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Assad y el fracaso de Occidente en Siria

Rainer Sollich
17 de julio de 2020

A pesar de la guerra en su país, el presidente de Siria, Bashar al-Assad, se ha mantenido en el poder durante 20 años. Eso se lo debe no solo al apoyo militar de Rusia e Irán, opina Rainer Sollich.

Syrien Präsident Assad - Rede vor Diplomaten in Damaskus
Imagen: picture-alliance/AP Photo/Syrian Presidency

Bashar al-Assad gobierna en Siria desde hace dos décadas. Desde su punto de vista, el balance debería ser más que satisfactorio: aplastó brutalmente el levantamiento que se produjo en el marco de la "Primavera Árabe" en 2011 y ganó gracias a la masiva ayuda militar de Rusia e Irán la guerra que siguió. Los opositores de Assad ahora dominan solo unas pocas áreas y se han reducido a unas pocas milicias predominantemente islamistas.

Rainer Sollich, de DW.

Esas milicias son en parte apoyadas por Turquía. Pero después de numerosas atrocidades cometidas por el "Estado islámico" y grupos similares, muchos observadores en Occidente consideran que el dictador secular Assad es, en última instancia, el mal menor. Desde hace tiempo, los gobiernos occidentales ya no exigen su dimisión. Y la oposición democrática, que inicialmente encontró muchas simpatías en Europa y EE. UU., se encuentra completamente marginada. El hecho de que Assad esté hoy tan fortalecido, no es solo el resultado de la intervención de Rusia e Irán. También es el resultado de un fracaso de la política occidental.

Occidente le ha fallado a los sirios

A pesar de algunos cambios ocasionales, bajo la presidencia de Donald Trump Estados Unidos busca una retirada estratégica de la región y esta además muy preocupado consigo mismo. El predecesor de Trump, Barack Obama, ya había conseguido que la política occidental hacia Siria pareciera escandalosamente ridícula e inofensiva cuando amenazó al régimen de Assad con consecuencias militares por utilizar armas químicas, sin subrayar su amenaza con hechos.

Y la Unión Europea se limita a la ayuda humanitaria y trata de evitar que muchos más refugiados lleguen a Europa desde Siria y la región. A cambio, ha convertido a Turquía, un socio de la OTAN poco fiable, en el portero de Europa y tolera condiciones humanitarias desastrosas en los campos griegos de acogida.

Los crímenes de guerra deben ser castigados

Un pequeño rayo de esperanza es que en un país de la UE como Alemania, se están realizando ahora juicios contra presuntos criminales de guerra sirios: los partidarios del régimen tienen que responder por sus acciones tanto como los yihadistas opositores. Es loable e importante que los casos individuales se traten en los tribunales. Cabe esperar que algún día se examine más detenidamente el cuestionable papel de los países del Golfo y Turquía en la financiación de los grupos armados.

Pero también hay una gran responsabilidad política por los 500.000 muertos que se calcula que hubo en la guerra de Siria, por los bombardeos de civiles, escuelas y hospitales. Y está claro dónde habría que buscar esa responsabilidad si alguna vez hubiera algo parecido a la justicia para Siria: el presunto mayor criminal de guerra reside desde hace 20 años en el palacio presidencial de Damasco y sus cómplices están en Moscú y Teherán.

(gg/er)

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