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Ucrania: cómo un niño escapó de la guerra

29 de abril de 2024

Illja, un niño ucraniano de 11 años, cuenta a DW cómo sobrevivió a las bombas en Mariúpol y fue llevado a Donetsk. Su testimonio contribuyó para la orden de captura contra el presidente ruso, Vladimir Putin.

Niño saludado por Zelenski.
El presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, visitó personalmente a Illja en un hospital de Kiev.Imagen: Ukraine Presidency/ZUMA/IMAGO

Illja Matviyenko, un niño ucraniano de 11 años, dice que su madre y él salieron una noche del sótano donde se refugiaban para pedirle algo de agua y comida a un vecino. Pero algo pasó: "No llegamos hasta el vecino. Un cohete cayó cerca. Mamá se golpeó en la frente y murió al día siguiente", cuenta.

El chico ucraniano vivía en Mariúpol, una ciudad ubicada en el sureste de Ucrania que desde el 24 de febrero de 2022 fue asediada durante tres meses y destruida casi por completo por los bombardeos del ejército ruso, lo que acabó con la vida de miles de civiles.

Entre ellos estaba la madre de Illja, Nataliya Matviyenko, quien falleció el 21 de marzo de 2022. El cohete también lo dejó a él gravemente herido en la pierna derecha. Unos soldados rusos lo descubrieron al día siguiente y lo llevaron a un hospital de la ciudad ucraniana de Donetsk, bajo ocupación rusa.

Niños secuestrados por Rusia

Illja iba a ser acogido por una familia rusa, pero su abuela, que vive desde 2017 en Úzhgorod, la ciudad más occidental de Ucrania, lo rescató de Donetsk. Poco después, el chico testificó ante el Tribunal Internacional de Crímenes de Guerra de la Haya, testimonio que contribuyó a la orden de detención contra el presidente ruso, Vladimir Putin.

El chico es uno de los miles de niños ucranianos secuestrados por soldados o funcionarios rusos en los territorios ucranianos ocupados desde febrero de 2022. Una estimación oficial ucraniana cifra en unos 19.000 los menores deportados.

Edificio residencial de Mariúpol, bombardeado el 11 de marzo de 2022.Imagen: Evgeniy Maloletka/AP/dpa/picture alliance

María Lvova-Belova, la comisionada presidencial para los Derechos de los Niños en Rusia, se jactó en 2023 de que las autoridades rusas ya habían "rescatado" a 700.000 niños de Ucrania. Hasta ahora, Ucrania solo ha podido traer de vuelta a unos 400 niños secuestrados.

Aparte de las cifras, se trata de uno de los peores crímenes de guerra cometidos en Europa desde la Segunda Guerra Mundial: "Estos crímenes de guerra no son una coincidencia ni un accidente. Son un método de Rusia y una táctica de guerra contra Ucrania. Los niños son enviados a campos de reeducación. Primero se les dice que son rusos y que Rusia es su patria. Después se les coloca en familias rusas. Es una política de eliminación de la identidad ucraniana y una política genocida", dice a DW Oleksandra Matviichuk, abogada ucraniana, activista de derechos humanos y Premio Nobel de la Paz.

"Evacuación"

Al segundo día del ataque ruso a Mariúpol, Illja y su madre huyeron al centro de la ciudad. Vivieron unos días en un hotel y más tarde en un refugio antiaéreo. En algún momento, su madre decidió volver a su casa, situada en la periferia, para buscar comida. Cuando llegaron, vieron que casi todo estaba destruido, pero lograron hallar otra casa con un sótano intacto y algo de comida, donde se escondieron unos días hasta aquella fatídica noche en que salieron.

El chico dice que no recuerda exactamente cómo fue la muerte de su madre, pero sí sabe que ella no reaccionaba. Los soldados rusos llegaron al día siguiente y simplemente dijeron "¡Evacuación!", para luego subirlo a un vehículo: "El viaje hasta el hospital de Donetsk fue terrible. Me dolía tanto la pierna, que no puedo ni describirlo", señaló.

Ya en el hospital, donde le operaron la pierna, Illja dijo que tenía una abuela que podía recogerlo. Pero unos días después, la gente del hospital le dijo que lo podían llevar a Moscú, a una nueva familia: "No contesté nada porque no sabía si me harían daño, si me rehusaba", afirmó.

La odisea de la abuela

Illja detalla que muchos periodistas fueron a filmar el hospital. Por casualidad, la abuela de Illja, Olena Matviyenko, vio en las redes sociales un video en el que aparecía su nieto. Inmediatamente, llamó al hospital y dijo que iría a recogerlo. Poco después, se dirigió a Donetsk, pasando por Polonia, Lituania, Bielorrusia y Rusia.

Matviyenko solo puede contar algunos detalles de su odisea. En aquel momento, el regreso de Illja y otra niña se organizó con la ayuda del gobierno ucraniano y de un empresario ruso. Para no poner en peligro posibles rescates posteriores, solo pudo revelar esto: IIlja y su abuela regresaron a Ucrania a través de Turquía a finales de abril de 2022: "Lloré cuando crucé la frontera de Ucrania con mi nieto", narra Matviyenko.

Illja Matviyenko y su abuela, Olena, viven juntos actualmente en Úzhgorod.Imagen: privat

Este es "mi destino"

Illja fue rehabilitado en un hospital de la capital, Kiev. Allí, un asesor del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, le preguntó si estaría dispuesto a contar su historia a los investigadores del tribunal de crímenes de guerra de La Haya, algo que él aceptó.

El niño ha hablado también con representantes de la ONU y otros políticos de Occidente: "Entendí que tenía que hacer esto. Para que no haya indiferencia, para que sepan que no es un cuento , sino que ocurrió de verdad".

¿No duele mucho volver a contar la historia una y otra vez? "No", responde Illja. "Me he dado cuenta de que es mi destino y por eso no lloro. Nunca he llorado cuando la he contado".

"Tal vez muera. Así es la guerra"

Illja y su abuela viven actualmente en una especie de piso compartido en Úzhgorod; no tienen baño propio. Les gustaría tener un cuarto de baño con ducha y preferirían vivir en su propio hogar. El niño agrega: "Añoro el mar, la pizza que compraba todos los días de camino al colegio y la ciudad. Y, por supuesto, a mi madre. Que Dios le dé paz".

El pequeño de 11 años no cree que la orden de detención contra Putin sirva de algo: "Es un idiota, pero al menos sabe que ya no puede viajar a cualquier parte".

A Illja le gustaría ser médico cuando sea mayor: "Aunque sería mi sueño, no sé si podré serlo, porque tengo el síndrome de la desesperanza. Quizá me muera mañana. Así es la guerra".

(ju/ers)

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