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América Latina en aguas turbulentas

30 de abril de 2024

La región vive una efervescencia política en varios frentes. Sacudida por crisis de seguridad y de gobernabilidad, una creciente polarización y un bajo crecimiento económico, el rumbo es incierto.

Un manifestante hace equilibrismo en un cable, mientras lo mira gente desde un puente, en Colombia, en 2021.
Manifestación en Medellín, en 2021. También en 2024 ha habido protestas.Imagen: Joaquin Sarmiento/AFP/Getty Images

La agenda latinoamericana no conoce pausas. El gobierno de Javier Milei, en Argentina, y el de Gustavo Petro, en Colombia, enfrentan protestas masivas. Perú está en medio de una crisis política, Ecuador asolado por la criminalidad y el narcotráfico. Y, entre las seis elecciones presidenciales de este año, las de México y Venezuela se perfilan como procesos históricos.

Tanto el régimen venezolano, con Nicolás Maduro, y el de Nicaragua, con Daniel Ortega, siguen reafirmando su poder con medidas antidemocráticas. Y Haití, en tanto, enfrenta una profunda crisis humanitaria, de seguridad y gobernabilidad.

Como adelantó el Índice de Riesgo Político de América Latina 2024, editado por el Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile, los gobiernos latinoamericanos enfrentan la amenaza "del crimen organizado, la corrupción sistémica y el populismo autoritario”, que erosiona el Estado de derecho y la calidad de las democracias en la región, y complica la gobernabilidad.

"Estamos en una suerte de momento bisagra, porque están ocurriendo muchos cambios y no sabemos si la región se va a encaminar en la dirección de esos cambios o va a reaccionar de manera impredecible”, dice a DW el politólogo Christopher Martínez, académico de la Universidad de Concepción, Chile.

Son cambios que se originaron con la pandemia y las nuevas formas en que se organiza el narcotráfico. Están asociados también a los procesos de migración y el resurgimiento de gobiernos de derecha, al estilo de Nayib Bukele, explica el autor del libro "Why presidents fail”, sobre inestabilidad presidencial en América Latina.

Manifestación de apoyo a Bukele, en febrero de 2024.Imagen: Salvador Melendez/AP/picture alliance

El politólogo Alberto Vergara Paniagua, profesor de la Universidad del Pacífico en Lima, observa a nivel regional "un momento de atasco. Ni la economía ni la política de los países apunta en un rumbo que permita ser optimista”. Si bien señala a DW que un diagnóstico que atraviese a 20 países no encaja exactamente para todos, sí identifica a nivel regional "un mal humor incierto de parte de la subjetividad ciudadana”.

En opinión del autor del libro "Repúblicas defraudadas”, en América Latina no está funcionando el régimen de ciudadanía: "En las dimensiones de derechos políticos, civiles, sociales, de participación en el mercado laboral y en la vida económica, las mayorías tienen una situación muy precaria para hacer valer su condición y ven defraudada su esperanza ciudadana”.

Crisis políticas, económicas y  de seguridad

La inseguridad, la delincuencia y el crimen organizado son temas que marcan el momento en América Latina y refuerzan el discurso de la derecha, observa Martínez. "Por eso vemos la necesidad de tener presidentes que aparentan ser fuertes”, dice el politólogo chileno.

El caso de Ecuador, donde en pocos años la violencia y el narcotráfico pusieron fin a la habitual tranquilidad, muestra que las bandas criminales pueden desestabilizar en corto tiempo a un Estado débil, que no esté preparado para lidiar con ese tipo de problemas, y es una alerta para otros países latinoamericanos.

Vergara coincide en que el problema de la seguridad y las altas tasas de homicidios es clave. A su vez "es una ventana abierta a que por la vía de ese tema aparezcan políticos y posiciones que tienen un componente nocivo para las libertades de las personas”.

El académico peruano apunta también al aspecto político: "Estamos ante democracias electorales que funcionan relativamente bien, cumplen elecciones recurrentes, transparentes, limpias y justas, pero son muy débiles a la hora de convertir las demandas ciudadanas en políticas que satisfagan esas necesidades, lo que hace que la legitimidad del sistema se debilite”.

Asimismo, Martínez aprecia "un fenómeno de polarización creciente, a nivel de la elite más que del electorado. Están por ejemplo los problemas entre Ecuador y México, gatillados por diferencias ideológicas. Por otro lado, en Perú, Dina Boluarte está ejerciendo una administración del orden y de la represión. Hay un debilitamiento de las normas democráticas, no solo por el ejercicio del poder, sino porque la gente empieza a cuestionar hasta qué punto las herramientas de la democracia sirven para lidiar con temas fundamentales”.

Operativo militar en una prisión de Guayaquil, en febrero 2024.Imagen: Santiago Arcos/REUTERS

A esto se suma un complejo momento económico, en un contexto global de desaceleración, que golpea una región con "economías poco productivas, grandes dosis de informalidad, sociedades empobrecidas tras la pandemia y clases medias que ven hoy que sus expectativas van a ser muy difíciles de cumplir”, dice Vergara.

El pasado boom de las materias primas hizo disminuir la pobreza, pero la región no aseguró un patrón de crecimiento. La actual promesa del litio y del hidrógeno verde no asegura que se traduzca en mayor desarrollo y menor desigualdad, más aún en medio de cuestionamientos por las eventuales consecuencias medioambientales. "Termina el ciclo y los países vuelven lentamente a caer a sus equilibrios anteriores, y sin contar todos los recursos que se pierden por corrupción”, acota Martínez, en referencia a otro de los males que aqueja a Latinoamérica.

Lo que viene

"Veo complejo el escenario de gobernabilidad para la región”, advierte Martínez. Hay un debilitamiento, porque los Estados no están cumpliendo aspectos básicos como la seguridad, pero también, "porque la gobernabilidad requiere de partidos estables y, salvo Uruguay, en todos los países están experimentando un debilitamiento importante”.

En este escenario, alerta que "surgen dudas acerca de si la democracia realmente funciona y, por lo tanto, nos podríamos alejar de ella”. Además, porque las demandas de las grandes protestas de los últimos años, en temas socioeconómicos, como salud y pensiones, no han sido satisfechas. El académico de la Universidad de Concepción adelanta que "se van a sumar los temas medioambientales, hasta ahora acotados. Por la escasez de agua, los daños por megaincendios o por sequía, van a ir aumentando y se van a instalar como asuntos urgentes, que afectan el día a día”.

El fantasma de nuevos estallidos sociales está presente: "Los frenó la pandemia, no fue un término de la efervescencia porque se acogieron las demandas de la gente. Los países han fallado en general en solucionarlas. Todavía existe el malestar y la posibilidad de un estallido está latente”, dice Martínez. Sin embargo, también observa precaución, por el aprendizaje de esas experiencias y por los mayores niveles de pobreza e incertidumbre económica que dejó la pandemia.

Por su parte, Vergara coincide en que estos eventos pueden volver a ocurrir. "Por definición, este tipo de estallidos suele agarrarnos por sorpresa. La pregunta es si pueden tener más éxito en conseguir reformas y enmendar el rumbo de sus países, más que simplemente darle voz a un desagrado”, dice.

En ese sentido, el académico de la Universidad del Pacífico subraya una característica regional: "En América Latina estamos más claramente de acuerdo respecto de lo que nos desagrada, que de lo que queremos. El caso chileno es paradigmático”, señala en referencia a los fallidos intentos por cambiar la Constitución de Pinochet, así como la dificultad del régimen democrático en América Latina "para transformar la voluntad ciudadana en cambios reales”.

(ers)

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