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SociedadAlemania

Primer día de colegio en Alemania en tiempos de coronavirus

Rosa Delia Macias Reyes
17 de agosto de 2020

En Alemania es una fecha llena de emociones para toda la familia. En las escuelas se celebran actos especiales para dar la bievenida a los pequeños, pero este año, por el coronavirus, hubo otras normas y muchos cambios.

Niños en su primer día de escuela primaria en Alemania.
Niños en su primer día de escuela primaria en Alemania.Imagen: privat

El primer día de escuela primaria de los niños en Alemania, la Einschulung, es muy emotivo para todos los miembros de la familia. También para los comerciantes: los padres gastan más dinero ese día en sus hijos que en regalos de Navidad. En promedio, 60 euros solo en obsequios. En internet se puede encontrar todo tipo de información para esta fecha tan esperada: consejos para el perfecto día de escolarización, para los padres, y todo lo que no puede faltar. Con lo que les cuento, ya se habrán percatado de cuán relevante es este evento.

Los alemanes suelen decír que con la escuela primaria "beginnt der Ernst des Lebens": comienza la vida real, en serio. Siempre me pareció muy exagerada esa frase. Pero, en la actualidad, en tiempos de coronavirus, tiene bastante de verdad.

En el primer día de clase en Alemania no puede faltar la "Schultüte", el cucurucho escolar. En el interior, regalos y golosinas para endulzar un día muy especial. (8.08.2020).Imagen: picture-alliance/dpa/J. Büttner


Faltó ver el rostro de niños y maestros

Antes de las vacaciones de verano, la directora del centro nos informó a través de una carta a nosotros, los padres, sobre cuáles son las nuevas normas que debíamos tomar en cuenta el día de la escolarización. 

Antes de entrar al colegio, nos desinfectamos las manos. Nos aconsejaron no llegar con mucha antelación para evitar la aglomeración de gente en la entrada. La celebración tuvo lugar en dos turnos; en otros colegios, se hizo en dos días diferentes.

En mi caso, mis mellizos van a un colegio católico y a diferentes clases. Esta vez no se celebró la tradicional misa en la iglesia para padres, abuelos, hermanos y padrinos, sino un acto de bienvenida en el patio interior del colegio, al aire libre, con asientos asignados y con una hoja donde escribir los datos personales, por si hubiera contagios. Todos sin excepción, llevaban mascarillas y estaban sentados a distancia. Tuvimos suerte, ya que en algunos centros escolares solo pudo acudir uno solo, o la madre o el padre, y nadie más.

Fue muy extraño no poder ver las caras de los futuros amiguitos de mis hijos, ni tampoco el rostro de sus maestros. Todos los padres queremos saber si los profesores parecen simpáticos, cariñosos, serios, estrictos. Nos quedamos con las ganas.

Niños de camino a su primer día de clase en Alemania. (8.08.2020).Imagen: picture-alliance/dpa/P. Pleul

Aplaudir sí, cantar no

Aunque tanto la directora del colegio como el sacerdote mencionaron varias veces la difícil situación que está viviendo el planeta con la pandemia, los pequeños protagonistas, sin embargo, escucharon una preciosa y divertida historia sobre un león que quiere aprender a escribir para conquistar a una leona, recibieron muchas palabras de ánimo por parte del sacerdote y la directora, y largos minutos de muy ruidosos aplausos de los padres. Luego pasaron su primera hora oficial de clases en sus respectivas aulas.

Los padres no pudimos entrar al edificio, ni conocer de cerca a los compañeros de los niños, charlar con los maestros, ni saber dónde se sientan, y cómo es el aula. Tampoco será posible en el futuro mientras el coronavirus siga rondando.

Nos quedamos en el patio durante un hora, por supuesto con mascarilla y a distancia. Allí fuí consciente de que mis hijos entran en una nueva etapa de sus vidas, con coronavirus incluido.

A partir de ahora tienen que usar mascarilla al entrar y al salir del colegio, al ir al baño, si se levantan de su asiento en la clase o si se acerca el maestro a su mesa. También deben llevarla puesta en todas las zonas comunes.

Cuando los pequeños regresaron al patio, tuvimos que abandonar el edificio, con puntualidad germana, para evitar que coincidieran los dos turnos de niños con sus padres. Esta vez tampoco hubo bebidas, ni comida, ni música, como es usual en las ceremonias de inicio escolar en Alemania.

Al salir del lugar, los abuelos, padrinos y demás familiares esperaban a los niños con regalos en los alrededores de la escuela. No hubo abrazos, ni besos, pero sí muchas felicitaciones y lágrimas de alegría y de orgullo, pero también de pena, cuando mis hijos me preguntaron si podían abrazar a su abuela, "no besarla, solo abrazarla".

Así y todo creo que mis hijos tendrán un bonito recuerdo de ese día, porque todos quisimos que fuese un evento alegre, y lo más normal, dentro de lo posible. No me gusta decir que fue un acto dentro de la "nueva normalidad”, porque ¿qué tiene de normal que no se pueda besar y abrazar a los familiares? 

(cp)

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