Natalia Lemercier no creció en una familia a la que le gustara la música clásica. Tampoco se dedicó al canto desde chica, solo aprendió piano en algún momento.
“Para mí, los que cantaban en la ópera era los que gritaban”, dice en entrevista.
Pero después ella misma se dedicó al canto, solo que para llegar a donde está, como argentina cantando en uno de los lugares más renombrados de Berlín, no fue fácil.
"Tienes que ser una especie de superhéroe para sobrevivir a todos los portazos", dice.
Aprendió los idiomas de la ópera, se fue a estudiar a Italia y terminó trabajando su voz hasta que, con su propio sudor, logró conseguir proyectos. Primero en su Argentina natal, ahora en Berlín.
Ahora es cantante de ópera y profesora de canto, pero sobre todo una entusiasta que anima a cualquiera a ver la ópera. Dice que la ópera era antes lo que en estos días son las telenovelas, algo muy popular y nada elitista.
Gracias a ella, la Orangerie del castillo de Charlottenburg en Berlín inauguró sus veladas líricas.