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Armas públicas, servicios privados

Enrique López Magallón25 de octubre de 2006

Los ejércitos de hoy son vistos como enormes nichos de mercado, aunque no cedan facultades en su terreno natural de acción: los campos de batalla en las zonas de conflicto mundiales.

La industria de la guerra.

El surgimiento del mercado orientado a las soluciones logístico-militares implica la privatización y diversificación de servicios anteriormente proporcionados por los ejércitos a sus soldados y oficiales. Klaus Naumann, antiguo comandante en jefe de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), afirma que “aparte de Estados Unidos, ningún otro miembro de la OTAN (y ciertamente ninguno de los países europeos integrantes de la alianza) será capaz de financiar una transformación completa de sus fuerzas armadas, por lo menos en esta década”.

No alcanza el dinero, ni alcanzará

En otras palabras, ni los presupuestos nacionales ni los dispensados por la Unión Europea bastan para sostener a instituciones tan robustas como los ejércitos europeos. El presidente de la empresa alemana Ecolog AG, con sede en Düsseldorf, lo dice así: “Nos encargamos de ofrecer servicios que apoyen y a la vez quiten una carga a las fuerzas armadas”.

Imagen: AP

Entre los servicios que el consorcio presta ya a soldados de ejércitos europeos está “la instalación, el mantenimiento y la limpieza de sanitarios móviles, así como el funcionamiento de la lavandería para los uniformes de las y los soldados. También está a nuestro cargo el manejo de desperdicios (incineración de residuos sólidos y tratamiento de aguas negras)”.

¿Ejércitos sin cuarteles?

Otras empresas, como Kärcher, aplican las tecnologías que las han hecho mundialmente famosas para prestar éstos y otros servicios. El ejemplo más notable son las irrigadoras de alta presión para lavar tanques y vehículos pesados, y cuya versión simplificada se usa en miles de hogares para quitar el polvo a los automóviles.

Imagen: AP

El consorcio habla en la parte más visible de su publicidad de “sistemas para las fuerzas de paz”. En su interior, en cambio, la folletería dice: “El Cuartel Militar Kärcher es un complejo militar móvil, que puede ser montado en poco tiempo para ofrecer a los soldados condiciones de vivienda y de trabajo similares a las de sus países de origen”.

Más adelante, se indica que esta ciudad ambulante “toma en cuenta los ordenamientos legales y los requerimientos técnicos que deben ser observados (por los ejércitos) en el cumplimento de ciertas tareas”, sin especificar cuáles son éstas. Bajo la foto de un sonriente oficial alemán, la publicidad describe a productos como una ducha equipada con calentador de agua, una tienda de campaña con clima artificial, y el generador de aire caliente.

Las plantas nucleares, otra meta

Por su parte, la empresa italiana Cristianini ofrece “sistemas de desintoxicación y descontaminación”. Aunque sus clientes potenciales también son los ejércitos y las “fuerzas de paz”, Cristianini ha tenido otro tipo de socios; por ejemplo, la mexicana Comisión Federal de Electricidad (CFE), que utiliza la tecnología en su planta nuclear de Laguna Verde.

La empresa italiana le vendió a la CFE equipo consistente en bombas de alta presión tanto para agua como para soluciones descontaminantes. Asimismo, le proporciona la fórmula líquida que descontamina los vehículos de la planta nuclear y que, además, mitiga los niveles de radioactividad.

Todo lo anterior confirma una tendencia clara, aunque no nueva, en el comportamiento de los ejércitos europeos. Soldados y oficiales se concentrarán cada vez más en sus tareas bélicas, cualesquiera que éstas sean, mientras que los servicios logísticos quedarán a cargo de empresas privadas. La competencia entre éstas es visible e intensa. Se trata, acaso, de una lección suprema de la guerra de Irak: por mucho que cuesten, las concesiones siempre resultarán un ahorro para los presupuestos estatales. Y un millonario negocio para los concesionarios. Si no, que le pregunten a Halliburton.

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