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Balance del gobierno de Merkel: política internacional y de seguridad

24 de septiembre de 2009

La paz en Cercano Oriente sigue siendo un sueño. Rusia se manifestó como un socio difícil; las relaciones con Estados Unidos mejoraron y Obama conquistó el corazón de los alemanes antes que el de la canciller.

El entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, con el ministro alemán de Relaciones Exteriores.
El entonces candidato a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, con el ministro alemán de Relaciones Exteriores.Imagen: picture-alliance/ dpa

Cuando Angela Merkel llegó a la cancillería de Berlín, un objetivo estaba escrito en mayúsculas en la agenda de política internacional: relajar las tensiones en la relación entre Estados Unidos y Alemania. La antipatía entre George W. Bush y el antecesor de Merkel, Gerhard Schröder, que surgió por la oposición de este último a la guerra de Irak, había enfriado notoriamente la relación.

La líder de los cristianodemócratas de la CDU desarrolló rápido una onda común con el republicano Bush, quien por su parte no escatimó nunca en elogios a la canciller alemana. Contrariamente a Schröder, Merkel pudo permitirse criticar al presidente estadounidense: por el escaso aporte de su gobierno a la protección medio ambiental o por la prisión de Guantánamo, cuyo cierre exigía Berlín. Tales divergencias no se discutieron en público, sino que fueron ventiladas durante un asado de jabalí en el noreste alemán o en el rancho tejano de Bush. El presidente de Estados Unidos acabó por aceptar que el Gobierno alemán no querría bajo ninguna circunstancia enviar sus soldados al sur de Afganistán.

La armoniosa tranquilidad que reinaba en la relación entre Washington y Berlín fue enturbiada brevemente por la visita del candidato a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama, quien había escogido nada más y nada menos que la Puerta de Brandeburgo para su discurso. Disgustada, la canciller se apresuró a enviarle una negativa al entonces senador por Illinois. Obama acabó hablando algunos cientos de metros más allá –al pie de la Columna de la Victoria- ante 200.000 entusiasmados espectadores. El corazón de los alemanes se lo había ganado Obama antes de llegar a la Casa Blanca; ganarse el de la canciller Merkel le costó más tiempo. La inicial distancia entre ambos fue notoria.

Entretanto, Merkel y Obama han encontrado una vía de comunicación amigable y profesional; varias prolongadas conversaciones han hecho crecer la estimación mutua. El Gobierno de Berlín apoya la política exterior de Washington –ahora más orientada al diálogo- y sus esfuerzos en cuanto a política de desarme. A Dresde llegó Obama en su visita a Alemania en junio de 2009 y visitó el campo de concentración de Buchenwald, que fue liberado por tropas estadounidenses en 1945. En ese sitio cargado de historia, el presidente de Estados Unidos pronunció conmovedoras palabras aludiendo al incalculable dolor de los prisioneros.

Países afectados por la guerra del gas entre Rusia y Ucrania

Alemania y Rusia: socios con obstáculos

Rusia se reveló como un socio difícil del Gobierno de Berlín. No se trató sólo de los derechos civiles como la libertad de prensa o de reunión, cuyo respeto exigió una y otra vez la canciller. Se trataba sobre todo de que la confianza entre Moscú y sus socios occidentales se ha visto quebrantada. El escudo antimisiles en Europa del Este, planificado por la administración Bush, enardeció a la cúpula rusa. Los ataques verbales del presidente Vladimir Putin en la Conferencia de Seguridad que tuvo lugar en Múnich en el año 2007 lo hicieron manifiesto. Algunos observadores sintieron volver la era de la Guerra Fría.

La guerra entre Rusia y Georgia en el verano de 2008 enturbió aún más las relaciones. La Unión Europea actuó como mediadora y Rusia incumplió el acuerdo, el llamado Plan de 6 Puntos. La canciller Merkel protestó cuando Rusia reconoció la independencia de las provincias separatistas de Abjasia y Osetia del Sur –pertenecientes a Georgia. Esto iba en contra del derecho internacional, adujo Berlín. Las conversaciones entre la OTAN y Rusia se cancelaron hasta más ver.

El conflicto del gas entre Rusia y Ucrania disparó la siguiente crisis a comienzos del año 2009. Primero, Rusia interrumpió el suministro de gas hacia Europa por algún tiempo y después reaccionó indignada cuando el Gobierno alemán hizo responsables a ambas partes de la escalada. Para limitar la dependencia de gas ruso, Alemania apuesta cada vez más por el gas proveniente de Asia central, que llegará a Europa a través del gasoducto Nabucco.

Aunque hay muchos motivos para la crítica distancia que existe entre Alemania y Rusia, ambos Gobiernos han vuelto a colaborar amigablemente, por ejemplo afrontando juntos la crisis financiera que también golpeó duramente a Rusia.

Afganistán: ¿el horror sin fin?

Quedarse y resistir, éste es el lema de la tropas del Ejército alemán estacionadas en Afganistán. Para los casi 4.000 soldados de las tropas ISAF de la OTAN no se ven perspectivas de retirada. Todo lo contrario. Dado que la misión en el norte se torna cada vez más peligrosa, la gran coalición ha aumentado sus esfuerzos: más soldados, más material, más apoyo para la formación de fuerzas de seguridad afganas.

Que el país, a pesar de varios pequeños avances, no acabe por ponerse en pie plantea ciertas preguntas que el Gobierno de Berlín no quiere ventilar en público. Una de ellas es cuántos soldados más habrán de dejar sus vidas en territorio afgano. O si cabe la posibilidad de que fracase totalmente esta misión iniciada tras la derrota de los talibanes en 2001. Diversas encuestas confirman que la mayoría de los alemanes rechazan la misión, lo cual es un motivo para dejar el tema fuera de la campaña electoral. A toda crítica, la respuesta alude inmediatamente al “concepto de la seguridad en red”, es decir una misión militar enérgica junto a ayuda para la reconstrucción. Aquí, así el la respuesta que se repite como un rosario, estaría la llave del éxito.

En la gran coalición reinó el acuerdo durante sus cuatro años de gobierno en cuanto a que una retirada anticipada supondría destruir lo logrado hasta el momento. A ello se suma que el Gobierno del presidente Barack Obama ha aumentado la presión militar sobre los talibanes y sus socios. Todavía está vigente el lema del ex ministro alemán de Defensa Peter Struck: la seguridad de Alemania se defiende en Afganistán. Esto le cuesta lo suyo al Gobierno alemán: sólo en el año 2008, la misión en Afganistán le supuso más de 530 millones de euros.

Cercano Oriente: la paz, un sueño

Ninguna región ha sido tan visitada por el ministro alemán de Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, como el Cercano Oriente. Catorce suman las visitas del vicecanciller. En innumerables conversaciones a puerta cerrada se ha interiorizado de la confrotación entre israelíes, palestinos y los países vecinos. Lo que más le gustó siempre al ministro alemán fue anunciar cualquier chispa de esperanza de paz o el más mínimo acercamiento entre las posturas. Un acento diplomático propio puso Steinmeier al insistir en una visita a Damasco–a pesar de la crítica de Estados Unidos- para incluir a Siria en las conversaciones de paz.

Pero las pocas ventanas que se abrieron a la esperanza –que el gobierno de Berlín quiso aprovechar- se cerraron muy rápido. La guerra entre Israel y el Hezsbolá libanés en el verano de 2006 y el ataque del Ejército Israelí a la franja de Gaza en invierno de 2009 acabaron con toda esperanza de que funcionase el plan de paz internacional, el llamado road map. El gobierno de Berlín se puso claramente de parte de Israel. En la guerra de Gaza, con sus cientos de muertos entre la población civil, la canciller Merkel responsabilizó exclusivamente a las milicias de Hamás y, para demostrarlo, visitó tan pronto terminó la guerra al entonces primer ministro israelí, Ehud Olmert. El precio que el gobierno berlinés ha pagado por esta postura ha sido perder mucha confianza de la opinión pública palestina.

Autora: Nina Werkhäuser/Mirra Banchón
Editora: Emilia Rojas

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