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Barcelona, ¿y ahora qué?

Mariel Müller
19 de octubre de 2017

La disputa por la independencia de Cataluña va rumbo a una confrontación directa entre Puigdemont, que no reacciona al ultimátum del Gobierno español, y Rajoy, que anunció la activación del artículo 155.

Imagen: Getty Images/S. Gallup

A las diez de la mañana de este jueves se cumplió el plazo que había puesto el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, al Gobierno regional de Cataluña para que este anunciase que desistía de declarar la independencia. Solo pocos minutos después de las diez, el jefe de Gobierno catalán, Carles Puigdemont, publicó su esperada respuesta en una carta y renovó su pedido a Madrid: diálogo en lugar de represión. Y amenazó con la independencia, si esto no se cumplía.

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De ese modo, se soltaron los frenos para el Gobierno español. Inmediatamente después de la publicación de la carta de Puigdemont, anunció medidas rigurosas: dijo que pondría en marcha la aplicación del artículo 155 de la Constitución, que le permite al Gobierno forzar a una región autónoma a cumplir con sus obligaciones. El sábado próximo (21.10.2017), el Gabinete del Gobierno decidirá cuáles son las medidas a tomar. Existe una amplia gama de posibilidades, dijo a DW Oriol Bartomeus, profesor de Politología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Estas pueden ordenarse en dos grandes categorías:

"El camino suave”

Rajoy ya explicó en una carta que la aplicación del artículo 155 no significa necesariamente que se le retirará completamente la autonomía a Cataluña. En lugar de eso, el Gobierno podría reemplazar a altos cargos en la Policía y la política, disolver el Parlamento en Barcelona y llamar a nuevas elecciones."En realidad, ese es el camino que Rajoy quiere seguir”,asegura Bartomeus. Pero sí podrá hacerlo, eso es otro tema. "El presidente español está bajo una enorme presión de sus adeptos conservadores”, explica. Y no solo ellos lo presionan. Rajoy, que hasta ahora lideraba una minoría gubernamental en el Parlamento, se encuentra, de pronto, en una situación muy cómoda, que antes no tenía, en la que cuenta con el apoyo total de los partidos. "¿Por qué iría a poner en juego esta nueva base que ha ganado?”, plantea el catedrático.

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"El camino duro”

El "camino duro” significaría que el Gobierno español asumiera el control total del Gobierno catalán, con lo cual el presidente catalán ya no tendría poder alguno. Ese camino no es, según Bartomeus, el más inteligente. "La aplicación a rajatabla del artículo 155 fue vista desde un principio por los separatistas como una oportunidad de perfilarse como víctimas del Gobierno central”, añade. Algo que impulsaría y volvería a unir al movimiento separatista.

El apoyo del que gozaba Puigdemont en su coalición para declarar la independencia comenzaba a derrumbarse la semana pasada. Cuando declaró la independencia, el 10 de octubre, postergándola al mismo tiempo, tuvo que hacer un acto de equilibrio político para satisfacer a las dos alas de su Gobierno: el lado moderado, al que le cayó como un balde de agua fría la amenaza de bancos y empresas de retirarse de Cataluña, mientras la izquierda más radical y la CUP, el partido antisistema, seguían exigiendo la independencia. Ahora, el movimiento independentista vuelve estar unido, respaldado por la ola de solidaridad con los líderes encarcelados, Jordi Sánchez, de la Asamblea Nacional Catalana, y Jordi Cuixart, de Ómnium Cultural.

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Recostarse y esperar, ¿una estrategia posible?

En realidad, Puigdemont no tiene más que recostarse y jugar a ganar tiempo, dice Bartomeus, y agrega que lo que une a los separatistas no es una posible declaración unilateral de independencia, sino el Gobierno español, la Policía y la Justicia: "El Gobierno, aplicando el artículo 155 y quitándole la autonomía a los catalanes, la Policía, ejerciendo la violencia contra ciudadanos pacíficos, y la Justicia, encarcelando a los mascarones de proa de los separatistas.”

En esta situación de estancamiento en la que se encuentran ambos, tanto Rajoy como Puigdemont, la única solución más plausible es, según observadores, llamar a nuevas elecciones. "Tonterías”, comenta Bartomeus al respecto. De acuerdo con el politólogo, el resultado de esas elecciones sería el mismo: seguiría habiendo dos millones de defensores de la independencia y una mayoría en el Parlamento catalán, incluso más numerosa que actualmente, estaría a favor de la separación de Cataluña del Gobierno de Madrid. "Si el Gobierno español llama a los catalanes a nuevas elecciones, muchos verán eso como un motivo para castigar al Gobierno central votando contra él.”

Autora: Mariel Müller (CP/ERS)

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