En el quinto capítulo de esta bitácora amazónica, los periodistas de DW asisten a una competición deportiva entre indígenas y mestizos.
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Lea el capítulo anterior de esta bitácora de viaje de los periodistas de DW en la Amazonía peruana.
Los niños en España juegan al fútbol. En Alemania, por lo que he visto desde que vivo allí, también. Cuando digo que los niños juegan al fútbol, me refiero a que ese es el axioma en torno al cual se construye toda la práctica social del deporte. No jugar al fútbol es una excepción, a veces incluso mal vista, además de un desmarque sospechoso de la masculinidad normativa. Por supuesto, de pequeños unos y otras jugábamos juntos -mi amiga Virginia era una defensa temida por todos, nótese el masculino genérico-, pero a medida que nos fuimos adentrando en la adolescencia, el patriarcado fue consolidando sus fronteras de validez, renombre y exclusión.
Al otro lado del océano, en la comunidad indígena de Santa Clara de Uchunya, muchas cosas son diferentes, pero esta concretamente no. Los partidos que se organizan cada tarde en la cancha de fútbol que preside el centro poblado son territorio masculino, de jóvenes y mayores. En la selva amazónica, el fútbol también es un mundo de hombres.
Videoblog: Torneo de fútbol amazónico en el caserío El Caribe
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La división sexual no impide, sin embargo, que diferentes disciplinas deportivas generalmente asociadas con la globalización se hayan convertido en un vector de integración social entre las comunidades de esta zona de la Amazonía peruana. En esta parte del departamento de Ucayali, muchos de los eventos que reúnen a indígenas y mestizos tienen el deporte como excusa.
En mi España natal, un caserío es una construcción tradicional típica, sobre todo, de las regiones del País Vasco y Navarra. Por eso me sorprendió cuando los locales anunciaron que nos llevaban al vecino caserío El Caribe para celebrar su aniversario. En estas latitudes, un caserío es una población mestiza, nos explican, en contraste con el carácter indígena de una comunidad como la que estamos visitando, en la que, sin embargo, también viven mestizos o miembros de otros pueblos indígenas que no son el shipibo.
Deportes e integración social entre indígenas y mestizos
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¿Cómo celebra aquí su aniversario una localidad como El Caribe? Invitando a las comunidades de la zona a participar en una jornada de competiciones deportivas. Es decir, una sucesión de partidos de fútbol masculino. Solo cuando este acaba o entra en pausa se vuelca realmente la atención sobre el voleibol femenino que se desarrolla junto a uno de los extremos de la pista del deporte hegemónico. La convocatoria, sin embargo, sirve para unir a mestizos e indígenas en una atmósfera de sana competición en la que no falta comida en abundancia -preparada en casa y transportada hasta aquí-, cerveza y diferentes estilos de música latina a todo volumen.
Amazonía Uchunya: un proyecto multimedia de DW
Cae la noche y el juego -los uchunya perdieron un primer partido pero volvieron a inscribirse para defender su nombre- ocupa prácticamente todas las conversaciones. Nos preguntan si vimos el partido, si lo grabamos. La emoción que genera el equipo local es palpable: une a hombres, mujeres, niños y mayores. Nunca me interesó el fútbol, pero, de repente, no siento a Europa tan lejos. O más bien, todo esto se me antoja asombrosamente cercano.
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Santa Clara de Uchunya: ¿cómo convivir con la Amazonía de forma sostenible?
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya, en la selva peruana, pertenecen a una comunidad indígena que lucha por seguir explotando los recursos naturales de la selva amazónica sin agotarlos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Pesca y cría de peces
Los habitantes de Santa Clara de Uchunya recogen pescado de su laguna por turnos: uno cada día. Allí pescan con "trampa", es decir, con red. La colocan por la tarde y recogen los peces que se enganchan en ella por la mañana, uno por uno, sin arrastrar la red. Además, gracias al apoyo de una ONG internacional han instalado una piscifactoría que este mes de diciembre empezará a producir.
Imagen: DW/L. García Casas
Bañándose con pirañas
Pueden sacar hasta tres kilos de pescado al día, incluidas pequeñas pirañas. También "cazan" peces de la forma tradicional, con lanza, en el río Aguaytía, aunque lo evitan cada vez más debido a la creciente contaminación. En ese caso, van a primera hora de la mañana con la canoa cerca de la orilla, donde los peces se acercan para comer. Allí también se bañan, aunque hay rayas y otros peligros.
Imagen: DW/E. Anarte
Caza con escopeta
La forma tradicional de cazar, sobre todo aves, era con cerbatana. Pero ya nadie las usa ni las hace. En Santa Clara de Uchunya, según nos cuentan, ya ni siquiera nadie tiene una para mostrarnos. Quienes cazan, lo hacen con escopeta. Las fabrican en Pucallpa de forma casi artesanal. En sus tierras ancestrales hay caza, pero también osos hormigueros, tigrillos y otros animales amenzados.
Imagen: DW/L. García Casas
Cultivos
Sin embargo, de donde sacan la mayor parte de su alimento, y también una fuente de ingresos vendiendo el excedente en la ciudad, es de la agricultura. Todos los habitantes de Santa Clara de Uchunya tienen derecho a cultivar una chacra (parcela) dentro de las tierras comunales. El maíz, por ejemplo, se usa tanto para consumo humano como para dar de comer a las aves de corral.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátanos contra el calor
También abundan los plataneros, que aguantan muy bien el calor y cuyo fruto, la banana, tiene salida a los mercados locales, sobre todo la variedad "bellaco". Sin embargo, es sensible a las inundaciones prolongadas, por lo que, a veces, se echan a perder las plantas y se malogra toda la cosecha.
Imagen: DW/E. Anarte
Arrozales en las lindes del camino
La cantidad de zonas inundables que hay en los alrededores de Santa Clara de Uchunya ha hecho que proliferen también los arrozales. Aunque no es una planta autóctona, han aprendido a cultivarla. El arroz es fácilmente almacenable y dura mucho tiempo, por lo que es perfecto para tenerlo como reserva por si una inundación los deja incomunicados sin poder salir de casa, como pasó el año pasado.
Imagen: DW/L. García Casas
Construcción sostenible
Otro de los aspectos claves de la sostenibilidad es la forma de construir de los shipibo. Antiguamente eran seminómadas: construían sus cabañas en un lugar y cazaban y recolectaban hasta que agotaban las reservas, para luego trasladarse a otro sitio, dentro de sus tierras ancestrales. Ahora están asentados en lugares fijos, pero siguen construyendo aún según su técnica tradicional.
Imagen: DW/E. Anarte
Sin clavos
La forma tradicional de construir utiliza para fijar las vigas unas lianas que recogen en la selva y que duran muchos años. Para atar las hojas de palma con la que hacen el techo, utilizan atadijo, una corteza que cortan en tiras y que también es muy resistente y duradera. Sin embargo, los tejados hay que renovarlos cada doce o quince años, por lo que algunos optan ya por techos sintéticos.
Imagen: DW/L. Garcia Casas
Madera para construir casas
Sin embargo, para construir una casa necesitan cortar bastantes árboles: seis cumaseba para los pilares, cinco espintana para las vigas largas, varias carahuasca y al menos ocho cañas bravas para el esqueleto del tejado. Además, tienen que pelar veinte palmeras para cubrir el techo. Aquí la sostenibilidad se basa en la gran extensión de tierra que utilizan unas pocas familias.
Imagen: DW/L. García Casas
La empresa de palma
En el caso de Santa Clara de Uchunya, lo que ha venido limitando el acceso a sus tierras ancestrales es la instalación de una plantación de palma de aceite que ha deforestado 7.000 hectáreas de bosque primario. Eso ha reducido las tierras en las que cazaban y de las que recogían madera y plantas medicinales. Además, ha espantado a la caza. Ahora están luchando para recuperar esas tierras.