Esta mañana estamos todavía decidiendo adónde ir cuando Iván viene a recogernos. "Os voy a enseñar el río y a presentaros al comunero Walter", nos dice. Iván es el coordinador de las comunidades indígenas de la zona. Por una vereda que sale entre dos casas del poblado se llega a la chacra de Walter. En realidad, se llama Rodrigo, pero por algún motivo le han buscado ese seudónimo. Nos reciben sus hijos, primero, y su mujer después. Walter ha ido a pescar y no ha vuelto todavía.
El río está justo detrás de su chacra, como llaman aquí a las plantaciones. Aguaytía significa en shipibo algo así como "pájaro negro" o "pájaro de mal agüero". No es mucho mejor la traducción de Ucayali, que significa en una mezcla de quechua y dialecto pano "río sucio". Al otro lado están las tierras ancestrales de la comunidad. Allí cazaban, pescaban, cultivaban e iban a purificarse. Es donde están las plantas medicinales que utilizan. Y allí se encuentran las tierras que la empresa de palma de aceite ha deforestado.
Videoblog: El río Aguaytía, fuente de vida para los indígenas uchunya
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Walter llega al poco rato en su barca y nos invita a cruzar el río. Nos explica que su cauce cambia habitualmente, que se mueve. El año pasado se acercó, por ejemplo, treinta metros al pueblo, quitándole varias hectáreas de terreno. Como viene crecido, trae una extraña espuma, pero es normal, nos cuenta. En distritos como el de Curimaná, río arriba, los desagües van al río Aguaytía y hay minería ilegal que utiliza productos químicos que contaminan el agua, pero nada de esto tiene que ver con estos bloques de espuma.
El oro pertenece al diablo
De hecho, tanto el agua como el lecho arcilloso del río contienen polvo de oro. Hay también mineros artesanales que tratan de extraerlo. Nos explica cómo: se bombea el agua sobre una alfombra sintética como las que se utilizan para limpiarse la suela de los zapatos antes de entrar en casa, pero más grande. Los pelillos de la alfombra filtran el agua, dejando partículas de oro y otros minerales en su superficie. Luego se sacude y se funde el oro, separándolo de la arena. Él mismo nos enseña una motobomba y una alfombra que tiene en su casa para hacerlo.
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"Una vez encontré pepitas grandes, pero desaparecieron: dicen que el oro pertenece al diablo, y que él mismo viene y se lo lleva", recuerda. "Si no se lo lleva el propio diablo", no puedo evitar pensar, "tranquilo que enviará a alguien a llevárselo". Pero el oro no es el único tesoro que esconde el Aguaytía. Unos 50 km río arriba, en Zorrilla, se extrae gas natural. Poco más allá de las tierras ancestrales uchunya se ha encontrado recientemente una veta de petróleo, cuya explotación está a la espera de negociarse.
Comuneros del otro lado del río
Al otro lado del río hay varios comuneros y propietarios, como Armando, de 73 años, que deja de desgranar maíz para sus gallinas y nos ofrece unos deliciosos plátanos de aperitivo. Su terreno tiene 60 hectáreas: abarca seiscientos metros de orilla y dos kilómetros tierra adentro. En la década de 1970 las autoridades escrituraron los terrenos de quienes vivían a ambos lados del río. La empresa de palma aceitera no ha entrado por ello en sus tierras, pero se muestra preocupado por su avance: a otros propietarios río abajo, dice, no les han respetado sus lindes.
Cómo construir una casa en la selva amazónica
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Con estos propietarios, que suelen explotar la tierra de forma tradicional, la comunidad uchunya nunca ha tenido problemas. Algunas plantaciones de arroz, no obstante, sí que han deforestado medianas extensiones, por lo que mantienen también varios procesos judiciales abiertos.
Pero nada comparable a las 7.000 hectáreas de bosques primarios arrasados por la compañía de palma de aceite.
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Santa Clara de Uchunya: ¿cómo convivir con la Amazonía de forma sostenible?
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya, en la selva peruana, pertenecen a una comunidad indígena que lucha por seguir explotando los recursos naturales de la selva amazónica sin agotarlos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Pesca y cría de peces
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya recogen pescado de su laguna por turnos: uno cada día. Allí pescan con "trampa", es decir, con red. La colocan por la tarde y recogen los peces que se enganchan en ella por la mañana, uno por uno, sin arrastrar la red. Además, gracias al apoyo de una ONG internacional han instalado una piscifactoría que este mes de diciembre empezará a producir.
Imagen: DW/L. García Casas
Bañándose con pirañas
Pueden sacar hasta tres kilos de pescado al día, incluidas pequeñas pirañas. También "cazan" peces de la forma tradicional, con lanza, en el río Aguaytía, aunque lo evitan cada vez más debido a la creciente contaminación. En ese caso, van a primera hora de la mañana con la canoa cerca de la orilla, donde los peces se acercan para comer. Allí también se bañan, aunque hay rayas y otros peligros.
Imagen: DW/E. Anarte
Caza con escopeta
La forma tradicional de cazar, sobre todo aves, era con cerbatana. Pero ya nadie las usa ni las hace. En Santa Clara de Uchunya, según nos cuentan, ya ni siquiera nadie tiene una para mostrarnos. Quienes cazan, lo hacen con escopeta. Las fabrican en Pucallpa de forma casi artesanal. En sus tierras ancestrales hay caza, pero también osos hormigueros, tigrillos y otros animales amenzados.
Imagen: DW/L. García Casas
Cultivos
Sin embargo, de donde sacan la mayor parte de su alimento, y también una fuente de ingresos vendiendo el excedente en la ciudad, es de la agricultura. Todos los habitantes de Santa Clara de Uchunya tienen derecho a cultivar una chacra (parcela) dentro de las tierras comunales. El maíz, por ejemplo, se usa tanto para consumo humano como para dar de comer a las aves de corral.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátanos contra el calor
También abundan los plataneros, que aguantan muy bien el calor y cuyo fruto, la banana, tiene salida a los mercados locales, sobre todo la variedad "bellaco". Sin embargo, es sensible a las inundaciones prolongadas, por lo que, a veces, se echan a perder las plantas y se malogra toda la cosecha.
Imagen: DW/E. Anarte
Arrozales en las lindes del camino
La cantidad de zonas inundables que hay en los alrededores de Santa Clara de Uchunya ha hecho que proliferen también los arrozales. Aunque no es una planta autóctona, han aprendido a cultivarla. El arroz es fácilmente almacenable y dura mucho tiempo, por lo que es perfecto para tenerlo como reserva por si una inundación los deja incomunicados sin poder salir de casa, como pasó el año pasado.
Imagen: DW/L. García Casas
Construcción sostenible
Otro de los aspectos claves de la sostenibilidad es la forma de construir de los shipibo. Antiguamente eran seminómadas: construían sus cabañas en un lugar y cazaban y recolectaban hasta que agotaban las reservas, para luego trasladarse a otro sitio, dentro de sus tierras ancestrales. Ahora están asentados en lugares fijos, pero siguen construyendo aún según su técnica tradicional.
Imagen: DW/E. Anarte
Sin clavos
La forma tradicional de construir utiliza para fijar las vigas unas lianas que recogen en la selva y que duran muchos años. Para atar las hojas de palma con la que hacen el techo, utilizan atadijo, una corteza que cortan en tiras y que también es muy resistente y duradera. Sin embargo, los tejados hay que renovarlos cada doce o quince años, por lo que algunos optan ya por techos sintéticos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Madera para construir casas
Sin embargo, para construir una casa necesitan cortar bastantes árboles: seis cumaseba para los pilares, cinco espintana para las vigas largas, varias carahuasca y al menos ocho cañas bravas para el esqueleto del tejado. Además, tienen que pelar veinte palmeras para cubrir el techo. Aquí la sostenibilidad se basa en la gran extensión de tierra que utilizan unas pocas familias.
Imagen: DW/L. García Casas
La empresa de palma
En el caso de Santa Clara de Uchunya, lo que ha venido limitando el acceso a sus tierras ancestrales es la instalación de una plantación de palma de aceite que ha deforestado 7.000 hectáreas de bosque primario. Eso ha reducido las tierras en las que cazaban y de las que recogían madera y plantas medicinales. Además, ha espantado a la caza. Ahora están luchando para recuperar esas tierras.