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Arabia Saudita: el príncipe sueña con el futuro

28 de octubre de 2017

El príncipe heredero Mohammed bin Salman quiere reformar el reino. Solo de esta manera puede superar los desafíos económicos y sociales. Pero los planes para cambiar la cultura política son menos ambiciosos.

El Príncipe Heredero, de Arabia Saudita Mohammed bin Salman al-Saud
El Príncipe Heredero, de Arabia Saudita Mohammed bin Salman al-SaudImagen: picture-alliance/AA/Bandar Algaloud/Saudi Royal Council

Los gobernantes sauditas tienen un problema: tienen más súbditos que oportunidades de empleo. Entre 1980 y 2015, la población se cuadruplicó. Actualmente hay alrededor de 30 millones de habitantes, de los cuales diez millones son extranjeros. Y la población continúa creciendo a un ritmo de 2,2 por ciento por año. Unos dos tercios son menores de 30 años.

Si el mercado laboral continúa siendo tan deficiente como ahora, en un futuro va a ser un problema mayor encontrar trabajo. El 12 por ciento de la población ya está desempleada, según las estadísticas oficiales. Alrededor del 40 por ciento de los jóvenes menores de 24 años está buscando trabajo.

 

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Eso no augura nada bueno: según el Grupo de Comercio Arabia Saudita, hasta dos millones y medio de ciudadanos sauditas ya podrían estar sin trabajo para 2020. Y si continúan desempleados, no van a estar muy contentos con el Gobierno.

Lo que podría suceder se vio en los disturbios de la Primavera Árabe en 2011. En ese momento, el Estado aún podía aplacar los ánimos con subsidios y regalos. Pero es improbable que Arabia Saudita pueda mantener esta política de apaciguamiento

La caída del precio del petróleo llevó al país a un déficit récord de 98 mil millones de dólares en 2015. Y según la revista Germany Trade and Invest las pérdidas en 2017 pueden ser de 53 mil millones.

La Arabia Saudita del futuro

Algo tiene que hacerse. De ahí los ambiciosos planes del joven príncipe heredero Mohammed bin Salman, el hijo del actual rey Salman. "Espero que en el futuro Arabia Saudita no dependa del petróleo, sino que tenga una economía en crecimiento, con leyes transparentes. Un país fuerte en el mundo, en el que todo saudita pueda cumplir sus sueños y aspiraciones", dijo Bin Salman, nacido en 1985, en una entrevista con la revista The Economist en febrero de este año.

El príncipe heredero ya ha delineado sus objetivos en su "Visión 2030". Los planes incluyen la construcción de una nueva megaciudad: NEOM, que tendrá un tamaño de 26.500 kilómetros cuadrados y ocupará territorio tanto en Arabia Saudita, como en Egipto y Jordania. El príncipe se imagina un centro de tecnologías modernas para el futuro, industria energética y del agua, pero también un sector de entretenimiento.

Ubicación del proyecto NEOM.Imagen: NEOM

Una nueva imagen

De hecho, "el príncipe heredero tiene todas las razones para pensar en el futuro del país”, dice Sebastian Sons, politólogo y experto en Medio Oriente en el Consejo Alemán de Relaciones Exteriores (DGAP) en Berlín. "Arabia Saudita necesita modernizarse y reformarse económicamente, tiene que independizarse del petróleo y atraer a inversionistas particulares del exterior, para lo que se requiere una buena imagen”, afirma. Por eso se presenta ahora como reformador en lo económico, social y religioso. 

Actualmente, esa imagen no es muy buena: Arabia Saudita lidera desde aproximadamente dos años y medio una ofensiva militar en el vecino Yemen. Más de diez mil civiles han muerto, incluidos muchos niños. En el país más pobre de la región, ahora además devastado por los bombardeos, reina una epidemia de cólera. 

Arabia Saudita tampoco se ha desligado de su cruzada ideológica wahabista, su religión estatal, como tampoco del yihadismo internacional. Los libros escolares siguen enseñando una imagen muy negativa de otras religiones, incluido el cristianismo.

¿Pluralismo social? Más bien no

Sebastian Sons, autor de un renombrado estudio sobre Arabia Saudita, considera que es poco probable que el país se renueve culturalmente y practique un "Islam moderado", como lo ha anunciado Bin Salman. Por último, Sons advierte: "No se debe olvidar que sin el apoyo religioso de los wahabíes, la familia real saudita no tendría poder político”.

Kersten Knipp (jJOV/DZC)

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