Aquisgrán se encuentra a unos 70 kilómetros de la central nuclear belga de Tihange. Muchos temen un accidente atómico. Desde hoy, la ciudad distribuye tabletas de yodo como medida de precaución.
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Los habitantes de Aquisgrán miran con desconfianza hacia la frontera belga. En el país vecino, a menos de 70 kilómetros en línea recta, se encuentra la controvertida central atómica de Tihange. El bloque más antiguo, que tiene más de 4 décadas, debería haber sido desconectado hace dos años. Reiterados reportes de fisuras en las torres de refrigeración inquietan a la población. Por eso, las autoridades de la región alemana de Aquisgrán han adoptado una medida precautoria. A partir de este viernes, la gente puede encargar gratuitamente tabletas de yodo a través de un portal de internet, para estar preparada en caso de un accidente nuclear.
"Semejante medida no está prevista en principio en Alemania”, señala el encargado de temas ambientales del municipio de Aquisgrán, Markus Kremer. A nivel nacional, las tabletas se almacenan en forma centralizada, para ser distribuidas en caso necesario. Sin embargo, según explica Kremer, en el caso de Aquisgrán se llegó a la conclusión de que si se produce un accidente en Tihange, el yodo no podría ser repartido con suficiente rapidez.
La ingesta preventiva de yodo permite saturar la tiroides, de manera que si se respiran o ingieren partículas de yodo radiactivo, estas ya ni puedan fijarse en dicha glándula. De ese modo se reduce el riesgo de cáncer de tiroides. Pero solo eso. Además, las tabletas no son indicadas para personas mayores de 45 años ya que el riesgo de efectos colaterales supera al posible beneficio.
"No bagatelizar la situación”
Las autoridades están conscientes de que una medida preventiva como la adoptada puede intranquilizar aún más a la ciudadanía. "Por una parte no corresponde en absoluto sembrar el pánicos pero, por otro, tampoco podemos bagatelizar la situación”, señala Markus Kremer.
Los reactores atómicos de Bélgica movilizan de todos modos a los habitantes de Aquisgrán. En muchas ventanas y autos se ven autoadhesivos de una campaña de Los Verdes, que exhortan a desconectar Tihange. En el verano, se protestó con una cadena humana de 90 kilómetros, desde Tihange a la ciudad fronteriza alemana.
¿Sólo tabletas de yodo?
Las tabletas de yodo, por sí solas, no son suficientes si realmente se quiere estar preparado para una catástrofe nuclear. Así lo indica Hans-Josef Allelein, jefe de la cátedra de seguridad y técnica de reactores de la universidad técnica de Aquisgrán.
"Hay que tenerlo claro: es el primr paso. Si se tiene ese temor –que yo considero infundado- habría que tener en casa dos litros de agua por persona, alimentos básicos, tabletas de vitaminas, material para sellar puertas y ventanas, al igual que botas de goma”, apunta Allelein. A su juicio, el debate sobre las tabletas de yodo y sobre Tihange se ha desarrollado de forma "histérica”. Sobre todo le disgusta un estudio encomendado a la Universidad de Viena, que esboza posibles escenarios para la región en caso de que se rompiera el recipiente de presión del reactor y se produjera así el desastre. Dicho estudio señala que la región de Aquisgrán muy probablemente podrá verse afectada por la radiación. Si las condiciones meteorológicas son desfavorables, incluso esta podría alcanzar niveles como los que en 1986 llevaron a evacuar las inmediaciones de Chernóbil.
A juicio del Gobierno alemán, el estudio en cuestión no describe en forma suficiente el tipo de accidente ni las medidas de emergencia, razón por la cual no permite hacer deducciones concluyentes.
Cuatro décadas de movimiento antinuclear
Las manifestaciones antinucleares fueron las parteras del partido ecologista germano, el más influyente de su tipo alrededor del mundo, y allanaron el camino hacia el cambio energético en Alemania. Y la lucha sigue...
Imagen: AP
Nace un movimiento
El movimiento antinuclear alemán surgió a principios de los setenta, cuando una multitud protestó contra la erección de una planta atómica en Wyhl, cerca de la frontera francesa. La Policía fue acusada de hacer uso desproporcionado de la fuerza contra los manifestantes pacíficos. En 1975, los planes para construir la planta fueron archivados.
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Desobediencia civil
Inspirados por el éxito de las protestas contra la planta de Wyhl, otras manifestaciones de desobediencia civil fueron orquestadas a finales de los setenta. Aunque no evitaron la construcción de los reactores en Brokdorf y Kalkar, se hizo evidente que el movimiento anti-nuclear era una fuerza creciente.
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“¡No a los desechos nucleares!”
Gorleben ha sido escenario de protestas intensas contra la industria nuclear desde 1977, cuando se anunció por primera vez que desechos atómicos serían almacenados en una mina de sal abandonada, situada en esa localidad. Los habitantes de Gorleben dejaron saber que no permitirían que material radioactivo fuera depositiado cerca de su hogares.
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El poder de la gente
Desde el principio, el movimiento antinuclear alemán unió a pacifistas, ecologistas, académicos, estudiantes, organizaciones religiosas, granjeros y asociaciones vecinales que veían un vínculo directo entre la energía nuclear y la bomba atómica. Por estar en el frente de la Guerra Fría, la amenaza de una conflagración nuclear inquietaba a muchos alemanes.
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De los márgenes al centro
A finales de los setenta, activistas antinucleares unieron fuerzas con ecologistas y defensores de la justicia social para formar el Partido Verde. Hoy, esa formación es una de las más importantes en el espectro político alemán –obtuvo sus primeros escaños en el Bundestag en 1983– y el Partido Verde más poderoso del mundo.
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La peor pesadilla se hizo realidad
En 1986, la explosión de un reactor en una central nuclear ucraniana puso a la opinión pública germana en contra de la energía atómica en Alemania. El desastre de Chernóbil y la nube radioactiva que éste posó sobre Europa obligó a muchos alemanes a evitar tomar leche, comer carne fresca o permitir que los niños jugaran con arena por temor a la contaminación nuclear.
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Legisladores verdes
En 1998, los ecologistas se aliaron con los socialdemócratas en calidad de socios menores para gobernar el país juntos. En 2002, el Ejecutivo “verde-rojo” aprobó una ley que prohibía la construcción de nuevas plantas nucleares y limitaba la vida útil de las existentes. Se pautó que la última de ellas debía ser desactivada en 2022.
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Una prórroga para la industria nuclear
La Unión Demócrata Cristiana –el partido de Angela Merkel– siempre se opuso a la ley que le puso fecha de expiración a las plantas nucleares alemanas. Cuando esa formación llegó al poder en 2009, prolongó la vida de las centrales atómicas. Ese fue un duro revés para el movimiento antinuclear.
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Fukushima lo cambió todo
En 2011, el Gobierno de Merkel vio en la explosión de un reactor nuclear japonés y sus secuelas una buena razón para cambiar de rumbo: pocos días después del suceso, la canciller aprobó una ley que ponía fecha –año 2022– a la desactivación de las plantas atómicas en Alemania. De hecho, ocho reactores germanos fueron apagados ese mismo año.
Imagen: picture-alliance/dpa
La lucha continúa
Las metas del movimiento antinuclear alemán se han ido diversificando con el paso de los años. La apuesta por la energía renovable y la lucha contra los factores que causan el calentamiento global son parte de su agenda. La lucha continúa... Hace poco, un grupo de activistas logró detener al primer bote que transportaba residuos atómicos. Autor/a: Ruby Russell