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Argelia: socio seguro, futuro incierto

18 de septiembre de 2018

Alemania quiere ver en Argelia a un país de origen seguro para repatriar a migrantes, pero no puede. De visita en la nación magrebí, la canciller Angela Merkel constata que su precaria estabilidad política está en riesgo

Algerien Pressekonferenz Angela Merkel und Ahmed Ouyahia in Algier
La canciller de Alemania y el primer ministro de Argelia, Ahmed Ouyahia.Imagen: picture-alliance/dpa/M. Kappeler

Del presidente de Argelia, Abdelaziz Bouteflika, se dice que gobierna al país con mano dura desde 1999. Pero desde hace un lustro, tras sufrir un derrame cerebral, al exmilitar se le ve cada vez menos en la esfera pública. Cuando Manuel Valls lo visitó en 2016, siendo primer ministro de Francia, sus portavoces hicieron circular fotografías donde Bouteflika lucía enfermo e incapaz de sostener una conversación coherente con sus interlocutores. La imagen fue objeto de controversia; muchos consideraron que exhibir al mandatario argelino de esa manera era un acto de crueldad. Hoy, los activistas del movimiento de renovación política Mouwatana se preguntan si no es más cruel que un hombre en su estado siga llevando las riendas de la nación.

Quienes se atreven a manifestar en las calles en representación de Mouwatana y en contra de un quinto mandato de Bouteflika acusan a la élite política local de aferrarse al octogenario para no perder sus privilegios. A sus ojos, la debilidad física del presidente favorece a sus intereses. ¿Aplicará lo mismo para los jefes de Estado y de Gobierno occidentales que vuelan al norte de África para verlo? El viaje a Argelia de la canciller alemana, Angela Merkel, tiene lugar con un trasfondo evidente: el debate europeo en torno al destino de los migrantes cuyas solicitudes de asilo han sido denegadas en territorio comunitario.

Merkel y el presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, en una imagen de 2010.Imagen: picture-alliance/dpa/R. Jensen

Intereses europeos

En los últimos años, las autoridades alemanas han repatriado a cada vez más ciudadanos argelinos: en 2015 fueron 57; en 2017, 504; y en lo que va de año, 350, según un reporte publicado por el diario Rheinische Post. Ahora, Argelia se declara dispuesta a acoger a aún más argelinos asentados en Alemania sin documentación en regla. El problema es que ese país no está catalogado en Europa como un lugar de origen seguro, es decir, como un Estado capaz de garantizar la integridad física y otros derechos humanos fundamentales de quienes lo abandonaron huyendo de la persecución política. Expertos opinan que Argelia tiene merecido ese estatus.

Uno de ellos es Rachid Ouaissa, catedrático de la Universidad de Marburgo. El politólogo cuenta que varios ciberactivistas fueron detenidos la semana pasada, casi al mismo tiempo en que la Policía admitió que en sus dependencias se torturaba a los presos. "La gente empieza a correr peligro tan pronto muestra actividad política”, sostiene Ouaissa, agregando que la Justicia argelina no defiende cabalmente los pocos derechos políticos de los que disfruta la población. A principios de septiembre, cuando representantes de Mouwatana protestaron contra el Gobierno en la ciudad occidental de Constantina, varios fueron arrestados.

El debate migratorio sigue causando estragos en la política alemana.Imagen: picture-alliance/dpa/S. Hoppe

Argelia, inestable para propios y extraños

"Ese es un indicio claro de que el Ejecutivo le tiene pánico a los demócratas cuando éstos salen a las calles”, dijo al respecto Ali Benouari, otrora ministro devenido dirigente del movimiento Mouwatana. El especialista de la Universidad de Marburgo lo secunda: sí, el régimen tiene miedo, asegura Ouaissa en entrevista con DW. "En Argelia no tenemos una dictadura, como la que había en Túnez antes de la ‘Revolución Árabe' o como la que hay hoy en Egipto”, explica, concediendo que los argelinos disfrutan de algunas libertades políticas. Pero las deficiencias democráticas prevalentes no pueden pasar inadvertidas, advierte.

Ouaissa cita la constelación anterior al tachar de irresponsables las exportaciones de armas alemanas a Argelia, que en 2017 tuvieron un valor aproximado de 900 millones de euros. De esa cifra se deduce que Argelia es el cliente más importante de los fabricantes alemanes de armas y municiones. "Nosotros no sabemos quién va ascender a la jefatura del Gobierno cuando Bouteflika muera o cuando surjan conflictos entre los diversos clanes argelinos”, esgrime Ouaissa, alertando que la situación también se ha tornado más riesgosa para los migrantes provenientes del África Subsahariana. Algunos de ellos han sido obligados a regresar al desierto, con todos los riesgos que eso implica para sus vidas. La clase política europea, sobre todo la alemana, deberá sopesar toda esta información para determinar si puede seguir insistiendo en ver a Argelia como socio estable y potencial país de origen seguro.

Kersten Knipp (ERC/CP)

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