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¿Cómo deberá tratar Occidente a Irán?

5 de agosto de 2009

Mahmud Ahmadineyad asumió su segundo mandato como presidente iraní. A las conflictivas relaciones entre Irán y Occidente se suma la controversia por los resultados electorales y los sucesos de junio. La presión aumenta.

Demonstranten bemalen am Dienstag, 4. Aug. 2009, in Berlin waehrend einer Demonstration gegen die Wiederwahl des iranischen Praesidenten Mahmud Ahmadinedschad ihre Haende in den Farben der iranischen Fahne. Ahmadinedschad wurde am Montag formell in seine zweite Amtszeit eingefuehrt und wird am Mittwoch vereidigt. (AP Photo/Maya Hitij) ----Protestors colour their hands in the colours of Iran's flag and in pure red as they demonstrate against the re-election of Iranian president Mahmoud Ahmadinejad, Tuesday Aug. 4, 2009 in Berlin, Germany. (AP Photo/Maya Hitij)
Mahmud Ahmadineyad, asumiendo su cargo como presidente iraníImagen: AP


Irán se encuentra en el centro de la atención internacional, desde hace años. Sobre todo por su controvertido programa atómico. Después de las igualmente controvertidas elecciones presidenciales de mediados de junio, Irán predomina en los titulares de la prensa mundial y las agendas de las conferencias y los encuentros internacionales.

Alemania, sin pelos en la lengua

La canciller alemana, Angela Merkel, no tuvo pelos en la lengua. Después de las elecciones presidenciales en Irán exigió inmediatamente un recuento de los votos; responsabilizó al Gobierno iraní de la escalada de las protestas. Y cuando a mediados de junio criticó duramente las acciones del régimen contra los manifestantes y la desaparición de los opositores llegó al plano personal: “Sé por experiencia propia en la ex República Democrática Alemana cuán importante es que haya personas en el mundo que se ocupen de saber dónde están los otros”.

Estados Unidos avanza con cautela

Estados Unidos tomó una postura más bien cautelosa frente a Irán. Mucho antes de las elecciones, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le había extendido su mano, a finales de marzo para el año nuevo iraní, en un mensaje por video. Después de las elecciones, insistió en el respeto de los derechos humanos y los estándares del Estado de derecho, pero evitó hábilmente dar cualquier impresión de estarse inmiscuyendo en los asuntos internos de Irán.

Manifestación en Berlín en contra de la toma del poder del presidente iraní, Mahmud AhmadeniyadImagen: AP

La presión sobre Irán se incrementó sobre todo en la cumbre del G-8 en la italiana L´Aquila, con una declaración conjunta. El 9 de julio, los participantes de la cumbre criticaron que el jefe de Estado iraní, Mahmud Ahmadineyad, hubiera negado otra vez el Holocausto. Los líderes presentes hicieron expresa además su “seria preocupación” por la violencia posterior a las elecciones del 12 de junio. Además se criticó la falta de libertad para informar y el injusto encarcelamiento de periodistas.

“Lo que queríamos es exactamente lo que hemos recibido. Una declaración de unidad y un juicio severo de los horrorosos procedimientos contra manifestantes pacíficos después de las elecciones en Irán. Y la condena a tal comportamiento que simplemente atenta contra las normas básicas internacionales. El asalto a las embajadas y la detención de su personal; limitaciones a los periodistas. La unidad de esta declaración hace historia, pues se incluye Rusia, un país que no hace una declaración así tan fácilmente”, decía en L´Aquila un Obama satisfecho.

Presión del G-8

Los países del G-8 también aumentaron la presión en cuanto al programa nuclear; pusieron un ultimátum hasta finales de septiembre. Hasta el encuentro del G-20 en Pittsburgh estarían dispuestos a esperar para empezar a negociar. Desde ahí la presión no ha hecho más que crecer: la ministra estadounidense de Exteriores, Hillary Clinton, anunció a mitad de julio el emplazamiento de un escudo antimisiles en territorio aliado en el Golfo Pérsico, en caso de que Irán prosiguiera con su programa nuclear.

Y si lo último es lo que sucede, Estados Unidos anuncia dolorosas sanciones contra Teherán. En el New York Times se leía el 3 de agosto cómo podrían ser tales sanciones. El Gobierno de Obama contempla un embargo de combustible. Pues, si bien Irán cuenta con inmensas reservas petrolíferas, le falta capacidad para refinarlo. En cuanto al suministro de gasolina, el país depende de importaciones.

Pro y contra de las sanciones

Durante una visita a Deutsche Welle, la iraní Shirin Ebadi, premio Nobel de la Paz, se pronunció en contra de sanciones económicas; éstas sólo afectarían a la población. indicó. En cambio, se manifestó a favor de sanciones políticas: “que los países europeos retiren a sus embajadores. De ninguna manera hay que romper relaciones, pero se podría degradar las embajadas a consulados. Esto no afectaría a la población, pero le haría sentir al Gobierno su aislamiento”.

Christoph Bertram, ex director de la Fundación para Ciencia y Política en Berlín, se manifiesta también en contra de las sanciones. “De la confrontación a la cooperación”, tituló un largo artículo publicado en mayo, en el cual se presenta, pragmáticamente, a Irán como un país importante en una región estratégicamente importante, un país con el que conviene relaciones no basadas en la confrontación.

“Ser socios en la política internacional no significa necesariamente ser amigos íntimos. Los socios son Estados con quienes se comparten intereses. Basta con mirar la situación en Afganistán y se detecta que tenemos intereses comunes: tampoco Irán quiere que en Afganistán suban los talibanes; también a Irán le interesa la estabilidad en la región del Golfo. Sobre todo en lo tocante al vecino Irak hay muchas zonas de interés compartidas y ésas deberían ser utilizadas”, opina Bertram.

Cabe predecir que la relación de los países occidentales con el presidente Mahmud Ahmadineyad, en su segundo mandato, será un acto de equilibrismo entre las exigencias de la realpolitik y los valores que representa Occidente.

Autor: Matthias von Hein
Editora: Emilia Rojas-Sasse

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