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Alfredo Daza: “México tiene problemas aparte de Trump”

6 de marzo de 2017

Con solo cuatro años, tras escuchar un fragmento de la "Novena Sinfonía" de Beethoven, el mexicano Alfredo Daza supo que quería ser músico. Hoy triunfa como barítono en Berlín y otros escenarios del mundo.

Oper Tosca - mexikanischen Bariton Alfredo Daza (Toni Suter/T+T Fotografie)
Imagen: Toni Suter/T+T Fotografie

Los barítonos encarnan en muchas ocasiones a los malos de la película, sus papeles suelen ser de malas personas. ¿Cómo lo lleva usted?

Es muy divertido. Es uno de los placeres de ser cantante de ópera como barítono. Como tenor, no existe mucha variedad en los papeles. En cambio, el barítono puede ser el mejor amigo del tenor, su rival en amores, puede ser el villano y el psicótico, como el Scarpia, de Tosca.

Pero los halagos, la fama y la atención mediática son para los tenores…

A veces… Pero eso no me importa. Así son las cosas: hay protagonista y hay antagonista. Se suelen hacer bromas sobre la rivalidad entre tenor y barítono. Y es verdad que ellos parecen tener más seguidores, más interés por parte de la prensa, más oportunidades, e incluso están mejor pagados.  Pero, ni modo, qué se le va a hacer…

Tengo entendido que usted quiso ser barítono desde que, con cuatro años, escuchó la intervención inicial (O Freunde, nicht diese Töne) del barítono en el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Beethoven.

Así es. Aquello me marcó y lo recuerdo como si fuera ayer. Desde ese momento, deseé ser músico. El cantante era el bajo-barítono John Macurdy, que trabajó mucho en el Metropolitan. Era la grabación famosa de Ormandy. Han pasado los años y ese disco sigue siendo para mí una referencia.

Y cuando ya decidió ser barítono, ¿qué cantantes admiró?

Seguí mucho tiempo a Thomas Allen, con una voz muy particular y reconocible. Me gustaba mucho su actuación. Es uno de los máximos representantes de lo que es ser cantante-actor. La voz de Bastianini también me parece impresionante y Leonard Warren es uno de mis favoritos.  Ahora mi maestro es Piero Cappuccilli.  Y, en el papel de Scarpia, mi referente principal es Titto Gobi. Uno aprende mucho de los grandes cantantes, pero luego sobre escena cada uno tiene que hacer su propio papel.

¿Cómo lleva usted pasar de ser un día el bondadoso e impulsivo Marcello de La Bohème y al día siguiente encarnar al malo malísimo Scarpia de Tosca?

Bien. Los cantantes, con el tiempo, logramos tener una especie de interruptor. Y, sobre todo con Marcello, tengo cierto automatismo vocal. Con los años, va cambiando la percepción que uno tiene del personaje. Incluso se les toma cariño. Marcello es para mí como un amigo. El Fígaro de El Barbero de Sevilla fue en su día mi compañero de batalla, fue conmigo a mis concursos y en alguna ocasión incluso reventé el agudo… Pero gracias a él obtuve cosas muy bonitas. Ahora voy tomando cariño a Posa, del Don Carlo: noble, pensante, amigo del tenor, que da la vida por él… 

Imagino que también habrá utilizado ese interruptor para su vida en Alemania, país muy diferente a sus orígenes en Puebla.

Adaptarse a cualquier otro lugar que no sea donde uno creció, siempre es difícil. En mi caso ocurrió cuando salí de Puebla para vivir en Ciudad de México. Todos los músicos aprendemos algo de esas situaciones de cambio. En Alemania, lo más complejo es el clima y el idioma. Hasta que pude manejarme en alemán, me vi obligado a hablar en inglés.

¿Qué implica para un cantante formar parte de un elenco vocal estable como el de la Staatsoper Berlin? Este tipo de agrupaciones solo existen en Alemania, Austria y Suiza

Como cantante, encarno una serie de papeles, y tengo el privilegio de que se me pague bien por ello. Además, nosotros mismos nos buscamos la manera de cantar en otros lugares. Puedo emplear el tiempo libre que me deja la Staatsoper Berlin en estudiar nuevos papeles y prepararlos. Un salario mensual da tranquilidad, siendo freelance hay que administrarse mucho mejor.

Alfredo Daza como Renato en "Un ballo in maschera", de Verdi.Imagen: Staatsoper Berlin/Mara Eggert

¿Es Berlín para usted un hogar, a pesar de las diferencias con México?

Sí. Me adapto fácilmente a la gente, a la comida y a otras situaciones…

¿Qué es lo primero que hace cuando llega a Berlín después de haber pasado tiempo fuera?

Tomar una cerveza bien fría de barril.

¿Pueden los cantantes tomar bebidas bien frías? Existe el mito de que deben andar cuidando su garganta todo el tiempo…

Pues claro que sí… Y después de una función, solemos ir a tomar una cerveza juntos. Pero es cierto que hay cantantes que no toman frío, que se cubren bien con la bufanda, practican todos los días y se marchan pronto a casa…

¿Y supersticiones tiene…?

No me gusta dar la espalda al público durante los aplausos cuando saludo…

¿Qué es lo que tiene México que no tiene ningún otro lugar?

Mi familia. Estar con mis padres y mi hermano.

¿Es usted consciente de que, en los últimos años, México ha proyectado la imagen internacional de un país corrupto y violento?

En los 90, México daba la imagen al exterior de ser un país de fiesta, playa y tequila. Eso cambió después, pero creo que sobre la corrupción y la violencia se ha hablado y se sigue hablando demasiado poco. Cuando la gente aquí me pregunta si las cosas allá son tan terribles como la pintan los medios, siempre digo que pueden darse determinadas situaciones, pero el mexicano es alegre y trabajador, se queja a veces por cómo va su país, pero sigue partiéndose el lomo…

¿Y qué le parece el trato que recibe su país por parte de Trump?

Me parece grave.  Pero creo que los problemas en México están ahí desde hace tiempo y es equivocado relacionarlos estrechamente con el cambio de presidente en EE.UU. El problema de México es educativo y cultural. Con educación, arte, cultura y deporte se pueden combatir la corrupción y los problemas del país. Por supuesto, como ciudadano del mundo me preocupa si conseguiré visa para ir a cantar próximamente a Los Ángeles. Un crítico musical dijo que los cantantes mexicanos deben solidarizarse con el pueblo y cancelar las funciones que tengan en EE.UU. Yo creo que es justo al contrario, ahora es cuando más presentes debemos estar.

Recientemente cosechó grandes aplausos en Berlín interpretando en la Konzerthaus una ópera desconocida de Verdi, Stiffelio, junto a otra cantante mexicana, Maria Katzarova. ¿Es usted consciente de ser un embajador del mejor México en el mundo?

Sí lo soy, pero, como cantante, mi responsabilidad última es el arte vocal y la música. Es un honor representar a México, pero no diría que eso es una responsabilidad. Es algo que hago primero por mí, después por mi familia y, en tercer lugar, también por mi país.

         

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