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"Brasil es un lugar privilegiado para la violencia"

Guilherme Henrique
12 de junio de 2017

La historiadora Laura de Mello e Souza explica los orígenes de la corrupción en ese país y asegura que elites políticas incultas favorecen los discursos agresivos.

Brasilia Proteste 20.06.2013
Imagen: DW/Ericka de Sa

El complejo sistema de desvío de fondos públicos destapado por la Operación Lava Jato, en marzo de 2014, revivió un viejo debate sobre los orígenes de la corrupción en Brasil. La distorsionada concepción que existe sobre lo público y lo privado volvió a estar en el centro de la discusión. ¿Acaso se puede considerar que la corrupción es un mal que surgió con la proclamación de la república, en 1889?

 

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Para la historiadora Laura de Mello e Souza, también habría que incluir en este debate al Brasil colonial. "Todo sistema colonial presupone cantidades variables de corrupción”, afirma la profesora jubilada de la Universidad de Sao Paulo, quien además dictó la cátedra de Historia de Brasil en la Universidad de la Sorbona, en París.

En conversación con DW, la experta analiza el enriquecimiento ilícito de las autoridades ya bajo el dominio portugués, y la esclavitud como factor decisivo para la desigualdad social que sufre hasta la actualidad el país.

DW: ¿Es posible decir que la corrupción endémica que vive Brasil, y que expone la contradictoria relación entre lo público y lo privado, se asentó durante la época de dominio portugués?

Laura de Mello e Souza: Todo sistema colonial presupone dosis variables de corrupción. Por ejemplo, alienta el clientelismo: los funcionarios coloniales no ganaban mucho, pero, en compensación, hacían negocios en condiciones ventajosas en las tierras coloniales, al tiempo que el mando central hacía la vista gorda, porque nadie quería desempeñar funciones administrativas en regiones lejanas. En el imperio portugués se decía, entre los siglos XVI y XVIII, que un nombramiento para África equivalía a una sentencia de muerte... más allá de la exageración, fueran franceses, ingleses, holandeses, españoles o portugueses, todos los funcionarios coloniales de los imperios europeos esperaban hacerse ricos en sus cargos, y la mayoría lo conseguía. La esclavitud moderna, adoptada por los portugueses, también complica ese escenario, pero no lo explica por sí solo. Es importante dejar en claro que los ingleses y los franceses traficaron esclavos de forma intensiva y construyeron su riqueza imperial sobre la base de la esclavitud.

El enfrentamiento político que afecta a Brasil ha generado hostilidades a varios niveles: en la sociedad, en las instituciones democráticas, en el Congreso... ¿Esa agresividad es fruto de procesos no resueltos, como la esclavitud y la desigualdad social?

Es pronto para dar explicaciones únicas y concretas. Los medios de comunicación y las redes sociales estimulan las reacciones violentas y las incitan. Vivimos en una época de violencia extrema. Los discursos políticos son violentos. Brasil, con su sociedad desigual y sus elites políticas incultas, es un lugar privilegiado para la violencia. No me incluyo, en todo caso, entre los que ven razones únicas y explicaciones monocausales. El pasado esclavista obviamente no ayuda. Pero esto ya lo podríamos haber superado o aminorado sus efectos si hubiésemos construido una sociedad más igualitaria y más educada.

Lula, el exgobernador Sergio Cabral y Dilma Rousseff. Viejas elites, nuevas elites. Imagen: Ricardo Stuckert/abr

En 2018 se cumplen 130 años desde que la princesa Isabel I firmó la Ley Áurea, que abolió la esclavitud (13 de mayo de 1888). ¿Por qué hemos evolucionado tan poco en nuestras relaciones desde entonces?

Desde el punto de vista de un historiador, los cambios no fueron pocos. Actualmente, el racismo es un crimen, y eso es un gran paso. Sin embargo, no creo que la desigualdad que persiste para los brasileños negros y mestizos pueda ser atribuida únicamente al racismo y la esclavitud. Es fruto de una profunda desigualdad económica y de unas políticas públicas que no toman en cuenta a las poblaciones más necesitadas. Sin una inversión fuerte en educación no se llega a una sociedad más igualitaria ni a la superación del "racismo a la brasilera”, que es extremadamente sutil e incide principalmente en la vida de los negros y mestizos pobres.

Las conquistas políticas en la colonia tenían como origen la lucha armada y la revolución, limitando la participación política a pocas personas. ¿Ese escenario de exclusión restringió el poder solo a unas elites, que son las mismas que siguen dominando hoy?

Las revueltas del pasado tuvieron, muchas veces, un enorme protagonismo popular. Hubo guerras de indios y los enfrentamientos se contaban por cientos en algunas regiones del país. Si bien la participación política estuvo limitada a unos pocos, no creo que haya sido muy distinto a lo que ocurría en otros países occidentales. Además, la elite dominante de hoy es muy distinta a la que fue dominante en diversos momentos de nuestro pasado histórico. ¿Acaso podemos comparar nuestra situación actual con la Primera República? No lo creo. En Brasil hubo un intenso fenómeno de circulación en las elites, en especial en las regiones más ricas. Lo malo es que las nuevas elites incorporaron la mayor parte de los vicios y prejuicios de las antiguas.

¿Este estigma de negación e incredulidad que se ve en el país es un fenómeno nuevo o ya se veía en el período colonial?

La negación y la incredulidad son fenómenos pendulares de nuestra historia. Somos un pueblo ciclotímico, pasamos de la euforia a la depresión sin estación intermedia. O somos el país del futuro o decimos que una desgracia así solo puede ocurrir en Brasil. Es una tradición lusitana. Los portugueses reclaman siempre. Estamos, portugueses y brasileños, eternamente al borde del abismo. Y la situación colonial no ayudó mucho: el poder siempre fue distante, inaccesible, representado por funcionarios que pasaban un tiempo y luego se iban, generalmente más ricos de lo que habían llegado.

Autor: Guilherme Henrique (DZC/ERS)

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