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Argentina pone en jaque la reputación del FMI

28 de febrero de 2020

El cambio de gobierno en Uruguay y los dolores de cabeza que está ocasionando Argentina al Fondo Monetario Internacional encuentran eco esta semana en la prensa alemana.

Argentinien: Proteste in Buenos Aires
Imagen: picture-alliance/R. Almeida Aveledo

A dos días del cambio de mando en Uruguay, el periódico TAZ, de Berlín, hace un balance al término de la era del Frente Amplio, tras tres períodos consecutivos de gobierno. "Aun cuando estos 15 años fuero todo menos una reestructuración socialista, cambiaron profundamente al país. Uruguay no es solo el país con menos desigualdad en Sudamérica, sino también el más próspero, en cuanto al ingreso per cápita. La economía va bien, en comparación con los vecinos, el desempleo y la inflación se mantienen a raya. Han entrado en vigor leyes progresistas relativas al aborto y al cultivo y consumo de cannabis. El legado de estos tres períodos legislativos del Frente Amplio incluye también la existencia de movimientos sociales bien organizados y sindicatos fuertes. (…)

Internacionalmente poco conocido, Lacalle Pou llamó la atención con su propuesta de incrementar el estancado número de habitantes de Uruguay acogiendo refugiados. Uruguay siempre ha sido un país de brazos abiertos para países que ahuyentan a su gente, como los venezolanos, cubanos y otros, dijo el próximo presidente. Pero seguramente tenía en la mira a los empresarios argentinos que escapan del regreso del peronismo”.

El Fondo Monetario no tiene la culpa

A los problemas de Argentina con su deuda externa se refiere un análisis del Süddeutsche Zeitung, de Múnich. "Desde hace unas dos semanas, han vuelto a aparecer en Buenos Aires los carteles que tantas veces se han visto allí en el curso de los años. ‘¡Fuera FMI!', dicen. Y quién podría tomárselo mal a la gente: una vez más, su país está al borde de la quiebra, nuevamente luchan con la recesión y la pobreza, y otra vez está en medio del desastre el principal prestamista mundial: el Fondo Monetario Internacional, aquella institución cuyas rigurosas medidas de ahorro ya sintieron dolorosamente los argentinos a comienzos de siglo.

La rabia de la gente es comprensible. Pero es injusta, porque el FMI lleva todavía el mismo nombre de entonces, pero ya no tiene mucho en común con la institución de fines de los años 90. En ese entonces no era errado describir al Fondo como una extensión del brazo de Estados Unidos, como guardián del capitalismo de corte más neoliberal. Pero ya bajo la jefatura del alemán Horst Köhler, comenzó a dejar más en manos de los países afectados la elaboración de los programas de reforma, y a tomar más en cuenta las posibles consecuencias sociales. Una evolución que prosperó con sus sucesores, Dominique Strauss-Kahn y Christine Lagarde, al extremo de que algunos expertos consideran que sus condiciones para otorgar créditos son ahora más bien demasiado suaves que demasiado duras. (…) Ciertamente el FMI ha vuelto a cometer errores. El primero fue otorgar un crédito de esa envergadura, pese a que era dudoso si los planes de reforma de Macri serían eficaces. (…) Pero las verdaderas causas del nuevo sobreendeudamiento radican en la propia Argentina”.

El desafío de Kristalina Georgieva

Un artículo que publica el diario económico Handelsblatt destaca que Lagarde heredó un problema serio a su sucesora, Kristalina Georgieva: el crédito concedido a la Argentina. "Llamarlo ‘problema' es casi subestimarlo. Con pocos meses en el cargo, podría constituir el mayor desafío para la búlgara. (…)

El asunto es peliagudo por tres razones. Primera: ya antes del crédito del FMI, el país se consideraba irremediablemente endeudado; segunda: las condiciones, es decir, el programa de reformas que acordó el FMI, eran demasiado suaves, según los críticos. En consecuencia, solo era cuestión de tiempo hasta que al país en crisis se le agotara el dinero. (…) Y tercera: el FMI pide una contribución de los acreedores para reducir la deuda, pero se autoexcluye. Según comunicó Georgieva, por razones legales, el Fondo no puede renunciar a que se le devuelva dinero. Eso es correcto, por una parte. Por otra, también está en juego la reputación del FMI, si evaluó tan equivocadamente la dinámica de endeudamiento de una economía y las consecuencias –un posible default- son tan crasas”.

(cp)

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