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Bush en Afganistán: viaje a un país olvidado

Deutsche Welle2 de marzo de 2006

El viaje de George W. Bush a Asia y los primeros 100 días de la canciller Merkel en el poder ocupan a los editorialistas europeos.

George W. Bush se reune con el presidente de Afganistán Hamid Karzai en Kabul.Imagen: AP

El diario parisino Figaro escribe: "El interés de Bush sigue centrando su interés en el exterior: él quiere establecer un nuevo orden mundial. La caza de fundamentalistas islámicos y la instauración de una democracia en Afganistán y Pakistán resultaron ser tareas titánicas. Un acercamiento entre Nueva Delhi y Washington resulta más realista.

La India, que otrora dirigiera el grupo de países neutrales y supiera coquetear con la Unión Soviética, mantuvo con los Estados Unidos relaciones tensas. Pero hoy las cosas son diferentes. Este país emergente busca mercados para su floreciente industria, aliados en su lucha contra el creciente peligro de extremistas islámicos y un nuevo estatus internacional."

Afganistán: un Estado fallido, aún

El británico The Guardian acota: "George W. Bush visitó por primera vez Afganistán, un sitio que cambió el mundo tras los atentados del 11 de septiembre (de 2001). Afganistán es un Estado fallido que tras la ocupación soviética fue olvidado en forma criminal y dominado por fundamentalistas talibanes que le dieron refugio a Osama Bin Laden.

Un Estado que cayó fácilmente en las manos de una superpotencia que utilizó a aliados en el terreno para ganar la guerra. El mundo se olvidó de Afganistán por largos años. Por eso fue que Afganistán le logró causar al mundo tanto daño. Por eso hasta la más corta visita de un presidente vale la pena para recordarle al planeta que ese lugar vital no será olvidado."

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El periódico español El País dice: "Los cien días que la canciller lleva en el cargo encabezando la gran coalición de la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD) han neutralizado los temores, pero además han generado esperanzas que no estaban implícitas ni siquiera en una victoria mayor de su partido.

Es cierto que el Gobierno que con un ánimo envidiable de cooperación leal dirigen Merkel y su vicecanciller, Franz Müntefering, ha creído necesario posponer mil decisiones impopulares, y que esto le hará objeto de críticas, muchas con razón. Pero también lo es que una apuesta para cambiar en sus raíces las estructuras de una sociedad tan agobiantemente regulada como la alemana es una empresa ingente que requiere más de cien y de mil días.

La política exterior alemana es probablemente la que ha cambiado de forma más espectacular, pese a la tranquilidad de sus formas. Merkel ha liquidado un amiguismo con el presidencialismo bonapartista de Vladímir Putin, que siempre es sospechoso para la parte de Europa que aún sueña con pasadas cooperaciones entre Moscú y Berlín por encima de la voluntad de Centroeuropa.

La canciller también ha restaurado las relaciones con Washington, dejando claro que, si bien con Bush de presidente las relaciones transatlánticas no son muy mejorables, hay que lograr que sean sufribles hasta el fin de su mandato.

La canciller tiene una tarea ingente ante sí, dentro y fuera del país, pero no es mal augurio el comprobar que son muchos los que piensan que no podía haber empezado mejor."

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