Beatificación de Romero: oportunidad para la reconciliación
23 de mayo de 2015 A 35 años del asesinato del arzobispo Óscar Romero, El Salvador todavía vive en medio de una profunda crisis social, con tasas de homicidio entre las cinco más altas del mundo, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). La guerra civil terminó, pero hoy las maras o pandillas juveniles siembran el miedo en las calles.
“La guerra civil no cambió las estructuras sociales y económicas del país. Hoy tenemos a la izquierda en el gobierno, con algunas reformas, pero no los cambios importantes que se necesitan. La pobreza continúa, la violencia sigue con otras caras. La sociedad salvadoreña es una de las más injustas”, señala Hannes Warnecke, del Insitituto de Ciencia Política de la Universidad de Leipzig, quien ha estudiado la realidad del país centroamericano.
Como en tiempos de Romero, prácticamente no existe clase media, sino sólo una alta y una baja, y la sociedad está muy polarizada. El 25por ciento de la población vive en Estados Unidos, trabajando y enviando remesas de dinero y bienes a los familiares en El Salvador. Estas remesas representan el 18 por ciento del PIB del país centroamericano.
En sus años de arzobispo, Romero denunció los mismos males que hoy azotan a su país. “Su mensaje es totalmente actual. Ante las injusticias, la brecha creciente entre ricos y pobres, y la falta de oportunidades para grandes sectores, su mensaje toca el corazón de mucha gente”, dice Ines Klissenbauer, de Adveniat, acción católica para Latinoamérica.
De la persecución a la unidad
La proclamación del primer beato salvadoreño puede ser un factor de unidad, aunque en un principio no contó con el apoyo de todos. “Hubo gente de poder en el país que se oponía a la beatificación –hay que recordar que incluso en la oligarquía algunos celebraron el asesinato con champán– y también en el Vaticano hubo obispos y cardenales que se oponían a la beatificacion”, relata el jesuita Martin Maier, teólogo y biógrafo de Romero.
El propio Romero decía: “Si me matan resucitaré en el pueblo salvadoreño”. La beatificación ha acrecentado el fervor de sus seguidores. “Romero puede unir las diferentes tendencias políticas, sociales y económicas. Es reconocido por la mayor parte del pueblo salvadoreño como santo”, asegura el prelado Bernd Klaschka, director de Adveniat.
Figura social
La sociedad salvadoreña celebra a su beato, pero la crisis social continúa. Según indica Hannes Warnecke, la tasa actual de impunidad ante los homicidios es del 95 por ciento. En su opinión, en El Salvador falta una figura social como Romero, que abra espacios entre grupos que no se quieren vincular, entre ricos y pobres, pero también entre vecinos en conflicto. “La gente busca una figura que represente la lucha social, hasta el punto que hasta hoy se mantiene la idea de que Romero fue casi un revolucionario. La beatificación va a hacer crecer su imagen”.
“Romero va a despertar la memoria sobre la guerra y generar nuevas preguntas. Es una oportunidad para avanzar en temas como injusticia, impunidad y pobreza, aunque por otro lado puede ser peligroso en esta sociedad tan polarizada. Pero si se recuerda su persona sin profundizar en estas preguntas, esto no va a ayudar a encontrar un camino”, indica.
¿Camino a la reconciliación?
El prelado Klaschka tiene la esperanza de que la beatificación ayude al encuentro entre los salvadoreños: “Muchos se apoyan en él, predicando y haciendo un llamado a la reconciliacion y a la paz. La violencia es un fenónemo en toda América Latina y se necesita mucha fuerza para luchar contra ella con medios pacíficos”.
El jesuita Martin Maier comparte esta esperanza, pero advierte que se necesitan cambios profundos: “Falta mucho todavía, hay que ir a las raíces de la injusticia, la desigualdad y la polarización”.