En el primer capítulo de esta bitácora amazónica, los periodistas de DW preparan su viaje para convivir con una comunidad indígena de la selva.
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En Berlín el frío de otoño ha llegado con determinación, preaviso de un invierno inclemente, y yo estoy comprobando -por tercera vez- que efectivamente no hacía falta pedir un visado para entrar en Perú con pasaporte español. Si ese hubiera sido el caso, ya sería demasiado tarde, pero la información disponible en la página web del Ministerio de Exteriores no da lugar a dudas.
Al día siguiente tengo que tomar el avión a Lima, saliendo muy temprano del aeropuerto berlinés de Tegel y haciendo escala en Madrid. La capital española sigue siendo, en la mayoría de los casos, el peaje ineludible en la autopista entre Europa y América Latina. Algo así como lo era Sevilla para los mercaderes que cubrían esa ruta hace siglos, pese a no tener mar, gracias a las bendiciones de un Guadalquivir que hoy causaría una gran decepción en los navegantes de otrora.
Videoblog: DW da voz a la lucha indígena en la Amazonía peruana
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Por esta época empieza a ser intolerable en Berlín dejar expuestas al clima partes del cuerpo que en mi Andalucía natal nunca temieron el invierno. La lógica me dice que en la selva la fisiología se sentiría igual de oprimida en el abrazo de un gorro de lana. Y, no obstante, fuera arrecia el frío y la prenda se antoja condición sine qua non.
Amazonía Uchunya: un especial multimedia de DW
¿Cómo hace uno la maleta para viajar a la Amazonía peruana? Se empieza por la mosquitera, dicen mis compañeros periodistas que se han embarcado en proyectos por aquellas latitudes. ¿Pero hará falta un suéter? ¿Podré rescatar los shorts y camisetas de manga corta que Alemania me obligó a devolver al fondo del armario ya en septiembre, serán clementes los insectos en Ucayali? ¿Me llevo el ordenador? ¿Cómo esperan mis jefes que escriba cada día sin un teclado? ¿Un bloc de notas? ¿Serán suficientes páginas para contar una historia viral en 400 caracteres? En cualquier caso, el papel para mi generación es casi una molestia: no tiene la tecla de suprimir.
Hacer la maleta, sin embargo, también es en realidad empaquetar -empacar, como leerán muchos lectores- las lentes con las que mi compañero de viaje, el periodista Luis García, y yo queremos enfocar esta historia. No basta con el líquido desinfectante, unos buenos zapatos para el barro o la profilaxis de la malaria: es responderse a una serie de preguntas de las que nacerán las preguntas que luego haremos a los protagonistas. Quién soy, de dónde vengo, qué significan mi pasaporte o color de piel en ese rincón al otro lado del océano. ¿Seré yo el que escuche o será ese pasado tan mal trabajado que ellos y nosotros llevamos inscrito en la epidermis, si acaso desde ángulos opuestos?
Quien piense que con estas consideraciones el mundo se ha vuelto cada vez más complejo, se equivoca. Siempre estuvieron ahí. Solo que nosotros, a este lado, anduvimos siempre algo retrasados en oftalmología.
Añado otro elemento a la lista. No puedo olvidarme del líquido de las lentillas.
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Santa Clara de Uchunya: ¿cómo convivir con la Amazonía de forma sostenible?
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya, en la selva peruana, pertenecen a una comunidad indígena que lucha por seguir explotando los recursos naturales de la selva amazónica sin agotarlos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Pesca y cría de peces
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya recogen pescado de su laguna por turnos: uno cada día. Allí pescan con "trampa", es decir, con red. La colocan por la tarde y recogen los peces que se enganchan en ella por la mañana, uno por uno, sin arrastrar la red. Además, gracias al apoyo de una ONG internacional han instalado una piscifactoría que este mes de diciembre empezará a producir.
Imagen: DW/L. García Casas
Bañándose con pirañas
Pueden sacar hasta tres kilos de pescado al día, incluidas pequeñas pirañas. También "cazan" peces de la forma tradicional, con lanza, en el río Aguaytía, aunque lo evitan cada vez más debido a la creciente contaminación. En ese caso, van a primera hora de la mañana con la canoa cerca de la orilla, donde los peces se acercan para comer. Allí también se bañan, aunque hay rayas y otros peligros.
Imagen: DW/E. Anarte
Caza con escopeta
La forma tradicional de cazar, sobre todo aves, era con cerbatana. Pero ya nadie las usa ni las hace. En Santa Clara de Uchunya, según nos cuentan, ya ni siquiera nadie tiene una para mostrarnos. Quienes cazan, lo hacen con escopeta. Las fabrican en Pucallpa de forma casi artesanal. En sus tierras ancestrales hay caza, pero también osos hormigueros, tigrillos y otros animales amenzados.
Imagen: DW/L. García Casas
Cultivos
Sin embargo, de donde sacan la mayor parte de su alimento, y también una fuente de ingresos vendiendo el excedente en la ciudad, es de la agricultura. Todos los habitantes de Santa Clara de Uchunya tienen derecho a cultivar una chacra (parcela) dentro de las tierras comunales. El maíz, por ejemplo, se usa tanto para consumo humano como para dar de comer a las aves de corral.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátanos contra el calor
También abundan los plataneros, que aguantan muy bien el calor y cuyo fruto, la banana, tiene salida a los mercados locales, sobre todo la variedad "bellaco". Sin embargo, es sensible a las inundaciones prolongadas, por lo que, a veces, se echan a perder las plantas y se malogra toda la cosecha.
Imagen: DW/E. Anarte
Arrozales en las lindes del camino
La cantidad de zonas inundables que hay en los alrededores de Santa Clara de Uchunya ha hecho que proliferen también los arrozales. Aunque no es una planta autóctona, han aprendido a cultivarla. El arroz es fácilmente almacenable y dura mucho tiempo, por lo que es perfecto para tenerlo como reserva por si una inundación los deja incomunicados sin poder salir de casa, como pasó el año pasado.
Imagen: DW/L. García Casas
Construcción sostenible
Otro de los aspectos claves de la sostenibilidad es la forma de construir de los shipibo. Antiguamente eran seminómadas: construían sus cabañas en un lugar y cazaban y recolectaban hasta que agotaban las reservas, para luego trasladarse a otro sitio, dentro de sus tierras ancestrales. Ahora están asentados en lugares fijos, pero siguen construyendo aún según su técnica tradicional.
Imagen: DW/E. Anarte
Sin clavos
La forma tradicional de construir utiliza para fijar las vigas unas lianas que recogen en la selva y que duran muchos años. Para atar las hojas de palma con la que hacen el techo, utilizan atadijo, una corteza que cortan en tiras y que también es muy resistente y duradera. Sin embargo, los tejados hay que renovarlos cada doce o quince años, por lo que algunos optan ya por techos sintéticos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Madera para construir casas
Sin embargo, para construir una casa necesitan cortar bastantes árboles: seis cumaseba para los pilares, cinco espintana para las vigas largas, varias carahuasca y al menos ocho cañas bravas para el esqueleto del tejado. Además, tienen que pelar veinte palmeras para cubrir el techo. Aquí la sostenibilidad se basa en la gran extensión de tierra que utilizan unas pocas familias.
Imagen: DW/L. García Casas
La empresa de palma
En el caso de Santa Clara de Uchunya, lo que ha venido limitando el acceso a sus tierras ancestrales es la instalación de una plantación de palma de aceite que ha deforestado 7.000 hectáreas de bosque primario. Eso ha reducido las tierras en las que cazaban y de las que recogían madera y plantas medicinales. Además, ha espantado a la caza. Ahora están luchando para recuperar esas tierras.