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Bélgica: fin de una crisis de nueve meses

Luna Bolívar Manaut20 de marzo de 2008

Las negociaciones han sido un auténtico embarazo, el parto difícil y con complicaciones. Bélgica, un país dividido en dos regiones y tres idiomas, ha logrado por fin traer al mundo a un Ejecutivo quintillizo y frágil.

El democratacristiano flamenco Yves Leterme jura ante el rey belga el cargo de presidente.Imagen: picture-alliance/ dpa
Bélgica: país de alta tradición en la Vieja Europa, miembro fundador de la Unión Europea, su capital, Bruselas, es sede de la actividad política comunitaria. ¿Resulta imaginable que un Estado con tales credenciales pueda llegar a desaparecer del mapa continental?
Desde los comicios de junio de 2007, Bélgica carecía de gobierno definitivo.Imagen: AP

Según reflejaron varias encuestas durante los nueve meses que ha durado la crisis de gobierno, un 43% de los valones temía por la integridad del país, y casi la mitad de los flamencos se declaraba a favor de la partición oficial del territorio. Los manifestantes que en noviembre de 2007 salieron a las calles de Bélgica ataviados con banderas nacionales lo hacían para demostrar su apoyo a la unidad del Estado.

El sistema de partidos es en Bélgica tan curioso, que lo extraño es que funcione. Sin embargo, con el paso del tiempo se fue creando una dinámica equitativa que permitió la gobernabilidad. No es la primera vez que los belgas tienen que esperar para saber quiénes serán sus ministros, pero la formación de gobierno se alargó en esta ocasión mucho más de lo acostumbrado, con el nacionalismo regional amenazando en el trasfondo.

Entre Flandes y Valonia

El motivo por el pocos se interesan por Bélgica tiene quizás que ver con su reducido tamaño, su población de escasos 10 millones de habitantes, o con que Bruselas parece haberse convertido en una ciudad en el limbo que sólo se alimenta de la diplomacia. Y, no obstante, en el país del chocolate se vive un enfrentamiento regional nada dulce.

En el norte Flandes, en el sur Valonia. En el norte flamenco, en el sur francés, en el este alemán.Imagen: AP Graphics Bank/Wolf Broszies

Bélgica la forman el francófono sur, Valonia, y el flamenco norte, Flandes. Los flamencos son mayoría (componen el 60% de la población), y viven desde hace 40 años un impulso económico que los enriqueció mientras el sur se estancaba. El 80% de los habitantes de Bruselas son valones, pero la capital es una isla en territorio flamenco. En el este del país, además de francés y flamenco, una minoría de unas 73.000 personas mantiene al alemán entre los idiomas oficiales.

Los principales partidos políticos belgas se han dividido en una vertiente valona y una flamenca. Liberales y socialistas se llevan bien entre ellos, los cristianodemócratas, en sus fracciones francófona y flamenca, tienen problemas para entenderse. El Gobierno lo forman tradicionalmente valones y flamencos a partes iguales. Puesto que la población flamenca es superior en número, el presidente suele proceder de esta región del país.

Crónica de la próxima crisis

Yves Leterme celebra la victoria electoral, el 10 de junio de 2007.Imagen: AP

Las últimas elecciones parlamentarias se celebraron en Bélgica el 10 de junio de 2007. El cristianodemócrata flamenco Yves Leterme ganó en Flandes y superó en porcentaje de votos al liberal Didier Reynders, vencedor en Valonia. Por lo tanto, a Leterme le correspondía formar gobierno. Unos tres meses esperaban los belgas que se alargara la composición del Ejecutivo. A los seis, el rey Alberto II empezó a perder la paciencia. Hasta ahora, Bélgica ha sido dirigida por un gabinete de transición.

El principal problema que se interponía entre Leterme y la presidencia era una anunciada reforma del Estado. “Mañana nos ponemos a trabajar en esta dirección”, dijo en el mismo momento de conocer los resultados electorales. Flandes quiere más independencia. Valonia teme que su inferioridad económica aumente y sus políticos se niegan a colaborar con los planes renovadores de Leterme: liberales y socialistas hundieron dos veces la posible mayoría parlamentaria del cristianodemócrata.

Presidentes, entrante y saliente: Yves Leterme (izq.), Guy Verhofstadt (dcha).Imagen: picture-alliance/ dpa

En esta batalla ha habido de todo, principalmente actuaciones vergonzosas dentro y fuera de lo meramente político. Leterme confundió el himno nacional belga con el francés, Reynders se dedicó a hacer publicidad de relojes de lujo en las reuniones con sus colegas. El rey tuvo que recurrir al presidente saliente, derrotado en las urnas, Guy Verhofstadt, para forzar a la clase política a llegar a un acuerdo, y éste se logró sin el futuro jefe de Gobierno, que se encontraba convaleciente.

Los belgas respiran aliviados porque sus representantes han logrado por fin sacar adelante las cuarenta páginas del acuerdo de coalición. Leterme será un presidente muy débil, cuya valoración ha caído en picado en las encuestas. Cinco partidos formarán el Gobierno: los conservadores y liberales de Valonia y Flandes, además de los socialistas. Los nacionalistas flamencos de NV-A, socios de Leterme, se quedan fuera del Ejecutivo, igual que la reforma estatal no tiene cabida en el programa de la coalición.

Alivio porque cayó el telón de este teatro. Pero ni la prensa ni los analistas creen en el nuevo Ejecutivo. “Este Gobierno esconde la cabeza en la arena, evita enfrentarse a los problemas y se ha quedado estancado en la cultura de las promesas”, opina el diario flamenco De Morgen. “Sería exagerado tildar al acuerdo alcanzado de programa. Hablemos mejor de catálogo de buenas intenciones”, escribe el periódico francófono belga La Libre Belgique. El rotativo De Tijd comenta: “Entre las líneas de esta declaración de gobierno está escrita la crónica de la próxima crisis."

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