Ayotzinapa: un espanto sin fin
28 de enero de 2015 En alemán hay un dicho que dice "más vale un final con espanto que un espanto sin fin". Aún cuando la fiscalía general de México declarara este 27 de enero oficialmente muertos a los 43 estudiantes desaparecidos en septiembre pasado en Ayotzinapa y decidiera dar cierre así a uno de los peores casos de violencia registrados en la historia reciente del país, para México el espanto todavía no tiene fin.
La fiscalía mexicana presenta en base a las declaraciones de más de 90 detenidos una cronología de los acontecimientos de aquel triste 26 de septiembre en Iguala. La versión oficial resulta plausible, y si hubiera vestigios de los presuntos asesinados probablemente nadie la pondría en duda. Se podría cerrar entonces el capítulo y empezar el doloroso y largo camino de luto.
Pero para todos aquellos en los que resuena aún el grito de “vivos se los llevaron y vivos los queremos”, como es el caso de los padres de los estudiantes desaparecidos y también de miles de ciudadanos que no tienen corta memoria, resulta difícil dar carpetazo a este hecho. Hay tantas preguntas abiertas, tantas contradicciones pequeñas y grandes en relación con esta historia que de boca del fiscal parece tan clara, que es difícil ponerla ad acta y aceptarla como “verdad histórica de los hechos que debe tener validez jurídica”.
Las dudas no son solo de los deudos. Organizaciones de renombre y de la talla de Amnistía Internacional e investigadores reconocidos hacen hincapié en una serie de contradicciones que hacen que el rompecabezas que ahora presenta la fiscalía mexicana no genere credibilidad.
Uno se pregunta cómo sicarios que no son capaces de diferenciar entre estudiantes y miembros de una banda enemiga, son capaces de quemar 43 cuerpos en tan poco tiempo y con tanta precisión que no queda de ellos absolutamente nada más que una única muela y un trozo de dedo. Esta es solo una de muchas preguntas y dudas. Ante la magnitud de este crimen, lo que correspondería es que se contestara y aclarara hasta la última de ellas antes de cerrar el caso.
¿Qué creer, a quién creer? 43 desaparecidos, una bolsa de cenizas, una muela y el trozo de un dedo, además de un informe de más de 800 páginas con muchas contradicciones. ¿Qué se puede construir sobre estos restos? ¿Confianza al gobierno, a la fiscalía, a la justicia? Al final la duda persiste. El espanto todavía no termina.