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Con una ayudita de Ikea

4 de octubre de 2011

Ikea financia el mayor centro de refugiados del mundo, y Bill Gates es mecenas de la Organización Mundial de la Salud. La ayuda humanitaria de empresarios está remplazando a la de los gobiernos.

Central de Ikea en Gotenburgo, Suecia.
Central de Ikea en Gotenburgo, Suecia.Imagen: Illuscope


A la entrada del campamento de refugiados de Dadaab, en el noreste de Kenia, se erige una placa de madera sobre la cual están grabados los nombres de todas las organizaciones de ayuda al desarrollo que hicieron posible la supervivencia de 450.000 somalíes. Save the Children, Oxfam, Handicap International: la lista es larga, y ahora se suma a ella Ikea, la corporación de origen sueco de venta de muebles y artículos para el hogar.
 

Grandes empresas donan para ayuda humanitaria

La Fundación Ikea pone a disposición del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) 62 millones de dólares para brindar alimento y asistencia médica a los refugiados en Dadaab, víctimas de la hambruna en el Cuerno de África. Una suma que, por lo general, sólo pueden ofrecer países ricos. ACNUR, que nunca antes había recibido una donación privada por un monto tan alto, no tiene, sin embargo, ningún problema con este tipo de aportes. “Les damos la bienvenida a las donaciones del sector privado”, dice Olivier Delarue, responsable en ACNUR de los contactos con empresas. “Necesitamos del sector privado en todo sentido, tanto donaciones individuales, como de empresas y de personas pudientes”, explica Delarue.

La Fundación Ikea donó 62 millones de dólares para el centro de refugiados en Dadaab, Kenia.Imagen: Picture-Alliance/dpa

La cooperación de ACNUR e Ikea va más allá de las importantes donaciones para Dadaab. Hace tiempo que Ikea asesora también a ACNUR en el aspecto logístico. ACNUR aprende de la casa de muebles sueca como se maneja eficientemente un depósito de mercancías y cuál es el mejor modo de empaquetar bienes de ayuda humanitaria. El resultado es positivo para todos los interesados, opina Olivier Delarue. Ikea se perfila mejor aún como empresa que ayuda a una buena causa, y ACNUR demuestra a sus donantes potenciales que trabaja de manera profesional y conciente de los costos.
 

Donaciones estancadas

Cuantas más donaciones privadas, mejor, cree Olivier Delarue. “Recibimos con gusto este tipo de donaciones porque de ese modo se amplía la base financiera de ACNUR”, señala. Pero todavía son los gobiernos los que aportan la mayor parte del presupuesto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Sin embargo, esas sumas llegaron a un nivel alto pero se estancaron. Al mismo tiempo, la comunidad internacional presenta desafíos cada vez mayores a ACNUR y a otras organizaciones humanitarias, por lo que se necesitan más recursos, que son provistos cada vez más por donantes privados.

El precio de la independencia

La organización de ayuda Médicos sin Fronteras (MSF) dio, incluso, un paso más adelante financiando sus misiones en un 90% a partir de donaciones privadas. Pero ese dinero proviene principalmente de individuos y no de empresas o fundaciones, aclara Laurent Sauveur, responsable de recaudación de fondos de MSF Suiza: “En MSF somos concientes de que las empresas representan un potencial que no aprovechamos.” Sauveur no excluye básicamente cooperaciones con empresas, pero trata de evitar a cualquier precio los conflictos de intereses. “Siempre tratamos y seguiremos tratando de conservar nuestra independencia, y no queremos entregar nuestra imagen a cualquier empresa”, señala.

Médicos sin Fronteras es financiado sobre todo por personas privadas.Imagen: picture-alliance/ dpa

Médicos sin Fronteras no sólo se mantiene a distancia de las grandes empresas, sino también de los gobiernos. La organización no quiere transformarse en modo alguno en un instrumento para fines de política exterior. Aunque al final eso resulte en menos dinero y sus proyectos sean menos predecibles en lo financiero. Y a pesar de que los gobiernos tengan fama de ser donantes confiables y leales y de que la voluntad de los donantes decaiga, como sucede actualmente.
 

Esperando a Bill Gates

Esa merma en la disposición a cooperar la está sintiendo en carne propia la Organización Mundial de la Salud (OMS), y muy dolorosamente. En el año en curso, la OMS registra un déficit presupuestario de 300 millones de dólares. A todo esto, está apoyada por la Fundación Bill y Melinda Gates, la mayor asociación de beneficencia del mundo. La Fundación Gates donó a la OMS un total de 220 millones de dólares en el período 2010-2011. Con eso, la familia Gates se convierte en el segundo mayor donante mundial de la OMS, después del Gobierno de EE. UU. “La OMS recibe el dinero en forma de subsidio a proyectos”, explica Alex Ross, encargado de cooperaciones en la sede de la OMS, en Ginebra. “Luego de llevar a cabo un proyecto, presentamos informes. Y eso es todo. La Fundación no asume un rol de control dentro de la OMS”, subraya Ross.

La Fundación Bill Gates, 2º mayor donante de la OMS después de EE. UU.Imagen: picture-alliance/ dpa

El dinero de los Gates se destina a proyectos claramente definidos de antemano. Pero la donación ideal, según las organizaciones de ayuda humanitaria, tiene características diferentes, ya que no está vinculada a un objetivo. De ese modo, cada asociación puede decidir en qué utilizarlo. Sin embargo, los grandes donantes del mundo empresarial no lo aceptan. “Muchas empresas donantes deben rendir cuentas a sus accionistas o al directorio de su fundación”, dice Olivier Delarue, de ACNUR. “Entonces es más fácil si se realizan donaciones para una meta específica. Eso permite poder apreciar mejor el efecto inmediato del dinero aportado.”

Con esta nueva clase de socios donantes también ha nacido una nueva jerga de negocios en el mundo de la ayuda humanitaria. Todos hablan ahora de rédito o “retorno de inversiones”. Lo que en realidad quieren decir es que las donaciones salvan vidas humanas.

Autora: Claudia Witte/ Cristina Papaleo
Editora: Emilia Rojas-Sasse 

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