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Hasta su trágica muerte en 1886, Luis II vivió en su propio universo. Se volcó en la música, se adentró en el mundo del teatro e hizo construir castillos, reflejo de todos sus anhelos. El palacio de Herrenchiemsee, inspirado en el de Versalles, se alza en una isla del lago Chiemsee. Cuenta con una sala de espejos de 77 metros, cuatro más que su modelo francés. Un poco más al oeste en Algovia se halla el castillo más conocido: Neuschwanstein. En temporada alta, hasta 8.000 personas visitan diariamente los aposentos reales. A una hora de allí se encuentra el palacio de Linderhof, que se terminó en vida de Luis II. Aquí residió este rey y aquí soñó con la música de Wagner en la iluminada gruta de Venus.