Alemania y Polonia se han reconciliado históricamente, pero en la actualidad las relaciones entre Berlín y Varsovia no pasan por su mejor momento.
Publicidad
La causa de las actuales desavenencias se remonta a comienzos de este año. En enero de 2016, el nuevo Gobierno nacionalconservador del partido PiS (“Derecho y Justicia”) acababa de llegar al poder, cuando le llovieron críticas, sobre todo de políticos alemanes. Pues el PiS, encabezado por Jarosław Kaczyński, gobierna con mayoría absoluta y la aprovecha para realizar grandes cambios, sobre todo en el Tribunal Constitucional y los medios.
Martin Schulz, alemán, presidente del Parlamento Europa, dice que el nuevo Gobierno es una “democracia dirigida” al estilo de Putin. Por su parte, Günter Ottinger, alemán, comisario de Economía Digital y Sociedad, exige incluso poner a Polonia en observación. Y Volker Kauder, alemán, jefe del grupo parlamentario conservador CDU/CSU en el Bundestag, exige sanciones contra el vecino, en caso de que en este peligre la libertad de expresión.
Una reacción refleja
Comenzaron a saltar chispas. El embajador alemán fue llamado al Ministerio de Relaciones Exteriores en Varsovia. “Solo fue una invitación”, dirían más tarde fuentes del ministerio. También representantes de otros países de la UE realizaron ácidas observaciones sobre los nuevos aires nacionalistas y autoritarios en Varsovia. Frans Timmenmans, vicepresidente de la Comisión de la UE; Jean Asselborn, el ministro de Relaciones Exteriores de Luxemburgo, y Viviane Reding, excomisaria de Justicia de la UE, no ahorraron críticas al giro a la derecha en Polonia.
Varsovia, sin embargo, reaccionó casi exclusivamente a las críticas de alemanes. “Los alemanes quieren enseñarnos nuevamente qué es la verdadera libertad”, llegó a decir Antoni Macierewicz, el ministro de Defensa polaco, como respuesta a Schulz, Oettinger y Kauder. De algo no hay duda: nada enoja más al Gobierno conservador polaco que las críticas de alemanes.
No responder a provocaciones
Por otro lado, Angela Merkel, la canciller federal alemana, y Frank-Walter Steinmeier, su ministro de Relaciones Exteriores, poco se han manifestado públicamente respecto a Polonia. Desde que el PiS gobierna en Varsovia, la consigna en Berlín parece ser: “no responder a provocaciones”. Y eso a pesar de que la contrarrevolución conservadora en Polonia es todo un desafío para Alemania. La actual política de Varsovia tiene todos los rasgos de un nacionalismo a ultranza, lo que contradice el espíritu de la UE.
Varsovia, por su parte, no cesa en su fuego cruzado, sobre todo contra Alemania. La masiva crítica del Gobierno polaco a la política alemana con respecto a los refugiados es solo un ejemplo. Varsovia también opina que la OTAN es demasiado condescendiente con Rusia. Y cree que los alemanes desempeñan un papel demasiado dominante en la UE. Además no está de acuerdo con que se construya un gasoducto a través del Báltico, directamente de Rusia a Alemania. Hasta la cooperación militar entre Francia, Alemania y Polonia es calificada ahora por Varsovia de “formato agotado”.
Nada indica que las relaciones puedan mejorar a corto plazo. Si Gran Bretaña vota en el referéndum del 23 de junio próximo a favor del brexit, los conservadores polacos se sentirán seguramente aún más incómodos en la UE. A nada teme más el PiS que a un peso aún mayor de los alemanes en Bruselas. Que existan razones reales para ello es otra cuestión.
Lech Walesa, ícono de "Solidaridad"
Consiguió doblegar al comunimo en Polonia. Hoy puede mirar hacia atrás consciente de que su liderazgo sindical ayudó a cambiar el mundo.
Imagen: Getty Images/Jasper Juinen
Rebelde, premio Nobel y expresidente
El antiguo líder del sindicato Solidaridad y posteriormente presidente de Polonia consiguió doblegar al comunismo polaco. Lech Walesa ha recibido incontables reconocimientos por sus logros políticos. El 29 de septiembre (de 2013) cumplió 70 años.
Imagen: picture-alliance/dpa
Instigador
Cuando en el verano de 1980 se disparó el precio de la carne, se desató una oleada de huelgas por toda Polonia. Walesa, que había trabajado como electricista en un astillero de Gdansk desde 1967 y que había pasado un tiempo en la cárcel por su activismo a favor del sindicalismo libre, estaba fichado por las autoridades. Aún así, el 14 de agosto se convirtió en líder del movimiento Solidaridad.
Imagen: picture-alliance /dpa
Solidaridad
Tras ocupar los astilleros de Gdansk, trabajadores de toda Polonia probaron suerte con esta táctica. Walesa era el único que negociaba con el Gobierno en nombre del recientemente fundado sindicato Solidaridad. Esta movimiento de trabajadores, sin parangón hasta entonces, pronto se convirtió en una organización independiente con más de 10 millones de miembros.
Imagen: Getty Images/Keystone
Con la bendición de la Iglesia
Tras décadas de gobierno comunista, la mayoría de los polacos seguía manteniendo su fe en la Iglesia católica, resistiéndose a adoptar el ateísmo promovido por el Estado. La influyente Iglesia polaca apoyó desde el principio las movilizaciones obreras. El obispo Henryk Jankowski se codeaba con Walesa, que había sido educado en la fe católica.
Imagen: Getty Images/Keystone
Una larga lucha
El 31 de agosto de 1980 concluyeron las huelgas masivas con un acuerdo entre el comité sindical y la delegación de Gobierno. Se pactó el derecho legal a la huelga, la fundación de un sindicato independiente, mejoras en el sistema social y la liberación de prisioneros políticos. En noviembre, un tribunal de Varsovia legalizó el movimiento Solidaridad.
Imagen: Getty Images/Keystone
De líder a prisionero
Hasta diciembre de 1981, Walesa dirigió el Comité de Coordinación Nacional de Solidaridad. Cuando, ese mismo mes, el líder del partido comunista y primer ministro Wojciech Jaruzelski decretó la ley marcial, Walesa fue encarcelado durante casi un año en una prisión cercana a la Unión Soviética.
Imagen: Getty Images/Keystone
1983: Premio Nobel de la Paz
En 1982, la revista Time declaró a Walesa como el "hombre del año". Tras esta distinción, llegaron otros reconocimientos. Cuando se anunció a Walesa como destinatario del Nobel de la Paz en 1983, el líder sindicalista pensó que el Gobierno comunista no le dejaría entrar de nuevo en el país si asistía a la ceremonia de entrega. Su esposa y su hijo de 13 años recogieron el Premio en Oslo.
Imagen: Getty Images/Afp
Dona el dinero del Premio Nobel
Cientos de creyentes fueron testigos de cómo Walesa dedicó el Premio Nobel a la Virgen Negra, en la ciudad de Częstochowa, al sur del país, uno de los lugares más importantes de peregrinación de la Iglesia católica. Walesa donó el dinero del galardón sueco a una fundación de ayuda a los necesitados.
Imagen: Getty Images/Afp
Pulso al Gobierno
En 1983, Walesa pidió permiso para volver a los astilleros de Gdansk, pero debió permanecer bajo arresto domiciliario hasta 1987. El movimiento Solidaridad continuó convocando huelgas en minas, astilleros y sector transportes entre 1981 y 1988.
Imagen: Getty Images/Afp/Marek Druszcz
El Papa
Walesa conoció al papa Juan Pablo por primera vez en julio de 1983, durante una visita del prelado a su país. Ocho años después, Walesa besó la mano del pontífice convertido en el primer presidente de la Polonia postcomunista. Lo hizo mientras sostenía en la mano la primera edición de la Constitución polaca, de 200 años de edad.
Imagen: Getty Images/Afp/Mike Persson
Retirarse con dignidad
A finales de 1995, Walesa había perdido el apoyo del pueblo polaco y no fue reelegido presidente. Pero todavía disfrutaba del aprecio del resto del mundo, incluyendo al Dalai Lama, que se arrodilló ante el hombre que logró grandes cambios en Polonia.
Imagen: Getty Images/Afp/Janek Skarzynski
Amistad germano-polaca
En Alemania se considera que Walesa allanó el camino de la reunificación. En el vigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, Walesa acudió como símbolo de la reconciliación entre Polonia y Alemania.
Imagen: Getty Images/Afp/Berthold Stadler
Un icono decadente
Hoy día se mira a Lech Walesa con actitud crítica, entre otras razones, por sus declaraciones discriminatorias contra los homosexuales. Una película del famoso director Andrzej Wajda, proyectada este año en el Festival de Venecia, presenta al exlíder no exento de defectos.
Imagen: Labiennale
Multitud de reconocimientos
El camino de Lech Walesa desde electricista a premio Nobel y presidente de Polonia ha sido largo. Actualmente cuenta con doctorados honoríficos y distinciones. Puede echar la vista atrás y recordar cuando, hace más de tres décadas, lideró a quienes buscaban un cambio político en Polonia.