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Humillación en medio de la guerra: "campos de filtración"

Oleksandr Kunyzkyj
28 de abril de 2022

Los invasores rusos en el Donbás controlan y clasifican ideológicamente a la población en los llamados "campos de filtración". Evacuados de Mariúpol cuentan su historia a DW.

Edificios destruidos por los bombardeos rusos en Mariúpol.
Edificios destruidos por los bombardeos rusos en Mariúpol.Imagen: Sergei Bobylev/ITAR-TASS/IMAGO

Desde el comienzo de la guerra, miles de personas se refugiaron en sótanos de la asediada ciudad de Mariúpol para protegerse de los constantes bombardeos. Según información procedente de Kiev, el 95 por ciento de la ciudad está destruida. DW pudo contactar a tres habitantes de Mariúpol que no se conocen entre sí. Consiguieron salir de la ciudad, ubicada en la región del Donbás, pero tuvieron que pasar primero por los llamados "campos de filtración" del Ejército ruso, donde se controla la ideología de los residentes antes de deportarlos a la Federación Rusa.

"Escribe lo que te dicen y no hagas preguntas innecesarias"

Dimitri, de 31 años, abandonó Mariúpol el 21 de marzo con su esposa y su bebé.

"En los primeros días de la guerra, la red de telefonía no funcionaba y no teníamos información. Desde el 8 de marzo permanecimos en el sótano, y alrededor del 15 de marzo aparecieron soldados enemigos en nuestra casa. Nos dijeron que cabía la posibilidad de evacuarnos a la llamada 'República Popular de Donetsk'. Pero la evacuación fue bastante peculiar: la gente huía entre los disparos de los combates, y reinaba el caos total. Al final, caminamos unos ocho kilómetros hasta el puesto de control. Allí, todos los hombres tenían que desvertirse de la cintura hacia arriba; revisaron nuestros documentos y objetos.

Luego nos llevaron en autobús a una escuela en Novoazovsk.  Se suponía que tres días después nos obligarían a pasar por la filtración y luego nos deportarían a Rusia, lo que no queríamos hacer de ninguna manera.

Combatientes chechenos en Mariúpol.Imagen: Chingis Kondarov/REUTERS

Dos semanas más tarde nos enteramos por amigos de que en el pueblo de Bezymyannoye se podia hacer esa inspección en tres etapas. En la primera tienda de campaña, un soldado me pidió que me desnudara hasta quedar en calzoncillos. Buscó tatuajes y armas. Luego me quitó el teléfono y revisó todos mis contactos y fotos. Me hicieron preguntas, como qué opinaba sobre la política entre Rusia y Ucrania. En la segunda carpa, me quitaron otra vez el teléfono, tomaron mis huellas dactilares e hicieron fotos.

La tercera etapa fue la más desagradable. Un soldado me pidió que copiara el texto de una declaración que decía que yo conocía el contenido de un artículo de la Constitución sobre ‘la República Popular de Donetsk'. Cuando pregunté qué decía el artículo, me dijeron: "Escribe lo que te dicen y no hagas preguntas innecesarias”. Luego me preguntaron mi opinión sobre mi puesto de trabajo, sobre mi postura acerca de Rusia, y si tenía conocidos en el Ejército ucraniano. Todo fue bien, quizás porque respondí 'lo correcto', ya que oí gritos e insultos cuando algunos hombres preguntaban por qué Rusia había invadido Ucrania. Al final me dieron un papel que confirmaba que había pasado la filtración.

Un conductor privado nos llevó de Donetsk a Polonia. En la frontera rusa vi panfletos donde se podía leer: ”El lejano Oeste de Rusia te está esperando”. Hubo gente que dijo que daban unos 300 euros y un trabajo si aceptabas ir a Rusia. Ahora estamos en Polonia y queremos llegar a Austria, donde hay amigos nuestros esperándonos.

"Tenía mucho miedo de que no me dejaran salir del país”

Anna, periodista de televisión, dejó Mariupol el 24 de marzo con su marido y su hijo.

"Después de días en el sótano, el 24 de marzo decidimos averiguar cómo podíamos escapar. Nos encontramos con un soldado que llevaba un brazalete blanco, quien nos dijo dónde se encontraba el lugar de evacuación. Un autobús nos llevó de allí a Volodarsk y luego a Donetsk, a una escuela. Mi esposo tuvo que desnudarse, buscaron tatuajes y armas, tuvo que decir dónde trabajaba y si estaba en contra de Rusia.

Me preguntaron si el director de mi canal de televisión tenía puntos de vista proucranianos y nos obligaba a informar mal sobre Rusia. Tuve que dar los números de teléfono de todos mis compañeros de trabajo, explicar mi postura política, en qué idioma conducía los programas y en qué idioma hablaban mis invitados.

Los mismos militares me sacaron del autobús una hora antes de llegar a la frontera rusa. Me volvieron a hacer preguntas y copiaron mis contactos. Tenía mucho miedo de que no me dejaran salir del país. Pero llegamos a Taganrog. Allí decidimos no ir a Rusia, porque mi marido necesita medicamentos que no había en Rusia, y decidimos ir hacia Europa.

Un trozo de papel sellado que confirma haber pasado el control en el campo de filtración ruso.Imagen: privat

"Ahora siento odio, lo que hasta me avergüenza”

Varvara, de 67 años, abandonó Mariúpol con su marido el 25 de marzo.

"Mi esposo y yo ahorramos durante 40 años para tener una vida digna en la vejez. Ahora lo hemos perdido todo.

El 25 de marzo, soldados rusos aparecieron cerca de nuestra casa, donde estábamos escondidos en un refugio antiaéreo. Nos dijeron: 'Si no salen en diez minutos, tiraremos una granada y los volaremos por el aire'. Nos enviaron a una iglesia, revisaron nuestros pasaportes y nos llevaron al pueblo de Berdyanskoye. No se controló a las mujeres, mientras que a los hombres se les registraban los hombros, los brazos, las piernas y la espalda.

Por la mañana, un autobús nos llevó a la ciudad de Tores, donde nos tomaron las huellas dactilares ylas medidas de nuestros cuerpos, hicieron copia de los pasaportes y revisaron nuestros teléfonos.

Nos llevaron a la comisaría, donde me interrogaron varias personas. Me preguntaron sobre mi trabajo, lugar de residencia y dónde me gustaría vivir. Dije: 'En Ucrania'. Se rieron: 'Ya no habrá un país así', respondieron. Como descubrí más tarde por otras personas, se podía solicitar vivir en Rusia. Pero, supuestamente, no está permitido salir de Rusia durante diez años.

Un minero nos llevó de vuelta a Bezymyannoye, donde estaba nuestro sobrino, y con él cruzamos la frontera rusa hasta Rostov, después en tren hasta Bielorrusia, y volvimos a Ucrania. Cuando llegamos a Minsk, unos conocidos nos recogieron y nos llevaron a la frontera con Ucrania.

Lo que ha hecho Rusia no lo puedo entender, ni perdonar, ni olvidar. Antes de la guerra yo era leal a Rusia, pero ahora siento odio, lo que hasta me avergüenza. La hermana de 88 años de mi esposo murió en Mariúpol. Ella dijo que ni los alemanes en la Segunda Guerra Mundial bombardearon la ciudad de esa manera".

(rmr/cp)

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