¿Qué sigue a la mutua expulsión de embajadoras de la UE y Venezuela? ¿Qué posibilidad hay de revisar las sanciones impuestas a Caracas? ¿Significa esto el fin de la cooperación y la ayuda humanitaria?
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Nada deja entrever que vayan a aliviarse las tensiones entre la Unión Europea y Venezuela. En Caracas, la salida de la representante de la diplomacia europea es inminiente. En Bruselas, la embajadora de Venezuela conserva, hasta ahora, solo su cartera como representante ante el Reino de Bélgica y Luxemburgo. ¿Los canales diplomáticos, entonces, se han cerrado al haber declarado personas non gratas, recíprocamente, a las embajadoras de Caracas y de Bruselas? No del todo.
Según explica el Servicio Europeo de Acción Exterior, no se prevé cambiar la política de apoyo al pueblo venezolano, dejando abiertos todos los canales posibles para contribuir a encontrar una solución política y humanitaria, para apoyar a la sociedad civil. Cómo se lleve a cabo, está por verse.
De no haber un cambio en las posiciones, informan fuentes diplomáticas, Caracas podría nombrar un encargado de negocios. Lo mismo se haría en la delegación de la UE en Venezuela, para poder seguir gestionando los proyectos de cooperación y de asistencia humanitaria dentro de las fronteras del país.
“Es una lástima que el gobierno de Nicolás Maduro responda a las sanciones individuales con la expulsión de la embajadora de la UE: va a causar mayor aislamiento para el pueblo venezolano y una dificultad adicional para recibir las ayudas que ha acordado la UE. Ha habido mucho interés por tender la mano en la crisis humanitaria del país”, dice a DW Leopoldo López Gil, eurodiputado del bloque conservador y miembro de la Asamblea EuroLatinoamericana (EuroLat).
¿Ningún acuerdo de ningún tipo?
Con los últimos 19 sancionados, entretanto (desde 2017) son 55 los miembros del gobierno venezolano que ven sus activos congelados en los 27 países de la UE, a donde tampoco se les permite la entrada. Las sanciones “selectivas, reversibles y flexibles se impusieron a responsables de violaciones a los derechos humanos y de socavar la democracia y el Estado de Derecho en Venezuela”, se afirma en la decisión del Consejo Europeo.
“Que sean reversibles implica que están sujetas a revisión, si alguien puede demostrar que es inocente y no ha tenido nada que ver con lo que se le acusa”, sigue López Gil.
En esta caldeada situación, la reciente visita (26.02) de la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, a los proyectos humanitarios instalados en la frontera entre Venezuela y Colombia, encendió más las llamas de la ira en Caracas, que amenaza con una revisión de toda relación con la península. "O rectifican o no habrá nunca un acuerdo, de ningún tipo, ningún tipo de diálogo, señores de la Unión Europea", declaraba Nicolás Maduro.
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Sanciones en su territorio
La tensión aumenta, “fruto de una política errada por parte de la UE. Si violando el derecho internacional impone sanciones, no puede esperar que no haya consecuencias”, dice a DW Manu Pineda, eurodiputado del bloque de La Izquierda.
Pineda subraya que al Consejo de Seguridad de la ONU le compete imponer sanciones a países terceros; a Bruselas, le compete sancionar a sus Estados miembros. No obstante, desde diciembre de 2020, la UE dispone un régimen de sanciones para poder castigar, en su propio territorio, a responsables de violaciones contra los derechos humanos en cualquier rincón del mundo.
Justamente a mediados de febrero de 2021, la relatora especial de la ONU para medidas coercitivas y derechos humanos pedía que tanto Estados Unidos como la Unión Europea revisen las sanciones por el impacto humanitario de la pandemia.
“Son a título personal para personas que han violado derechos humanos, la Constitución y los derechos civiles y políticos. Decir que por las sanciones norteamericanas y las europeas faltan las medicinas es querer justificarse”, afirma López Gil.
“Por ahora yo creo que las sanciones deben permanecer”, dice López Gil, que en la Eurocámara lleva el tema de Venezuela para el bloque conservador.
“Claro que afectan al pueblo”, contrapone Pineda. “Afectan a miembros del gobierno que tienen una función que no pueden ejercer debido a las sanciones”, agrega. “¿No afecta a los venezolanos que se congelen fondos venezolanos en bancos europeos? Es una asfixia política y económica”, subraya.
¿Venezuela como Cuba?
Lo de las medidas coercitivas recuerda el caso de Cuba. En los veinte años que duró la posición común de la UE -que supeditaba toda relación y acuerdo con La Habana a avances en derechos humanos, los Estados miembros del bloque europeo siguieron manteniendo relaciones económicas y políticas con Cuba. La cooperación y la ayuda humanitaria de Bruselas tampoco dejó de estar presente.
A partir de la entrada en vigor del Acuerdo de Cooperación y Diálogo Político (noviembre 2017), los diálogos regulares han estado también bajo la presión de las críticas por el respeto a los derechos humanos. También por la cercanía entre La Habana y Venezuela. En la Eurocámara, los mismos que piden suspender el acuerdo con Cuba son los que presionan por más sanciones a Caracas.
Mantener la asistencia al pueblo venezolano
¿Este nuevo dramático capítulo significa el fin de la cooperación? “No es esa la intención”, responde López Gil. “Mucho de esa cooperación está destinada a los países receptores de la migración para vivienda, medicinas y educación para la población que está en Colombia, Ecuador, Perú y Chile”, afirma, recordando las dos conferencias organizadas desde Bruselas para captar asistencia internacional para paliar la crisis migratoria.
Como fuere, desde el otro extremo del espectro político, Pineda relativiza lo de ofrecer asistencia en la crisis migratoria, pero no abogar internacionalmente por levantar sanciones para que ese país pueda vivir de sus recursos.
En cualquier caso, con este vacío diplomático entre Bruselas y Caracas, la situación “sí va a ser más difícil para la asistencia que entra a Venezuela a través de la Cruz Roja o de Cáritas”, concluye López Gil.
Venezuela: un país desangrado
El 6 de diciembre se llevaron a cabo elecciones parlamentarias en Venezuela en medio de la peor crisis en años. Hambre y escasez caracterizan la vida cotidiana en el país. La necesidad se manifiesta de muchas formas.
Imagen: Jimmy Villalta/UIG/imago images
Neveras vacías
En 2018, la nación caribeña registró la inflación más alta en su historia: 65.374%, según el portal alemán Statista. En el mismo año, el Fondo Monetario Internacional incluso calculó la inflación en 1.370.000%. Debido a la falta de divisas, apenas se pueden importar bienes. Comprar en los supermercados es imposible para la mayoría de los venezolanos debido a los altos precios.
Imagen: Alvaro Fuente/ZUMA Press/imago images
Alimentando a los pobres en la ciudad de Valencia, estado Carabobo
Solo aquellos que traigan su propio plato o envase pueden comer algo. Incluso las organizaciones de ayuda humanitaria carecen de cubiertos desechables. El otrora rico país ha estado sufriendo una grave crisis de abastecimiento durante años. Hay escasez de todo: comida, medicinas y las cosas más básicas, como jabón y pañales.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
Los niños se mueren de hambre
En Caracas, los niños extienden desesperadamente los brazos cuando Caritas u otras organizaciones distribuyen alimentos. Muchos no han comido en días. El 96 por ciento de los hogares vive en la pobreza, 64 por ciento en pobreza extrema, según un estudio de la Universidad Católica Andrés Bello. La carne, el pescado, los huevos, las frutas y las vegetales solo se sirven en muy pocas familias.
Imagen: Roman Camacho/ZUMA Press/imago images
Sistema de salud al borde del colapso
El que lamentablemente tenga que ir a un centro de salud, como aquí en el Hospital San Juan de Dios de Caracas, tiene que pagar sus propios medicamentos y suministros como catéteres y jeringas. Más de un tercio de los 66.000 médicos con licencia ya abandonaron el país. El número de otros profesionales de la salud también se ha reducido, lo que ha llevado al sistema sanitario al borde del colapso.
Imagen: Dora Maier/Le Pictorium/imago images
Barro y madera como materiales gratuitos de construcción
Un niño juega en su casa de bahareque, un tipo de vivienda hecha de madera y barro cuya construcción se remonta a la época precolombina. Debido a la creciente pobreza extrema en las zonas rurales, estas estructuras se están volviendo más comunes nuevamente. Bajo estos techos no hay agua corriente ni electricidad.
Imagen: Jimmy Villalta/UIG/imago images
No hay electricidad en Venezuela
Los apagones permanentes paralizan regularmente el país. La oposición señala las inversiones demoradas, la corrupción y el mantenimiento inadecuado de los sistemas eléctricos como las razones. Por ello, el gobierno tomó medidas drásticas para ahorrar electricidad. Por un tiempo, los funcionarios públicos incluso redujeron su semana laboral a dos días hábiles para ahorrar energía. Sin éxito.
Imagen: Humberto Matheus/ZUMA Press/imago images
Viviendo en la calle
Cuando se va la luz, hace un calor insoportable en las casas si no se tiene un aire acondicionado que funcione. Entonces la gente traslada la vida a las calles, como aquí en Maracaibo. Por años ha habido cortes de energía no solo regionales en Venezuela, sino también nacionales. El presidente Nicolás Maduro asegura que sus oponentes hacen actos selectivos de sabotaje contra la infraestructura.
Imagen: Humberto Matheus/ZUMA Press/imago images
Escasez aguda de agua
En la parroquia Santa Rosa, en la ciudad de Valencia, el suministro de agua ha colapsado de forma tal que hasta la gente se baña y lava su ropa y otras cosas en charcos al costado de la carretera. Ya no hay agua potable.
Imagen: Elena Fernandez/ZUMA Wire/imago images
Luz y agua
En el río Guaire fluyen solo aguas residuales y productos químicos tóxicos. En Venezuela, el agua y la electricidad son delicadamente interdependientes: la falta de electricidad y mantenimiento agrietaron las paredes de los embalses del país y el nivel del agua bajó. Como resultado, se generó menos electricidad en las centrales hidroeléctricas y se produjeron apagones. Un círculo vicioso.
Imagen: Adrien Vautier/Le Pictorium/imago images
En busca de agua potable
En Guacara, en el estado Carabobo, una residente camina por las calles con recipientes de plástico en busca de agua potable. En algunos lugares de Venezuela solo hay unas pocas horas de agua corriente tres días a la semana. Por esta razón, muchas familias llenan rápidamente todas las botellas y frascos que encuentren para tener un poco de agua cuando la sequía vuelva.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
Aguas contaminadas
Los venezolanos nadan en petróleo, pero no de buena manera: en el lago de Maracaibo, los pescadores arrojan sus redes desde neumáticos viejos, a pesar de que el agua está contaminada con petróleo. Las costas también están afectadas. Debido a fugas en oleoductos y una avería en una refinería cerca de Puerto Cabello, en el noroeste del país, unos 20.000 barriles de crudo se derramaron al mar.
Imagen: Miguel Gutierrez/Agencia EFE/imago images
"El pueblo necesita gasolina"
En Guacara, en el estado Carabobo, la gente espera con sus automóviles enfrente de las estaciones de servicio por más de dos semanas para cargar gasolina. Venezuela tiene que importar petróleo de Irán porque sus propias plantas petroleras en ruinas apenas pueden producirlo. Hace 10 años, la tasa de producción era de unos 2,3 millones de barriles al día. Ahora es menos de la mitad.
Imagen: Juan Carlos Hernandez/ZUMA Wire/imago images
El suministro de energía colapsó
En Caracas, la gente espera en la calle con sus bombonas de gas vacías con la esperanza de que por fin puedan volver a llenarlas. Dado que las fuentes de energía y gasolina fallan repetidamente en Venezuela, la gente ha cambiado al gas. Pero este recurso también se ha vuelto escaso.
Imagen: Miguel Gutierrez/Agencia EFE/imago images
Las aureolas se desvanecieron
Los rostros de Hugo Chávez, Fidel Castro, Evo Morales y Rafael Correa miran desde la pared de una casa en Caracas hacia un basurero desbordado. Muchos venezolanos veneraron como santos a los líderes socialistas de Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador. En Venezuela, el "socialismo del siglo XXI" no ha cumplido su promesa de prosperidad para todos.