La ópera prima de la cineasta Antonella Sudasassi, de Costa Rica, cuestiona el papel de la mujer en un mundo machista que le exige estar al servicio de los demás.
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Isa –Isabel- (Daniella Valenciano) está felizmente casada con Alcides (Leynar Gómez). Tienen dos hijas pequeñas, quienes, al igual que Isa, tienen una exuberante cabellera que cuidan con esmero. La tranquila vida familiar en una localidad rural en Costa Rica, empieza a trastocarse por la presión de Alcides y de la familia de él para que tengan un tercer hijo. Con suerte, un varón. Como costurera, Isa tiene pequeños ingresos y aspira a poner un local propio, pero no llega a verbalizar sus sueños. Ya no quiere un tercer embarazo y comienza a tomar píldoras anticonceptivas, que le oculta a su marido. En la lucha por su autodeterminación descubre y goza de una sexualidad más libre, que no conocía.
El primer largometraje de Antonella Sudasassi, tiene su estreno mundial en la sección Forum, de cine joven, en la Berlinale y compite con otros 15 largometrajes por la mejor ópera prima. El despertar de las hormigas y la cinta brasileña Greta, de Armando Praça, son las únicas películas latinoamericanas en competencia por el Premio GWFF Best First Feature Award, dotado de 50.000 euros. En conversación con DW, la cineasta habló sobre los detalles de su primer largometraje.
DW: ¿Cómo te sientes en la Berlinale?
Antonella Sudasassi: Nos sentimos súper felices, estar aquí es para nosotros realmente un sueño y una sorpresa inmensa y todavía no tenemos la premier con el público, que es la prueba de fuego siempre, ver en dónde se ríen, en donde murmuran, etc...
¿Cómo llegaste a este tema, que refleja en buena medida el papel de la mujer en América Latina?
Llevo cinco años trabajando en el proyecto y lo que yo quería era hablar sobre cómo nosotras las mujeres transmitimos de generación en generación ciertas expectativas sobre lo que significa ser mujer. Sobre cómo debemos ser y comportarnos. Si tienes hijos te van preguntar: "¿cuándo llega el otro?". Si no tienes hijos, "¿cuándo te vas a casar?" "¿Ya tienes pareja?" Siempre hay una exigencia ajena que nos limita en la toma de decisiones.
¿En qué te inspiraste para construir la historia?
Creo que tiene que ver con mi entorno familiar. Yo vengo de una familia muy grande. Yo vi cómo mis abuelas, mis tías, se dedicaban en un cien por cien a los demás, andaban recogiendo y llevando niños, eran las que servían y atendían en las grandes fiestas familiares. Ese concepto de ser mujer y estar al servicio de los demás, creo que todavía nos sigue determinando. Seguimos entendiéndonos como mujeres en función de los demás. Yo quería hablar de eso, de cómo Isabel se va descubriendo y se va dando cuenta de que puede tomar decisiones. Tiene 30 años, tiene dos hijas, está casada y de repente empieza a preguntarse "¿qué quiero?" Creo que es muy aplicable a toda América Latina, en donde las mujeres todavía enfrentamos ciertas exigencias sobre cómo nos tenemos que comportar. Y quería poner eso en tela de duda.
El papel masculino en cambio, es muy dependiente de la protagonista, no sabe hacer nada en casa.
El personaje masculino controla la plata, pero no la casa, demanda que le sirvan, que lo atiendan, aunque no de una manera violenta. Es un padre buenazo, que está ahí, pero que no se da cuenta de que, con sus pequeñas exigencias, está obligando a su mujer a servirle. Creo que tanto hombres como mujeres tenemos que empezar a dialogar.
A la protagonista Daniella Valenciano. ¿Cómo fue para ti interpretar a este personaje, enojado por la constante intromisión de la familia de él?
Daniella Valenciano: Es la primera vez que trabajo en cine, partí de lo que yo conozco del teatro en la construcción de un personaje, desde el conflicto que ella tiene y esta incertidumbre, que es muy importante para ella. Estuvimos trabajando mes y medio, a veces hasta 15 horas, lo que me hizo ir entendiendo el personaje, una mujer muy reservada, que es explosiva sólo cuando la presión está al máximo, es una mujer introvertida y yo soy más expresiva, yo trabajé el personaje reduciendo la expresividad.
Isabel es una mujer fuerte que busca la autodeterminación incluso sexual, que disfruta el sexo cuando empieza a tomar píldoras anticonceptivas.
Claro, porque no va a quedar embarazada. Ha pasado ya dos embarazos, en los que el cuerpo cambia por completo. Ella había experimentado la sexualidad desde lo que es la reproducción, así que descubrir el sexo sin el miedo a quedar embarazada le abrió un mundo que no conocía. Para ella y para cualquier mujer eso es algo muy importante.
Se ve un machismo sutil, pero no hay violencia, cuando Isabel comunica que no quiere tener más hijos, sorprendentemente, su marido acepta la decisión. ¿Hay un machismo menos violento en Costa Rica?
La realidad es muy diferente dependiendo de la procedencia de la persona. En el área metropolitana, hay más acceso a la educación, ahí estos papeles parecen estar cambiando. La película no es confrontativa, no es una violencia explícita, sino que es una presión diaria, que también hay que romper porque nos moldea. Alcides (el papel masculino) acepta las cosas, pero con algo de escepticismo. Pero eso no significa que no haya machismo violento en Costa Rica. El año pasado se registraron 26, 27 feminicidios, sigue habiendo muertes por violencia de género, es un tema que urge hablar y que, definitivamente, todavía no ha cambiado como quisiéramos. En la película no hablo de esa violencia, pero sí del machismo que se hereda de la mujer, la suegra, la madre, la hija. La protagonista se da cuenta de que no puede cambiar ella, pero tal vez puede cambiar a sus hijas. Hay un quiebre de una manera sutil, el cambio no se da de un día para otro, sino que es largo y paulatino.
Autora: Eva Usi desde Berlín (ms)
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America Latina: la violencia machista en cifras
El machismo y la violencia contra las mujeres están más presentes de lo que se cree entre los jóvenes. Un estudio de la organización Oxfam revela creencias y comportamientos que explican las altas cifras de violencia.
Imagen: picture-alliance/epa/Guadalupe Perez
Víctima por el hecho de ser mujer
El 56% de las mujeres y el 48% de los hombres de 20 a 25 años en América Latina tienen alguna conocida cercana que ha sufrido violencia física o sexual en el último año, según un estudio de la ONG Oxfam. En la región muere una mujer cada cinco horas y sólo en 2016 se registraron 1831 feminicidios. En México, donde no está tipificado este delito, la población ha salido a la calle a decir basta.
Imagen: picture-alliance/epa/Guadalupe Perez
Normas heredadas
En la base de esta violencia están una serie de imaginarios y normas sociales que han dictado tradicionalmente cómo deben comportarse las mujeres y qué derechos tienen los hombres sobre ellas. El 60% de los amigos cercanos a los encuestados le grita a su pareja y el 40% las humilla y desvaloriza, según el estudio realizado entre jóvenes de 15 a 25 años de ocho países latinoamericanos.
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Sexualidad, mitos y creencias
El 87% de los jóvenes encuestados opina que el deseo sexual de los hombres es mayor que el de las mujeres. Asimismo, está muy presente la idea de que si una mujer está ebria se presta para que tengan relaciones sexuales con ella aunque no esté consciente, que el hombre se enoja si la mujer no tiene relaciones cuando él quiere o que si él está ebrio se justifica que la golpee
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Acoso callejero
Existe una normalización del acoso callejero, con comentarios de tipo sexual, piropos o silbidos por parte de desconocidos en espacios públicos y del transporte. El 75% de las y los jóvenes cree que esto es algo normal. El informe “Rompiendo moldes: transformar imaginarios y normas sociales para eliminar la violencia contra las mujeres” pretende alertar sobre estos comportamientos.
Las redes sociales, internet y celulares se han convertido en instrumentos para ejercer control sobre las mujeres. El 33% de las mujeres y el 44% de los hombres (15 a 19 años) consideran que no es violencia revisar el celular de sus parejas. Asimismo, el 84% de las mujeres y el 77% de los hombres (15 a 25 años) creen que sus amigos lo hacen.
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¡No te pongas eso!
Otra forma de ejercer control y violencia sobre las mujeres tiene que ver con el vestuario. Pero la mayoría de los encuestados de 20 a 25 años cree que no es violencia que el hombre le diga a su pareja qué ropa usar. El 56% de las mujeres y el 59% de los hombres creen que sus amigos hombres lo hacen.
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Celos como expresión de amor
Otra creencia extendida es que los celos son una expresión del amor y quien cela está demostrando cuánto quiere a su pareja. Así lo piensa el 43% de las mujeres y el 63% de los hombres de 15 a 19 años. “En nombre del amor romántico, se cometen toda clase de abusos que atentan contra la libertad y el derecho a la intimidad”, acusa el estudio.
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¿No es sí?
Un lamentable concepto, en la base del machismo, es que las mujeres “se hacen las difíciles”: dicen no, pero en realidad quieren decir sí, opina el 45% de las jóvenes y el 65% de los chicos encuestados. En la misma línea, “un hombre puede tener relaciones sexuales cuando y con quien quiera; pero las mujeres, no”. El 81% de las y los jóvenes de 20 a 25 años cree que eso piensan sus amistades.
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¿Por qué las mujeres aguantan una relación violenta?
También presente está la idea de que el hombre tiene derecho a disciplinar el comportamiento de la mujer con cualquier tipo de violencia. Los y las jóvenes de 20 a 25 años dan diferentes razones por las cuales las mujeres no escapan de relaciones violentas: 80% opina que lo hacen por sus hijos, 63% porque amenazan con matarla, 59% porque dependen económicamente y 47% cree que es normal.
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Distintas caras del machismo
El machismo está presente por igual en toda América Latina, con algunas diferencias en la forma de manifestarse. El Salvador, Colombia, Honduras y Guatemala sobresalen en la normalización de la violencia y Cuba por los silbidos y piropos en la calle. En Bolivia, el 61% de los hombres de 20 a 25 años cree que cuando una mujer sale a trabajar, los hijos e hijas sufren abandono.
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Creencias positivas entre los jóvenes
Pero también hay conciencia de que la violencia contra las mujeres es un problema grave y las autoridades deberían hacer algo al respecto. Así opina el 72% de las mujeres y el 63% de los hombres. Asimismo, el 88% de las jóvenes y el 77% de los chicos estima que la violencia hacia las mujeres es producto de las desigualdades entre ambos.
Imagen: AFP/Getty Images/E. Santelices
Moldes sexistas
Aunque persiste el concepto de hombres proveedores y mujeres cuidadoras, así como la idea mayoritaria (78%) de que todas las mujeres deberían ser madres, el estudio destaca casos de jóvenes que rompen con el molde sexista, y el valor de campañas e iniciativas para visibilizar los derechos de lesbianas y personas transgénero, quienes sufren todavía mayor discriminación y violencia.
Imagen: Getty Images/AFP/C. de la Torre
Transformar los imaginarios y normas sociales
Esa es la meta. Los jóvenes tienen un papel clave, como lo han demostrado con marchas y protestas. Pero el proceso, reconoce el estudio de Oxfam, es lento y complejo. La mayoría cree que el Estado debe actuar ante la violencia, pero admite que haría poco o nada frente a una situación de maltrato. Este informe permite reconocer estos moldes y alienta a no ser testigos silenciosos del maltrato.