Es la hora de emprender el camino, de regresar. Nos esperan otras dieciséis horas de vuelo. Y algunas más de espera en los aeropuertos de Lima y de Madrid. Para la venida me traje para leer un libro clásico de la antropología estructuralista francesa, la Declaración de Derechos de los Pueblos Indígenas de las Naciones Unidas y el Convenio 169 de la OIT de 1989. "Un magnífico documento", me había dicho el antropólogo peruano Alberto Chirif antes de partir, "si solamente se cumpliera lo que ahí está estipulado, la situación sería muy distinta". Por ejemplo, su artículo 14.1:
"Deberá reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados, deberán tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de subsistencia. A este respecto, deberá prestarse particular atención a la situación de los pueblos nómadas y de los agricultores itinerantes".
Parece escrito pensando en los uchunya.
Videoblog: Adiós a Santa Clara de Uchunya
00:48
O los artículos 8.2b, 32.2 y 32.3 de la citada Declaración:
"Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la prevención y el resarcimiento de todo acto que tenga por objeto o consecuencia enajenarles sus tierras, territorios o recursos". (...) "Los Estados celebrarán consultas y cooperarán de buena fe con los pueblos indígenas interesados por conducto de sus propias instituciones representativas a fin de obtener su consentimiento libre e informado antes de aprobar cualquier proyecto que afecte a sus tierras o territorios y otros recursos". (…) "Los Estados establecerán mecanismos eficaces para la reparación justa y equitativa por esas actividades, y se adoptarán medidas adecuadas para mitigar las consecuencias nocivas de orden ambiental, económico, social, cultural o espiritual".
El rumbo perdido del escribano
Pero esta vez no nos llevamos nada para leer, sino recuerdos… y más de 250 gigabytes de imágenes y grabaciones. Tampoco vamos a ver ninguna película durante el vuelo, que se nos acaba haciendo increíblemente corto. Enrique me contagia su entusiasmo y aprovechamos el tiempo revisando entrevistas y montando los videos. En las doce horas de vuelo ni siquiera enciendo el sistema de entretenimiento del avión. Mi compañero tampoco. Tampoco dormimos siquiera. Sí que me tomo, no obstante un momento para la reflexión.
Hace poco tuve la oportunidad de visitar el Archivo de Indias de Sevilla, donde está recopilada toda la documentación que generó el comercio con América, que durante varios siglos tuvo en exclusiva la capital andaluza y, luego, Cádiz. La acreditación de prensa suele dar acceso a los archivos fácilmente. Esa vez fue merced a un amigo, cuya tía trabaja allí, que pudimos ver donde restauran y digitalizan los documentos. Llevan haciéndolo desde 1992 y han escaneado ya una décima parte de todos los legajos.
Uchunya: la lucha por la tierra y el medio ambiente
04:00
This browser does not support the video element.
La documentalista tenía abierto sobre la mesa de cristal iluminado un cuaderno de bitácora de Francisco de Pizarro. "¿Esto está escrito por Pizarro hace quinientos años?", pregunté sorprendido ante tamaño tesoro. "Probablemente por su escribano, parece ser que no se le daba muy bien escribir", me contestó entonces la especialista. No recuerdo en qué fecha estaba datado el documento, pero constataba que, durante la noche, habían variado el rumbo y no sabían exactamente dónde estaban.
Es lo emocionante de viajar, que se sabe cómo se empieza pero no cómo se acaba. Yo sí sé dónde y cómo terminaría el viaje de Pizarro, aunque en ese día asentado en la bitácora pareciera que él y su tripulación estaban perdidos, porque es algo que ya pertenece a la historia: acabaría conquistando el Perú de los incas. Lo que no sé ahora es dónde acabará el nuestro. Porque no se trata de volver a casa, sino de llevarles a ustedes a la suya un pedacito de una Amazonía de la que, según los expertos, a los que les gusta calcular este tipo de cosas, depende una quinta parte del oxígeno que respiramos en todo el mundo. Mucho más fácil es calcular cuánto tiempo le queda a la Amazonía si la deforestación sigue al ritmo actual. Pero, como el contramaestre de Pizarro, nos limitamos, como meros escribanos, ya que nosotros no llevamos el timón, a constatar que durante la noche hemos perdido un poco el rumbo. Pero eso no quiere decir que estemos del todo perdidos. Todavía.
Amazonía Uchunya, un especial multimedia de DW
Deutsche Welle es la emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas. Síganos enFacebook | Twitter | YouTube |
Santa Clara de Uchunya, un pueblo en lucha en la Amazonía peruana
Los uchunya, una comunidad indígena del pueblo shipibo ubicada en Ucayali, se enfrentan a una empresa de palma aceitera que opera en sus tierras ancestrales. DW los visitó para retratar su vida cotidiana.
Imagen: DW/L. García Casas
Nuestro hogar, la selva amazónica
Santa Clara de Uchunya está situada a pocos kilómetros de Pucallpa. Esta comunidad indígena de la Amazonía peruana forma parte del pueblo shipibo y habita a orillas del río Aguaytía, afluente del Ucayali. Desde hace años, sin embargo, se han visto involucrados en un conflicto territorial con una empresa de palma aceitera.
Imagen: DW/L. García Casas
El reto de liderar una comunidad en lucha
Efer Silvano es el jefe de la comunidad uchunya, un cargo que se renueva cada tres años y se elige por votación. Aunque no hay veto alguno a las mujeres, en la práctica, ninguna ha sido escogida aún para ser jefa. En la imagen, el actual líder viste las ropas tradicionales de este pueblo que, no obstante, han sido excluidas de la indumentaria cotidiana del lugar.
Imagen: DW/E. Anarte
Imagen paradisíaca, realidad más compleja
La cabaña de la imagen da una idea de cómo son las viviendas de Santa Clara. El suelo tiene que estar elevado porque las inundaciones pueden convertir el claro en el que está construida la población en un lago. La elección del techo es muy importante a la hora de hacerse un hogar: la chapa puede proteger mucho mejor de la lluvia, pero también puede producir un calor insoportable.
Imagen: DW/E. Anarte
Un coche para la selva
En la selva amazónica peruana también hay vehículos a motor. Los “motocars” como el de la imagen son esenciales para la movilidad entre las poblaciones más aisladas de la región, especialmente si llueve, porque los caminos se vuelven intransitables para otros medios de transporte. Eso sí, la contaminación de la gasolina y el ruido que producen son el precio a pagar, y difícil de pasar por alto.
Imagen: DW/E. Anarte
La “cocha” es la respuesta a todo
El lago Uchunya, al que los locales se refieren como “la cocha”, es una pieza clave de la organización económica de la comunidad. Cuando no tienen agua corriente, vienen aquí a bañarse o a lavar la ropa. Además, de sus aguas obtienen el pescado que tanto les gusta desayunar. Por supuesto, también es un agradable lugar para pasar su tiempo libre.
Imagen: DW/L. García Casas
Bien acompañado se trabaja mejor
Aunque cada uno tiene sus tierras (las "chacras"), en muchos sentidos la vida aquí requiere de colaboración. Las redes familiares de apoyo son de vital importancia, pero también la cooperación entre miembros de la comunidad. En la imagen, varios uchunya -mujeres, hombres e incluso menores- pelan yuca conjuntamente.
Imagen: DW/E. Anarte
Plátano para desayunar, almorzar y cenar
El plátano no es solo una fruta o un complemento para la ensalada en estas latitudes. La banana es la base de la dieta local y se come en multitud de formas, a menudo frita o machacada. Por eso muchas de las tierras que cultivan los uchunya están repletas de los árboles que dan estos frutos, los cuales resisten muy bien el calor de la zona.
Imagen: DW/L. García Casas
Las reglas del partido son las mismas
El deporte también está enormemente presente en el día a día de la comunidad. Cada tarde, al terminar las labores, se organizan partidos de fútbol masculino entre los vecinos. Las mujeres, mientras tanto, juegan al vóleibol, aunque algunos hombres también se les unen. Como en Europa, el fútbol femenino en igualdad de condiciones sigue siendo un asunto pendiente.
Imagen: DW/E. Anarte
Una iglesia vacía en medio de la selva
Hace años que la comunidad carece de un líder religioso cristiano. De acuerdo con los locales, el último misionero, de nacionalidad estadounidense, abandonó la población por problemas de alcoholismo. En la actualidad, los uchunya no tienen un credo oficial, aunque algunos de sus miembros profesan el cristianismo a título individual.
Imagen: DW/E. Anarte
Soldando bajo el calor amazónico
Neiser es el único mecánico de la comunidad. Aunque la mayoría de los hombres uchunya son autosuficientes y saben construir su casa, cazar, cultivar y pescar, el desarrollo de nuevas necesidades, como la de reparar los motocars, fomenta una relativa especialización del trabajo en esta población indígena.
Imagen: DW/E. Anarte
Frontera y fuente de vida
El río Aguaytía es clave para la economía local, ya que es una importante fuente de pescado. Al otro lado, donde se encuentra en esta imagen el comunero Walter, están las tierras ancestrales donde opera la empresa de palma aceitera. Como consecuencia de la disputa, los uchunya ya no pueden obtener tantos alimentos de la caza como antes.
Imagen: DW/E. Anarte
Arte para comer
La popular artesanía shipibo también está presente en Santa Clara de Uchunya, aunque todos dicen que mucho menos que en el pasado. Cuencos cuidadosamente elaborados como los de la imagen se utilizan para comer y beber, además de ser motivo de orgullo local.
Imagen: DW/L. García Casas
La mejor arma: la sonrisa de un niño
Aunque los uchunya llevan años enfrentados a la empresa que, dicen, les ha arrebatado parte de sus tierras ancestrales, la alegría es un don que nadie ha logrado robarles aún. Tampoco la ilusión de los más pequeños, que pronto tendrán que decidir si continuar con el modo de vida tradicional o intentar estudiar y tomar caminos que los llevarán, al menos a corto plazo, lejos de la comunidad.