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Cambio pasteles por libros

8 de julio de 2002

Crece el número de ciudadanos alemanas que participa en círculos de trueque privados, impulsados por la idea de una economía más justa.

Trueque: una economía paralela al mercado del euro.Imagen: AP

Cerca de 240 personas de la localidad de Witten, en la cuenca del Ruhr, comercian tal y cual se hiciera durante la época de la posguerra o como lo hacen muchos ciudadanos en la Argentina de la bancarrota: intercambian.

Ahí tenemos por ejemplo el caso de la señora Schmidt: desempleada de 51 años de edad. Secretaria por muchos años, sufre de reuma y a pesar de muchos intentos no logra encontrar un trabajo. La señora Schmidt no percibe un salario y sin embargo tiene una cocinera e incluso un jardinero ocasional.

Un mercado paralelo al euro

Pero no sólo en Witten; en toda Alemania muchas personas participan activamente desde mediados de la década de los noventa en círculos locales de trueque. De esta manera surge un mercado de productos y servicios independiente de la economía del euro.

En una sociedad en la que basta tomarse un poco de tiempo para ir a la tienda de la esquina y escoger entre 15 tipos de café y 20 de papel higiénico, los motivos que llevan a los ciudadanos a integrarse en estos círculos de trueque son distintos a los que imperan en una economía de escasez.

Buscando alternativas

Según analistas, lo que impulsa a las personas en Alemania a participar en estos círculos de " cambio pasteles, por el cuidado de mi hijo ", es más bien la búsqueda de una alternativa a la economía tradicional y sus imposiciones. Se quiere dar mayor importancia a tareas y facultades que no se pueden pagar con dinero. Estas comunidades quieren crear redes sociales de ayuda en nuestras sociedades del anonimato. Es un esfuerzo por sacar a los desempleados, a las madres solteras, a los discapacitados y jubilados del aislamiento y darles la oportunidad de permitirse "lujos" que no podrían pagar.

El dinero no vale nada

Así, la señora Schmidt de nuestro ejemplo le escribe la correspondencia al señor Fritz, quien a su vez le ayuda a Hans a reparar la cañería de su casa. Él, por su parte, le da clases de francés a Beatriz, quien corta el césped de la señora Schmidt. Para poder intercambiar los bienes y servicios se hace uso de monedas imaginarias. Así por ejemplo, en el barrio berlinés de Kreuzberg, los amantes del trueque anotan los intercambios en cruceros, en Witten el pago es en talantes y en Fráncfort se paga en cacahuates. El valor de un servicio cambia de círculo a círculo. Algunos se orientan en los precios que rigen en el mundo del euro. Para otros, lo importante es la habilidad de negociar. Los puristas miden el valor del servicio en tiempo. En este último caso, una hora de francés equivaldría a una hora de limpieza en casa, por ejemplo. Sólo una cosa rige para todos: el dinero no tiene valor. Y si alguien llega a tener un déficit en su cuenta de "cruceros", sólo lo puede compensar trabajando o intercambiando.

Crece el interés

A pesar de que las voces que veían en el trueque una salida al atolladero de los altos niveles de desempleo se van aplacando, este movimiento sigue ganando adeptos. En Alemania existen 350 círculos de trueque, con un total de 25.000 integrantes. Los expertos prevén que el número de sus integrantes se cuadruplicará en los próximos 3 años, lo cual no sorprende pues, en una época en la que los sistemas de bienestar empiezan a colapsar, el enfoque social de estos círculos despierta gran interés.

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