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"Cabros de mierda": un film sobre la dictadura chilena

8 de noviembre de 2018

El cineasta chileno presenta en Berlín su último filme “Cabros de mierda”, donde revisa la dictadura pinochetista, en un acto para celebrar un acuerdo cinematográfico entre Chile y Alemania.

Gonzalo Justiniano, director de "Cabros de mierda", y Nathalia Aragonese, quien encarna a Gladys en la película.
Gonzalo Justiniano, director de "Cabros de mierda", y Nathalia Aragonese, quien encarna a Gladys en la película.Imagen: DW/S. Solanas

Deutsche Welle: "Cabros de mierda" es una mirada retrospectiva al Chile los ochenta, un país ahogado por la dictadura pinochetista. ¿Cómo surge la película?

Gonzalo Justiniano: Yo vivía en Francia en la época de Pinochet. Fui a Chile a filmar con un canal francés de televisión cuando se cumplían 10 años de dictadura. Después, empecé a volver de a poco y filmaba, hasta que me echaban de nuevo del país. Veinticinco años después, me senté a visionar todo ese material en el Museo de la Memoria de Chile. Y me pasó una cosa muy fuerte: me había olvidado de todo aquello, me di cuenta de que yo mismo bloqueaba ese periodo por el estrés, la angustia y el trauma.

La película muestra un barrio popular chileno, sobre todo poblado por mujeres y muy combativo. ¿Por qué decidió mostrar ese Chile periférico?

Gonzalo Justiniano es entrevistado por Andreu Jerez, de DW.Imagen: DW/S. Solanas

Filmé fundamentalmente en La Victoria, una población emblemática, muy combativa, una de las primeras poblaciones que se organizó y que fue vital contra la dictadura. Allí había sobre todo mujeres, porque los hombres se habían ido, los habían expulsado o asesinado. Ellas se hacían cargo de los abuelos, los niños y de llevar adelante la lucha por la democracia. Sabemos las barbaridades y las atrocidades que hizo la dictadura. Y una de ellas fue que mujeres maravillosas y hermosas como Gladys, la protagonista, acabaran siendo un bulto arrojado al mar.

Teniendo en cuenta el revivir del autoritarismo que estamos viviendo en el mundo, y especialmente en América Latina, ¿cree que "Cabros de Mierda” también es contemporánea?

Presenté esta película en Brasil y me impresionó. Brasil no revisó mucho su historia. Conversé con muchos cineastas brasileros, y la emoción que les provocó la película fue impresionante. La gente lloraba e incluso se abrazaba a la actriz. Entonces uno se da cuenta de que hay fenómenos sociales muy peligrosos. Hay un discurso facilista, populista, que asegura que va a hacer funcionar a la sociedad. En el caso de Brasil, eso lo dice un exmilitar con declaraciones impresionantes en las que apuesta por torturar y matar más. Ahora más que nunca hay que presentar estas películas: las sociedades giran y a veces el populismo nacionalista y criminal se convierte en atractivo.

Justiniano posa ante el cine berlinés donde se proyectó su película.Imagen: DW/S. Solanas

¿Cómo ve hoy a su país?

Es una sociedad que ha evolucionado. Hay un gran cambio. Pero hay cosas que siguen siendo increíbles; por ejemplo, que haya habido ministros pinochetistas, incluso de Justicia. Sigue habiendo grupos de poder económico con mucha fuerza y que controlan los medios de comunicación. A mi me ha tocado discutir mucho, pero al final siempre digo que tengo el derecho a recordar y a contar lo que me pasó.

Su película sirve para presentar un acuerdo bilateral entre Chile y Alemania en el ámbito cinematográfico. ¿Cómo se pueden ayudar mutuamente ambas industrias?

Chile tenía ya este tipo de acuerdos con Francia, Italia, Argentina y Brasil. Son formas de ayudar para que una película chilena o una película alemana puedan contar con facilidades para existir o filmarse en el otro país. Obviamente que a nosotros, los cineastas chilenos, nos conviene más. 

Sabemos que tiene otro proyecto entre manos llamado "El fotógrafo de dios”...

La película cuenta la vida de Sergio Larraín, un fotógrafo chileno muy famoso que trabajó en la agencia Magnum con Cartier-Bresson. Le gustaba la foto como exploración de la vida, como una forma de atrapar el tiempo. En determinado momento, desapareció y se fue a vivir a la montaña. Es una historia que me apasiona, una forma de rescatar el sentido que tiene hacer cine.

(CP)

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