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Asesinato en Belgrado

12 de marzo de 2003

Serbia se encuentra en estado de emergencia. El asesinato del primer ministro Zoran Djindjic, en Belgrado, provocó consternación internacional y amenaza con sumir en una nueva crisis a esta república balcánica.

Zoran Djindjic encarnaba las esperanzas reformistas en Serbia.Imagen: AP

El estado de emergencia fue impuesto en Belgrado y el ejército asume las funciones policiales, mientras continúan las investigaciones para dar con los francotiradores que acabaron con la vida del primer ministro serbio, Zoran Djindjic. El atentado no sólo iba dirigido contra su persona, sino también contra la democracia y la estabilidad en la región de los Balcanes, señaló el ministro de Relaciones Exteriores alemán, Joschka Fischer, al manifestar la profunda consternación por el crimen. En todos los partidos políticos alemanes y en múltiples capitales del mundo se sucedieron las declaraciones de duelo y repudio al asesinato de este político, indisolublemente ligado a la lucha contra el régimen de Slobodan Milosevic.

Coraje democrático

Zoran Djindjic, de 50 años de edad, encarnó como pocos el ímpetu democrático, la voluntad de reformas y la decisión de devolver a su país su lugar en el concierto internacional. Entre otras cosas, tuvo el coraje suficiente para entregar a Milosevic al tribunal de crímenes de guerra de La Haya, pese a la oposición del entonces presidente yugoslavo, Vojislav Kostunica, y de miles de adeptos del antiguo déspota nacionalista serbio.

Ese fue probablemente el hito más destacado de su carrera política, ardua y llena de sobresaltos. Profesor de filosofía en la universidad de Novi Sad, Djindjic fundó junto a otros intelectuales serbios el Partido Demócrata en 1989, año en que se desmoronó la cortina de hierro. Cinco años más tarde fue elegido presidente de dicha colectividad.

Arduo camino

Djindjic, junto a Vuk Draskovic, encabeza una protesta contra Milosevic, en 1996.Imagen: AP

En 1998 obtuvo su primer triunfo, tras casi tres meses de manifestaciones masivas contra el régimen de Milosevic: el presidente yugoslavo reconoció la victoria de Djindjic en las elecciones para la alcaldía de Belgrado. Pero, en esa posición, siguió siendo víctima de las arbitrariedades del gobierno, y finalmente dejó el cargo.

Muy conocido en el extranjero y especialmente en Alemania -donde pasó un período como estudiante-, el político serbio no gozaba de tanta popularidad en casa, de manera que en las elecciones presidenciales yugoslavas del 2000 prefirió respaldar la candidatura de Vojislav Kostunica, quien triunfó en buena parte gracias a su ayuda. En los posteriores comicios parlamentarias serbios, su coalición opositora DOS arrasó con lo que quedaba del régimen de Milosevic, y Djindjic se convirtió en primer ministro.

Inquietantes perspectivas

Desde entonces tuvo que luchar, en primera línea, contra la desastrosa situación económica, producto de los años de aislamiento, las sanciones internacionales y la corrupción. En el terreno político, su gestión no estuvo excenta de conflictos. La entrega de criminales de guerra a la corte de La Haya y su apoyo a los esfuerzos por convertir a Yugoslavia en una confederación poco rígida de los estados de Serbia y Montenegro, le valieron más de una crítica en el país que ahora, con su muerte violenta, enfrenta un período de inquietante incertidumbre.

De acuerdo con algunos expertos, como Franz Lothar Altmann, de la Fundación de Ciencias políticas de Berlín, el vacío de poder que se ha producido será difícil de llenar. De hecho, Serbia también carece actualmente de un presidente electo, dado que tras varias votaciones no fue posible elegir a un sucesor para Milan Milutinovic. El cargo lo detenta, interinamente, la presidenta del parlamento. La situación es, sin duda, extremadamente delicada, teniendo en cuenta que quedan muchos aspectos importantes por aclarar, como el futuro de la provincia de Kosovo, o las relaciones con Montenegro. Altmann advierte que ahora puede desatarse una lucha de poder, en un país en el que la democracia aún no se ha consolidado, y teme que dicha batalla pueda adoptar formas violentas. Desde ya, en Belgrado se ha decretado el estado de emergencia.