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Alemania: una democracia sólida rememora su historia

Christian F. Trippe
9 de noviembre de 2018

Ninguna fecha sobresale tanto en la historia alemana como el 9 de noviembre. Rememorarla de manera adecuada sigue siendo todo un desafío.

Steinmeier Rede Bundestag Gedenkveranstaltung Weimarer Republik
Imagen: Reuters/A. Schmidt

El 9 de noviembre, hace 29 años, caía el Muro de Berlín, poniendo fin a la división de Alemania y de Europa. En la misma fecha, pero de 1938, ardieron las sinagogas, judíos alemanes fueron asesinados por los esbirros del nacionalsocialismo. La noche de los pogromos fue el preludio del Holocausto. El 9 de noviembre de 1923, un ultraderechista hasta entonces virtualmente desconocido, llamado Adolf Hitler, intentó derribar la República de Weimar con un golpe en Múnich. Quería acabar con aquella República que había sido proclamada otro 9 de noviembre, en 1918. Más historia, imposible.

¿Se puede conjugar esta contradictoria secuencia de momentos liberadores y profundos abismos en un relato histórico? Cada recuerdo del 9 de noviembre es el recuerdo de "luces y sombras”. Así lo señaló el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier,  en una sesión conmemorativa del Bundestag, que se proponía justamente eso: recordar el 9 de noviembre en todas sus facetas. Por primera vez la atención se centró en esta ocasión en la revolución alemana de 1918, que Steinmeier llamó la "hijastra de la historia de nuestra democracia”.

¿República en peligro?

Esa revolución marcó el comienzo del fin de la Primera Guerra Mundial y deparó a los alemanes la primera República, de corte parlamentario. Con derechos para las mujeres y derechos fundamentales, consagrados en la Constitución. Con un moderno Estado social y un intento de atenuar la brecha entre capital y trabajo. Los alemanes pueden estar orgullosos de eso. O podrían estarlo, si esa "República de Weimar” no hubiera fracasado tan estrepitosamente, si no se hubiera instalado en su lugar la asesina dictadura nazi.

"Bonn no es Weimar”, afirma un libro de Fritz Rene Allemann. La obra intentaba insuflar valor a los alemanes occidentales, aseverando que la República Federal de Alemania estaba preparada institucional y mentalmente para no volver a caer en la barbarie ultraderechista. El libro se publicó en 1956 y el tiempo le dio la razón: Bonn, la Alemania occidental,  no se convirtió en un Weimar. Hoy, más de 60 años después, algunos observadores se preguntan, sin embargo, si Alemania no se ve ante el peligro de que vuelvan a surgir condiciones como las de la República de Weimar. O si está en peligro el orden republicano.

El avance de la ultraderecha

El tono del debate político se ha vuelto inquietantemente rudo en los últimos años. Los exabruptos racistas y los ataques de la ultraderecha contra minorías, sobre todo contra solicitantes de asilo, van en aumento. Una sensación de amenaza y de inseguridad se ha apoderado de muchos alemanes. Y, en algunos de ellos, sobre todo en el este del país, esos miedos difusos se traducen  en agresividad. Por estos días vuelven a marchar grupos de ultraderecha por ciudades alemanas, como Chemnitz. El contraste con las imágenes de la ceremonia del Bundestag, llenas de dignidad y solemnidad, no podría ser más perturbador.

Christian F. Trippe, de DW.Imagen: DW/B. Geilert

Chemnitz, en el sur de Sajonia, fue escenario este verano de tales descarríos. Un joven alemán fue apuñalado en una riña con solicitantes de asilo. Posteriormente hubo manifestaciones cargadas de odio y ataques contra extranjeros. Chemnitz se convirtió así en símbolo de todo lo que actualmente anda mal en Alemania. Políticos del partido populista de derecha Alternativa para Alemania (AfD) aparecieron en Chemnitz haciendo causa común con neonazis, con representantes de la llamada "nueva derecha”, y con el respaldo de ciudadanos indignados, llenos de resentimientos.

La AfD tiene presencia, entretanto, en los parlamentos de todos los Estados federados de Alemania. Y en el Bundestag, sus diputados forman la mayor bancada opositora. Su jefe calificó una vez el tiempo de la dictadura nazi como una "cagarruta de pájaro” en la historia alemana.

Las provocaciones político-históricas forman parte del sello de este partido. Incluyendo a veces ofensas antisemitas. Todavía no se puede precisar cuánto más a la derecha girará aún la AfD.

Amplio consenso

Pese a todo, en la conmemoración del Bundestag ningún parlamentario le negó el aplauso a la revolución de 1918; ni los derechistas, ni los izquierdistas. También aplaudieron los herederos de aquellas fuerzas políticas que en 1918 se situaban a la izquierda de la socialdemocracia y no querían una democracia parlamentaria, sino un gobierno de consejos, según el modelo soviético.

Hoy en día, la democracia no está en peligro en Alemania, pese a la AfD y a todas las tensiones sociales. La República de Berlín está mucho más consolidada en sus instituciones de lo que nunca pudo estar aquella república proclamada hace 100 años. El consenso de la sociedad civil es hoy amplio; en ese entonces era débil y escaseaba sobre todo entre las élites del poder. Además, la democracia de hoy sabe defenderse de sus adversarios y de quienes la desprecian.

(ER/CP)

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