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Bolsonaro bajo presión por la pandemia

Jan D. Walter
22 de marzo de 2021

Brasil ha llegado a registrar más de 2.800 muertes diarias por coronavirus. Pero el presidente Jair Bolsonaro mantiene sus prioridades: por encima de la salud, está la economía. La presión le llega ahora del Parlamento.

El presidente Bolsonaro ha presentado al coronavirus como una "gripecita" exagerada por los medios.
El presidente Bolsonaro ha presentado al coronavirus como una "gripecita" exagerada por los medios.Imagen: Eraldo Peres/AP Photo/picture alliance

Según informes de prensa, un Airbus A310 de la Bundeswehr, las Fuerzas Armadas alemanas, partirá del aeropuerto de Colonia hacia Brasil, para llevar 80 ventiladores a Manaos. Se necesitan con urgencia en la metrópoli amazónica. El sistema de salud allí colapsó nuevamente por la afluencia de pacientes con COVID-19.

Hace alrededor de un año, el pasado mes de abril, imágenes en las que los fallecidos eran enterrados en fosas comunes, porque se agotaba el espacio en los cementerios de Manaos, dieron la vuelta al mundo. Este enero, se agotó temporalmente el oxígeno para quienes enfermaban de gravedad por COVID-19.

Brasil es considerado hace tiempo como uno de los epicentros de la pandemia de coronavirus a nivel mundial. Imágenes y noticias dramáticas como las de Manaos sustentan esta imagen. Sin embargo, observar las cifras del país en su conjunto, ayuda a poner esto en perspectiva.

Entierros masivos en la metrópoli amazónica de Manaos, en abril de 2020.Imagen: picture-alliance/dpa/C. Batata

Según "Our World in Data", el portal de estadísticas de la Universidad de Oxford, la incidencia de nuevas infecciones por cada 100.000 habitantes en 7 días es de 239 en Brasil, lo que, en comparación mundial, coloca al país entre Francia y Luxemburgo en la última semana.

Brasil también puntúa mejor en términos de mortalidad de lo que parece a primera vista: siete países de la UE, incluida Alemania, tienen una tasa de mortalidad más alta. Una razón para esto podría ser su población relativamente joven.

Manaos: señal de advertencia

No obstante, el gigante suramericano se tambalea actualmente entre un récord negativo y otro. Debido a la llamada "mutación brasileña", el virus se está propagando más rápido que nunca en el país, que ha registrado recientemente alrededor de 80.000 nuevas infecciones por día. Más de 2.800 personas han llegado a morir en un solo día en Brasil a causa de una infección por COVID-19, en este crítico momento de la pandemia en el país y en el mundo.

Probablemente, Brasil podría estar en una mucho mejor posición si el Gobierno de Brasilia hubiese captado, desde la primera ola, la señal de advertencia que representaban los eventos en Manaos. El Estado garantiza a todos los residentes atención médica básica, pero no puede ofrecerla en todo el país. Incluso antes del COVID-19, la escasez de médicos en Brasil era tan grande que el Gobierno "contrató" temporalmente a miles de médicos cubanos. 

Economía antes que salud

No es nuevo que los pacientes de las zonas rurales tengan que viajar cientos de kilómetros para recibir tratamiento, incluso con enfermedades menos graves, o que sean puestos en listas de espera. En la actualidad, sin embargo, incluso en metrópolis comparativamente ricas y bien organizadas como Río de Janeiro, São Paulo, Belo Horizonte y Porto Alegre, los pacientes graves se colocan en listas de espera, debido a la falta de camas.

Metro en São Paulo: las restricciones amenazan a los más pobres.Imagen: Alexandre Schneider/Getty Images

Los críticos aseguran que el Gobierno de Brasilia podría haber evitado la actual situación con medidas uniformes de control de infecciones. Pero el presidente Jair Bolsonaro no quiere saber nada de esto. Para él, el uso de mascarillas es superfluo, y se opone a imponer medidas restrictivas de la vida pública, porque podrían debilitar aún más la ya debilitada economía del país. Y aunque se dice que ha considerado vacunarse, aún no ha revisado su opinión de que el COVID-19 no es peor que la gripe común.

Entonces, en lugar de introducir restricciones a nivel nacional o una estrategia integral de vacunación, como la mayoría de los gobiernos del mundo, Bolsonaro pide a los brasileños que no exageren y mantengan la economía en marcha. A su favor tiene el hecho de que, en un país como Brasil, donde muchas personas viven al día, las restricciones por coronavirus pueden representar una amenaza más concreta que el riesgo de infección, especialmente para los más pobres.

La popularidad del Gobierno disminuyó moderadamente

Sus seguidores reconocen con lealtad el curso político seguido por Bolsonaro. En un sondeo realizado a mediados de marzo por el instituto Datafolha, el 44 por ciento de los encuestados describió a su Gobierno como malo o muy malo. El 79 por ciento dijo que la pandemia en Brasil estaba fuera de control. Pero el 30 por ciento también aseguró que todavía cree que el trabajo de Bolsonaro es bueno o muy bueno.

A fines de 2020, los índices de popularidad del presidente fueron ligeramente mejores. En ese momento, los votantes potenciales tenían la impresión de el Gobierno había garantizado una ayuda efectiva y poco burocrática a los pobres. Sin embargo, en general, estos niveles se han mantenido en gran parte constantes desde que Bolsonaro asumió el cargo, hace dos años.

La presión viene ahora más del Parlamento en Brasilia: su presidente es apoyado sobre todo por el llamado Centrão, una alianza de centro-derecha, desde la que numerosos partidos escindidos actúan oportunistamente.

Crece la presión sobre Bolsonaro

Según informes de prensa, algunos parlamentarios han considerado apoyar a Luiz Inácio Lula da Silva en las próximas elecciones presidenciales a fines de 2022. El expresidente socialista, que a su vez puede contar con seguidores leales, ha vuelto al escenario político desde principios de marzo, luego de que un tribunal declarara inválidos los fallos en su contra por corrupción.

La destitución del ministro de Salud, Eduardo Pazuello, es una señal visible de la creciente tensión entre el presidente y el Parlamento. El tercer titular de esta cartera desde el estallido de la crisis de coronavirus fue particularmente notable por su inacción y (como podría esperarse del general del Ejército que es) por la obediencia ciega a su superior.

Nuevo ministro de Salud, ¿vuelta atrás?

A Pazuello, se le atribuyeron, entre otras cosas, la falta de botellas de oxígeno en Manaos. Además, recientemente se anunció que Brasil podría haber recibido varios millones de dosis de la vacuna de BioNTech/Pfizer en diciembre, si Pazuello no hubiese rechazado la oferta.

Enfermería temporal en un gimnasio en Sto Andre: incluso personas en estado crítico están en listas de espera.Imagen: Gustavo Basso/DW

La candidata preferida del Centrão, la cardióloga Ludhmila Hajjar, ha rechazado el puesto por excesivas diferencias con Bolsonaro. Pero al menos el ahora nombrado ministro de Salud, Marcelo Quiroga, es también médico y no cree en medicamentos en el mejor de los casos ineficaces, como la tan llevada y traída cloroquina contra la malaria. No obstante, Quiroga rechaza también la imposición de restricciones a la vida pública.

De la inacción al boicot

No está nada claro que el cambio en la cima del ministerio más importante del momento resulte en un cambio político de mayor envergadura. Parece más un indicio de que el respaldo del presidente en el Centrão es inestable, consideró el expolítico y periodista Thomas Traumann en un podcast para el diario Folha de São Paulo: "El número de casos de coronavirus está aumentando brutalmente, la campaña de vacunación está completamente desorganizada, la economía va mal. Así que el Centrão podría concluir que no es tan beneficioso estar demasiado cerca del Gobierno".

Bolsonaro ahora atravesará una fase muy difícil, prevé Traumann. Sin embargo, el presidente no muestra intención alguna de cambiar su rumbo de manera decisiva. A fines de la semana pasada, Bolsonaro dejó claro que seguirá frenando la imposición de medidas restrictivas contra el coronavirus: pidió a la Corte Suprema que invalide los decretos con que algunos gobernadores restringen la libertad de circulación.

"Lo justifica con el hecho de que tales medidas solo son permisibles en un 'estado de sitio', que efectivamente solo puede proclamar el presidente", dice el politólogo Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas en São Paulo. Sin embargo, Stuenkel considera poco probable que Bolsonaro se salga con la suya con este paso. (rml/ers)

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