Barcelona – Mataró
25 de agosto de 2010Publicidad
No volveré a encontrar a la muchacha
que esta tarde en el tren
se ha sentado frente a mí.
Ya no veré su vestido en la ventana
ni su pelo reflejado sobre el mar.
Suele ser así: cuanto he visto por la tarde
sólo fue un puñado de latidos.
Pero hubo un instante, un rayo en la estación
cuando al bajarme rocé sus ojos
cada vez más lejos de mí.