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Arresto de Assange sienta un peligroso precedente

11 de abril de 2019

La forma en que abordemos el caso del fundador de WikiLeaks revelerá cuán importante nos es en realidad la libertad de prensa y opinión, incluso cuando entra en conflicto con Estados Unidos, opina Matthias von Hein.

Imagen: Getty Images/AFP/D. Leal-Olivas

Ha sucedido. Se había especulado a menudo con ello y, finalmente, las autoridades ecuatorianas abrieron las puertas de su Embajada a la Policía británica y Julian Assange fue detenido. Se trata de una burla del estado de derecho y un ataque frontal contra la libertad de prensa y opinión y la libertad de los periodistas para publicar verdades incómodas. Nadie puede creer seriamente que los británicos han hecho el esfuerzo millonario de vigilar durante años la Embajada solamente para ejecutar una orden de arresto del año 2012.  Porque no hay nada contra Assange, excepto el hecho de que el fundador de WikiLeaks infringió en 2012 la orden de presentarse ante la Policía en el marco de su libertad condicional. Por ese motivo, en el mismo Reino Unido normalmente solo se impone una multa económica y hay, como máximo, doce meses de arresto. Así pues, la situación de Assange puede calificarse como absolutamente desproporcionada, dado que desde hace nueve años su libertad se ha visto masivamente restringida y que en los últimos siete años ha estado encerrado en una pequeña habitación sin luz del sol en la Embajada de Ecuador en Londres. 

Prioridad de Estados Unidos

Todo ello encuentra explicación solo dentro de un marco más grande: los británicos prestan un servicio administrativo a sus amigos estadounidenses, ya que Estados Unidos solicitarán la extradición y Londres la concederá. Desde otoño de 2018 se sabe que un tribunal estadounidense preparaba una demanda contra Julian Assange por revelación de secretos. Es una sospecha que existe desde hace años. El vicepresidente de EE.UU., Mike Pence, calificó en 2017 la detención de Assange como una prioridad. Igualmente, en abril de 2017, el entonces recientemente nombrado director de la CIA, Mike Pompeo, describió WikiLeaks como "servicios secretos enemigos no estatales”. Y agregó: "Es algo que debe terminar”. 

Matthias von Hein, redactor de Deutsche Welle.

En aquel momento, Pompeo amenazaba y tenía esperanzas porque el Gobierno de izquierdas liderado por Correa terminaba su mandato en Ecuador. Con Correa, el pequeño Ecuador asumió la protección de Assange en una posición que recordaba la lucha de David contra Goliat. El sucesor de Correa, Lenin Moreno, cambió esta política. Seguramente no es ninguna casualidad que a Assange se le pusiera cada vez más difícil su ya de por sí compleja situación dentro de la Embajada. Hace un año, se le cortaron las comunicaciones telefónicas y por internet. Assange no podía recibir visita alguna, excepto la de sus abogados. Y desde hace poco sabemos que incluso estas visitas fueron vigiladas electrónicamente, algo ilegal. 

A principios de marzo de 2019 Estados Unidos mostró que estaba redoblando sus esfuerzos para juzgar algún día a Assange. Desde entonces vuelve a estar en prisión Chelsea Manning, la fuente de las filtraciones más famosas, los llamados "Registros de la guerra de Irak” y los "Diarios de guerra de Afganistán”. Manning, que estuvo casi siete años en la cárcel por estas filtraciones hasta que la indultó el entonces presidente, Barack Obama, se ha negado a declarar como testigo contra WikiLeaks.

La verdad a menudo es incómoda

Por supuesto, WikiLeaks es incómodo. Porque, a menudo, la verdad lo es. Sobre todo para organizaciones con gran poder a las que les gusta operar bajo el radar de la opinión pública. Como el Ejército, los servicios secretos, la diplomacia y la política de Estados Unidos. Pero la verdadera democracia necesita esas verdades incómodas, necesita ciudadanos informados precisamente sobre procedimientos que a sus Gobiernos les gustaría mantener ocultos bajo un manto de silencio. Julian Assange nunca ha traicionado secretos. Los ha publicitado. Igual que otros medios cuando hacen bien su trabajo. Y además, los medios alemanes se han beneficiado masivamente de material procedente de Wikileaks. Es hora de dar la cara por el hombre que ha hecho accesible ese material, pues cualquier otro medio podría ser el siguiente.

El antiguo ministro alemán de Defensa Peter Struck argumentó ante los alemanes la misión en Afganistán de la Bundeswehr, el Ejército alemán, diciendo unas palabras casi convertidas en proverbio: "La seguridad de Alemania también se defiende en el Hindukush”. Con la misma razón hoy se puede decir: hay que defender en Londres la libertad de prensa y opinión. Todos debemos hacerlo.

(ms/ers)

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