Canadá se disculpa por confinamiento forzoso de indígenas
8 de marzo de 2019
El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, se disculpó oficialmente en nombre de Canadá por el confinamiento forzoso de miles de indígenas del Ártico, los inuit, a mediados del siglo XX, un trato "colonial".
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"Estoy aquí para ofrecer una disculpa oficial por la gestión del Gobierno federal de la tuberculosis en el Ártico entre la década de los años cuarenta y la década de los sesenta", declaró Trudeau en la localidad de Iqaluit, capital de la región canadiense de Nunavit, el territorio de los inuit.
"Lamentamos que les apartamos de sus familias, por no mostrarles el respeto y cuidado que se merecían. Lamentamos su dolor. A aquellos cuyos seres queridos fueron confinados, lo sentimos. Lamentamos romper lo que es más valioso: el amor por su hogar", agregó Trudeau ante los líderes inuit.
A mediados del siglo XX, más de 5.000 inuit, la mitad de la población total del Ártico oriental canadiense, fueron forzosamente confinados a miles de kilómetros de sus hogares, en el sur de Canadá, por padecer tuberculosis. En muchos casos, los inuit fueron confinados durante años en sanatorios sin tener tiempo de despedirse de sus familias, y un número indeterminado murió sin que sus familiares fueran notificados de los fallecimientos.
Separaban a padres de sus bebés
Como parte del reconocimiento oficial de la injusticia cometida contra los inuit, Canadá junto con las autoridades de Nunavut se comprometen a crear una base de datos con los documentos en posesión del Gobierno federal sobre el confinamiento para que los familiares puedan localizar dónde se enterraron a sus seres queridos.
En 2010, una Comisión de la Verdad formada para investigar el confinamiento de los enfermos con tuberculosis recogió el testimonio de supervivientes y funcionarios que señalaban cómo muchos padres y madres eran embarcados en navíos que los trasladaron al sur de Canadá mientras sus hijos quedaban abandonados en las playas.
Datos recogidos por la comisión señalan que en 1953, mientras que la tasa de mortalidad por tuberculosis de los canadienses en un sanatorio era de 9,9 por cada 100.000 pacientes, la de los inuit en el mismo centro sanitario fue de 298. Uno de los testimonios recogidos señala que si el paciente era una madre con un bebé en la espalda "el radiólogo cogía al bebé y se lo daba a quien tenía más cerca".
Trudeau aprovechó su disculpa por el confinamiento forzoso para subrayar que los inuit también fueron marcados con etiquetas de identificación en el que sus nombres eran sustituidos por números, se les castigó por utilizar su lenguaje o se les obligó a vivir en sitios designados por el Gobierno.
"Durante demasiado tiempo, la relación del Gobierno con los inuit ha sido una de dobles estándares y de un tratamiento injusto y desequilibrado. Canadá debe cargar con esa culpa y vergüenza", afirmó Trudeau. "El racismo y discriminación que los inuit han sufrido fue, y siempre será, inaceptable", dijo el primer ministro en otro momento. Además de los inuit, el Gobierno canadiense confinó forzosamente otros grupos aborígenes canadienses del norte del país, como los dene, que sufrían tuberculosis.
jov (efe, radiocanadainternacional)
Indígenas amazónicos amenazados por la exploración petrolífera
La petrolera colombo-canadiense Pacific Rubiales explora tierras habitadas por los matsés y sus vecinos "no contactados" en Perú y Brasil. El proyecto amenaza la vida indígena, denuncia Survival International.
Imagen: Christopher Pillitz
El "pueblo del jaguar"
Cerca de 2.500 indígenas matsés (llamados “mayorunas” en Brasil) viven en la ribera del río Yaquerana, en la frontera entre Brasil y Perú. Junto con el pueblo indígena matis –al que los une un cercano parentesco, así como el modo en que decoran sus rostros evocando los bigotes y dientes de un gran felino– se les conoce como “el pueblo del jaguar”.
Imagen: Christopher Pillitz
Sin fronteras, con vecinos ''aislados''
Para los matsés, la frontera peruano-brasileña no existe: sus arroyos, planicies aluviales y selvas de arena blanca conforman un solo territorio ancestral. En él viven también pueblos indígenas en situación de “aislamiento voluntario”, tanto en Perú como Brasil.
Imagen: Rebecca Spooner/Survival International
Cazadores y recolectores
Son expertos en el uso de arcos y flechas para la caza de monos araña, pecaríes o puercos almizcleros de hocico blanco, tapires, monos lanudos y armadillos. Decoran las varillas de sus flechas de caña con hilo de algodón y un tipo de hierba dorada. En la estación seca, recolectan huevos de tortugas fluviales.
Imagen: Christopher Pillitz
''No comemos alimentos de la fábrica''
Los matsés cultivan además una amplia variedad de vegetales en sus huertos, entre ellos, alimentos esenciales en su dieta como plátanos y yuca. “No comemos alimentos de la fábrica (…), por eso necesitamos espacio para cultivar nuestra propia comida”, explica Antonina Duni, una mujer matsés, a los visitantes de Survival International.
Imagen: Rebecca Spooner/Survival International
Elíxir... de plátano
Las mujeres matsés se encargan de preparar el chapo, una bebida dulce de plátano. La fruta madura siempre está hirviendo en el hogar de los matsés. Luego, su masa se exprime a través de un colador hecho con hojas de palma. La bebida resultante se sirve caliente, junto al fuego. Muchos la beben mientras se mecen sobre una hamaca.
Imagen: Rebecca Spooner/Survival International
Pescadores precavidos
Para proteger sus tierras, evitan agotar el suelo y las poblaciones de animales y peces alternando los lugares donde cazan y pescan.
Imagen: Alison Wright
Fuerza de rana
Para provocar un sentimiento de claridad, visión y fuerza que puede durar varios días, los matsés se aplican veneno de rana antes de sus partidas de caza. Recogen el fluido de una rana verde conocida como "acate" frotando la piel del animal con un palo y se lo aplican luego a sí mismos en pequeños agujeros quemados en la piel.
Imagen: James Vybiral/Survival International
Energía de tabaco
Los hombres matsés soplan también tabaco, o polvo de “nënë”, por la nariz de otros hombres para darles mayor fuerza y energía.
Imagen: James Vybiral/Survival International
Contacto y enfrentamiento
Los matsés fueron contactados por primera vez en 1969 por un grupo misionero estadounidense, que llegó a la región tras enfrentamientos violentos entre los indígenas y colonos locales que pretendían construir una carretera a través de este territorio. Desde el primer contacto, muchos matsés han muerto por enfermedades como malaria, tuberculosis, desnutrición y hepatitis.
Imagen: Rebecca Spooner/Survival International
Amenaza para la supervivencia
Desde 2012, la petrolera canadiense Pacific Rubiales explora tierras habitadas por los matsés y sus vecinos no contactados. La construcción de cientos de líneas sísmicas y la excavación de pozos a través de 700 kilómetros cuadrados de selva amenazará las cabeceras de tres ríos esenciales para la supervivencia de los matsés y sus vecinos, denuncia la organización Survival International.