero la oferta del kindergarten, la educación preescolar, es menos acogida (un nuevo por ciento menos) que entre la población alemana. Estos años de escolarización no son obligatorios en el sistema alemán y no son gratuitos. Es decir, es alta la probabilidad de que un niño de familia extranjera sea escolarizado sin hablar alemán; la puerta al fracaso está abierta. Así se asevera en un informe presentado el pasado mes de julio por la subsecretaria de Integración, Maria Böhmer.

Böhmer, a quien este hervidero atañe directamente, toma la palabra recalcando los pasos dados para fomentar la integración de los nuevos residentes: “El que llegue nuevo al país está obligado a aprender alemán, en caso de que no lo haga tiene que asumir las consecuencias”.

La canciller, por su parte, resalta la doble dirección de esta vía: “Integración es dar y recibir. Por un lado debemos estar dispuestos a aceptar a los llegan a vivir en nuestro país y por otro lado nuestras leyes deben ser respetados y sobre todo deben aprender nuestro idioma”. La base de esta preocupación lingüística es el hecho de que, efectivamente, existen en el país círculos en donde, en tercera generación, el alemán no ha entrado. Y el círculo vicioso se mantiene.

Sí al debate, no a la provocación

La integración plantea, efectivamente, problemas sociales y políticos en Alemania, que deben ser tratados abiertamente, reconocen muchos políticos; hasta ahí lo positivo de la polémica desatada. Hacer de ello un estigma genético de ciertos grupos culturales es “una argumentación que toda persona que haya prestado atención en clases de Historia sabe a dónde lleva”, declaró el líder de los socialdemócratas, Sigmar Gabriel. Por último, el ministro alemán del Interior, Lothar De Maizière, puntualiza: “El debate tenemos que enfrentarlo, enfocando los problemas seriamente y sin ambages. Para ello, sin embargo, no necesitamos los impulsos de personas que quieren ganar dinero con el tema”.

Autora: Mirra Banchón
Editora: Claudia Herrera Pahl

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