Astrid Prange De Oliveira (ERC/ERS)12 de mayo de 2016
La presidenta de Brasil ha sido suspendida oficialmente del cargo. ¿Y ahora qué? A pocas horas de la histórica votación en contra de Rousseff en el Senado, queda en el aire la impresión de que muy pocas cosas cambiarán.
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Un lustro y cinco meses después de haberse convertido en la primera mujer en la jefatura de Gobierno de Brasil, no es sólo el mandato de Dilma Rousseff el que llega provionalmente a su fin. Con él culminó también la era del Partido de los Trabajadores (PT), que llevó las riendas de la séptima economía del mundo durante los últimos trece años. La presidenta ha sido suspendida oficialmente de su cargo. ¿Y ahora qué? A pocas horas de la histórica votación en contra de Rousseff en el Senado, queda en el aire la impresión de que muy pocas cosas cambiarán.
Si Dilma Rousseff es finalmente destituida en forma defintiva, el gigante sudamericano será regido por el vicepresidente Michel Temer, hasta las próximas elecciones presidenciales, pautadas para 2018. El político de 75 años lidera desde hace quince el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), que gobernó en alianza con el PT entre 2003 y 2015. Hace seis meses, Temer anunció el fin de esa coalición.
“Sin una visión, Brasil no logrará salir de la situación en que se encuentra, donde todos luchan contra todos”, señala Daniel Vargas, abogado constitucionalista en la Fundación Getulio Vargas.“Yo no percibo que alguien esté pensando en un nuevo proyecto de desarrollo”, dice el jurista. “En los últimos años, Brasil tenía un proyecto político: se sacó a millones de personas de la pobreza”, acota Vargas, quien en 2009 trabajó para el Gobierno en el ámbito de la planificación estratégica.
Mientras los precios de las materias primas se mantuvieron altos, ese proyecto funcionó, subraya el experto. Pero ahora afloran de nuevo las verdaderas razones de la crisis nacional: la poca productividad de la economía brasileña.
Economía ante todo
De ahí que la presión sobre Temer sea grande. El ahora presidente interino, que tiene casi un cuarto de siglo de experiencia como diputado y presidió el Parlamento en dos ocasiones, ya le comunicó a la prensa local su lista de prioridades: economía, economía y más economía. También el nuevo ministro de Finanzas es un político de profesión: Henrique Meirelles, de 70 años, fue jefe del banco central de Brasil durante el mandato de Luiz Inácio “Lula” da Silva (2003-2010).
Meirelles tiene a su favor la confianza depositada en él dentro y fuera de Brasil. Temer no goza del mismo respaldo; él todavía tiene que ganárselo. Según un sondeo de opinión conducido por la encuestadora Datafolha en abril, 58 por ciento de la población opinó que también Temer debía ser suspendido de su puesto. En el caso de Dilma, sólo el 61 por ciento veía su suspensión con buenos ojos. Esto ayuda a explicar por qué la suerte corrida por Rousseff no ha generado un ambiente de euforia en el país sudamericano.
A sus habitantes no los esperanza el hecho de que el destino de Brasil esté en manos de Temer y del Congreso, una institución que se ha transformado en símbolo de corrupción y mala administración: hay procesos penales en marcha contra el 60 por ciento de sus miembros. Según Margarida Lacombe Camargo, especialista en jurisprudencia, “la implementación inadecuada del proceso para separar a la presidenta de su cargo ha creado una crisis institucional en el país”.
Impopular vicepresidente
A sus ojos, el debilitamiento de las instituciones democráticas es más grave que la suspensión de Dilma porque eso condujo a que a Temer le falten las condiciones que necesita para gobernar. “Ya no hay estabilidad. Los representantes del Ejecutivo y el Legislativo pueden ser separados de sus cargos en cualquier momento cuando haya investigaciones fiscales en curso”, sostiene Lacombe Camargo. Es por eso que a Temer no le será posible tender puentes hacia el futuro. “No se puede tender puentes en el vacío”, subraya la experta.
Sin embargo, no todos los observadores se muestran pesimistas. Mientras menos expectativas haya, menor será la probabilidad de quedar decepcionado, es el argumento de quienes apoyan el impeachment. “Es muy posible que Temer termine quedando bien. Después de todo, él es apreciado por quienes toman las decisiones”, apunta Maria Hermínia Tavares, politóloga del think tank brasileño CEBRAP. “Basta con que Temer aproveche ese respaldo y tome medidas para estimular la actividad económica y sanear el presupuesto nacional; más no se puede esperar”, agrega Tavares.
Por su parte, el PT ya empezó a hacer campaña electoral, anunciando que ofrecerá una oposición “dura”. “La remoción de Dilma no fue un movimiento democrático. Temer no tiene legitimación democrática alguna”, declaró el PT de cara a los medios. Mientras tanto, la propia Rousseff reconocía su derrota, pero con un tono desafiante. “Yo puedo haber cometido errores, pero nunca delitos”, aseguró, añadiendo: “Yo he soportado dolores espantosos. Yo he luchado contra la dictadura y contra mi enfermedad. Pero lo que más me ha dolido es la traición y la injusticia que ahora padezco”.
Altos y bajos en la trayectoria política de Dilma Rousseff
Antes de llegar a la presidencia de Brasil, Dilma Rousseff luchó contra la dictadura y un cáncer, y fue ministra de Lula. La crisis económico-política y un juicio de destitución se convirtieron en su mayor adversario.
Imagen: Roberto Stuckert Filho
Un agitada vida política
Un vistazo a la vida política de Dilma Rousseff, que comenzó ssiendo muy joven. A fines de los años 60 integró organizaciones que combatían la dictadura, hasta ser tomada presa, en enero de 1970, y torturada durante más de 20 días. Cuando salió de prisión, dejó la lucha armada y se mudó a Río Grande do Sul, donde estudió Economía y ayudó a fundar el Partido Democrático de los Trabajadores (PDT).
Imagen: AP/Arquivo Público do Estado de São Paulo
Junto a Lula
Dilma se afilió al Partido de los Trabajadores (PT) en 2001, cuando era secretaria de Minas y Energía de Rio Grande do Sul. Con la elección de Luiz Inacio "Lula" da Silva, en 2002, fue nombrada ministra de Minas y Energía. En 2005, asumió la jefatura de la Casa Civil. Ese cambio marcó el inicio de una reforma ministerial en medio de una crisis política.
Imagen: Ricardo Stuckert/PR
Ministra "de línea dura"
Cuando era ministra y jefa de la Casa Civil, Dilma anunció la creación de un Programa de Aceleración del Crecimiento (PAC), en 2007, que no se desarrolló como se esperaba, y asumió la dirección de iniciativas como el programa “Mi casa, mi vida”. En 2009 presentó un marco regulatorio que define las reglas de la explotación de las reservas de petróleo del presal.
Imagen: A. Nascimento/ABr
Su lucha contra el cáncer
En abril de 2009 se le diagnosticó cáncer linfático. Tras una cirugía y meses de radioterapia, Dilma anunció en septiembre de ese año que estaba curada. Ya era precandidata del PT para suceder a Lula. “Si uno se desarma ante esta dolencia, ella vence. Pero si uno no lo hace, percibe que la vida no acabó, y que incluso puede estar mejor que antes”, dijo a DW sobre su enfermedad.
Imagen: AP
Llegada a la presidencia
En octubre de 2010, Dilma dejó de ser una actriz secundaria en el escenario político para ser la sucesora de la política del expresidente Lula. Ganó en segunda vuelta contra José Serra y pasó a ser la primera presidenta de la historia brasilera. Asumió el cargo el 1º de enero de 2011.
Imagen: AFP/Getty Images/Evaristo Sa
Primer discurso en la ONU
“Por primera vez en la historia de las Naciones Unidas, una voz femenina inaugura el debate. Es la voz de la democracia y la igualdad amplificándose en esta tribuna”, dijo Dilma en la apertura de la 66ª Asamblea General de la ONU, en septiembre de 2011. Allí resaltó el papel de la mujer en la sociedad y en la política, lamentó la ausencia palestina y defendió la reforma del Consejo de Seguridad.
Imagen: picture-alliance/dpa
Dimisión de ministros
De los 39 ministros que integraban el equipo de la presidenta electa, ocho dejaron sus cargos en los primeros 14 meses de mandato tras escándalos. Siete de ellos venían del gobierno de Lula. De los ocho que dimitieron, solo Nelson Jobim, entonces ministro de Defensa, no estaba envuelto en denuncias de corrupción.
Imagen: AP
Inclusión social
Durante su primer mandato, Dilma dio continuidad a programas sociales del gobierno de Lula como la Bolsa Familia y Mi casa, Mi vida, y subastó el Campo de Libra, en el presal, destinando recursos a la educación y a la salud. También se crearon nuevos programas, como Pronatec y Más Médicos, este último, objeto de duras críticas por las entidades médicas, que realizaron protestas y huelgas.
Imagen: picture alliance/AE
Corrupción en Petrobras
En marzo de 2014, la Policía Federal de Brasil puso en marcha la Operación Lava Jato para investigar un megalavado de dinero que envuelve a Petrobras, a grandes empresas del país y a decenas de políticos. El escándalo en la petrolera estatal sirvió de combustible a la oposición durante la campaña electoral en ese año.
Imagen: AFP/Getty Images/K. Betancur
Elecciones disputadas
Dilma fue reelecta el 26 de octubre de 2014 con 54,5 millones de votos, en segunda vuelta, en una de las elecciones más disputadas de la historia de Brasil, con una diferencia de apenas 3,5 millones de votos para el segundo, Aécio Neves (PSDB). La campaña estuvo marcada por ataques verbales, escándalos y la muerte de uno de los candidatos, Eduardo Campos (PSB), sustituido por Marina Silva.
Imagen: picture-alliance/dpa/Sebastião Moreira
Crisis económica
Con una victoria apretada, Dilma enfrentó la paralización del crecimiento económico. En su primer mandato, el PIB creció menos de lo esperado, pero para los próximos dos años, la proyección fue aún peor: de retracción. La inflación, que viene creciendo desde 2012, superaría el techo prefijado en 2015, lo que no ocurría desde 2003.
Imagen: E. Sa/AFP/Getty Images
Protestas y reprobación
Las manifestaciones de junio de 2013 apenas afectaron a Dilma. En 2015, por otro lado, centenas de miles de personas salieron a la calle en Brasil para protestar específicamente contra el gobierno de la presidenta y los escándalos de corrupción. La gestión de Dilma Rousseff, que llegó a ser aprobada por el 73% de los brasileros en 2011, vio caer esa cifra a un 8% cuatro años más tarde.
Imagen: Getty Images/AFP/E. Sa
Déficit de presupuesto
En agosto de 2015, enfrentándose con el Congreso, el gobierno presentó una propuesta de presupuesto para 2016 con una previsión de déficit de 30,5 billones de reales, algo inédito. La decisión llevó a que la agencia de clasificación de riesgo Standard & Poor’s rebajara la nota de Brasil. Luego, el gobierno anunció un ajuste fiscal que aún trata de negociar con el Congreso.
Imagen: picture-alliance/epa/F. Bizerra jr.
"Maniobras" fiscales
A comienzos de octubre, el Tribunal de Cuentas de la Unión Brasilera recomendó rechazar las cuentas de 2014. La decisión es usada por la oposición para fundamentar un pedido de proceso de destitución para Rouseff. Dilma anunció el corte de ocho ministerios, la extinción de 30 secretarías en todas las carteras y la reducción de un 10% del salario para los ministros y para sí misma.
Imagen: Reuters/U.Marcelino
Cunha, pieza clave del juego político
El presidente de la Cámara de diputados, Eduardo Cunha, rompió con el gobierno cuando fue investigado por el escándalo de Petrobras. En vez de perder fuerza por las denuncias de corrupción, se mantiene firme en el poder y su actuación es decisiva para abrir un proceso de destitución contra Dilma, lo que desea la oposición.