¿Cómo ha logrado Japón mantener bajo control el COVID-19?
24 de marzo de 2020Durante esta época del año los cerezos comienzan a florecer, la gente se reúne para fotografiarlos y es la oportunidad perfecta para reunirse con amigos. "Este espectáculo es lo más importante para nosotros los japoneses", dijo un empleado del Parque Ueno en Tokio.
A diferencia con Europa, el COVID-19 no ha afectado tanto a Japón. Según los datos de la Universidad Johns Hopkins, la isla cuenta con 1.140 casos confirmados y 42 muertos; por día solo unas pocas personas son diagnosticadas con el virus. Estos números deberían haber explotado. Después de todo, Japón está muy densamente poblado, tiene la mayor proporción de personas mayores en todo el mundo y un contacto muy cercano con la vecina China. En enero llegaron 925.000 chinos y en febrero 89.000, por lo que el Gobierno japonés tomó medidas rápidamente: se cerraron los colegios por dos semanas y todos los eventos fueron cancelados. Pero las tiendas y los restaurantes permanecieron abiertos, y muchos trabajadores siguieron acudiendo a su puesto de trabajo.
¿Se puede confiar en el Gobierno?
La baja propagación de COVID-19 inicialmente despertó sospechas. "Durante el desastre nuclear de Fukushima, el Gobierno no quería admitir la crisis, por eso las actuales declaraciones oficiales generan mucha desconfianza", dijo Barbara Holthus, socióloga del Instituto Alemán de Estudios Japoneses en Tokio. A pesar de tener la capacidad de realizar 6.000 pruebas por día, solo se han llevado a cabo 14.000, 20 veces menos que en Corea del Sur, gravemente golpeada por la pandemia. Solo los pacientes que presentaban síntomas graves han sido examinados, informó Masahiro Kami, virólogo del Instituto Medical Governance Research. Así, el número de casos no reportados sería mucho más alto. Según el politólogo Koichi Nakano, el primer ministro Shinzo Abe quería que Japón fuera un país seguro para no perder los Juegos Olímpicos.
Por su parte, el grupo de expertos del Ministerio de Salud siempre rechazó las críticas. En lugar de las pruebas a nivel nacional, se buscan acumulaciones de enfermedades para contener el virus. Por ejemplo, cuando estalló la peste en una escuela primaria, la isla norte de Hokkaido cerró todas las escuelas y declaró una emergencia. Después de tres semanas, el virus había dejado de propagarse. "Este pequeño número de pruebas debería garantizar que los recursos médicos estén disponibles para los casos más severos", explicó Sebastian Maslow, politólogo de la Universidad de Tokio.
Inclinarse en lugar de darse la mano
Para reducir el número de contagios hay que evitar darse la mano, saludar con un beso o con un abrazo. En la cultura japonesa, desde temprana edad, los niños aprenden las reglas básicas de higiene. "Lavarse las manos, lavarse la boca con enjuague bucal y usar mascarillas son parte de nuestra vida cotidiana. Incluso antes del coronavirus", aseguró una señora japonesa, madre de dos niños. Desde febrero, en la entrada de tiendas y empresas había desinfectante disponible. El uso de mascarillas se convirtió en una obligación cívica. Incluso, antes de la pandemia, en Japón se utilizaban 5.500 mascarillas al año, 43 por persona. A raíz del COVID-19, la demanda aumentó y muchas tiendas ofrecen telas y filtros de café con instrucciones de cómo fabricar su propia mascarilla.
"Las mascarillas reducen el riesgo de transmisión"
Su uso masivo parece ralentizar el virus. "Las máscaras reducen la transferencia de gotitas del virus de una persona a otra", explicaron en una investigación cinco médicos occidentales, entre ellos Fabian Svara, del grupo de investigación Caesar de Bonn, y Matthias Samwald, de la Universidad de Medicina de Viena. Además de mantener distancia y lavarse las manos, el uso de mascarillas podría haber desempeñado un papel importante en la disminución de la propagación del virus. El bajo número de infecciones en países como Japón lo demuestra, escribieron los cinco expertos.
Dado este éxito, el primer ministro de Japón, Abe, no ha decidido declarar emergencia nacional. Los japoneses han regresado a su vida cotidiana y las escuelas volvieron a abrir, los niños mantienen distancia y los salones se ventilan continuamente. Sin embargo, el Gobierno prevé una segunda ola de infectados. Los ciudadanos de la UE no pueden ingresar, solo aquellos que residen en la isla, pero tendrán que permanecer en cuarentena por 14 días. Por el momento, estas regulaciones regirán hasta fines de abril. (bt/few)
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