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Caso Kaili: una vergüenza para el Parlamento Europeo

Barbara Wesel
13 de diciembre de 2022

Es un enorme escándalo: una vicepresidenta del Parlamento Europeo y sus amigos hicieron relaciones públicas para Qatar, a cambio de dinero. La Eurocámara debe luchar ahora por su autoridad moral, opina Barbara Wesel.

Eva Kaili.
Eva Kaili, en el ojo del huracán de Bruselas.Imagen: Vladimir Rys/Getty Images

Cientos de miles de euros en efectivo, en bolsas y maletas, relojes caros, joyas e indicios de vacaciones de lujo pagadas por un Estado del Golfo. Se presume que detrás está Qatar.

El escándalo de corrupción en el Parlamento Europeo podría haber sido sacado de una novela de segunda clase sobre la mafia. Mientras la Policía registraba las viviendas de los sospechosos, el fin de semana, el padre de la principal inculpada, Eva Kaili, intentaba escapar con un maletín con 600.000 euros.

Inmenso daño para el Parlamento

Al margen de las turbias circunstancias de este escándalo de corrupción -en el que además de la entretanto destituida vicepresidenta está involucrado un enjambre familiar de ex eurodiputados y exfuncionarios de origen italiano-, el daño para la Eurocámara parece inconmensurable. La gran mayoría de los eurodiputados da lo mejor de sí, por ejemplo, trasnochando y batallando con la compleja legislación medioambiental de la Unión Europea, y un pequeño grupo de colegas sin ética destruye su reputación de un plumazo.

Encima, es un escándalo de apabullante estupidez. Los sueldos de los parlamentarios son de cinco dígitos, las compensaciones por gastos, más que generosas. ¿Por qué destruye su carrera una mujer, por pura ambición, y deja dinero en efectivo, en maletas y bolsas, en habitaciones de hotel y departamentos? ¿Suponían Eva Kaili y sus amigos que nada saldría a la luz, y que nadie alertaría a la Policía? Los fiscales belgas habían interceptado ya hace algún tiempo los teléfonos de los sospechosos, y seguramente se revelará todavía gran cantidad de penosos detalles.

La sostenida labor propagandística a favor de Qatar ya había llamado la atención en el Parlamento Europeo, y también el hecho de que nada menos que un dirigente sindical alabara la calidad de las leyes laborales de ese país. Pero a nadie se le había ocurrido que existiera una corrupción tan burda y descarada. Todos los parlamentarios honestos, bienintencionados y trabajadores de sienten traicionados y ven devastada su reputación colectiva.

El mandatario húngaro, Viktor Orbán, puso de inmediato el dedo en la llaga en Twitter: ¿precisamente el corrupto Parlamento Europeo quiere reprocharle corrupción a Hungría? Efectivamente, el Parlamento Europeo arremetió contra las medidas de Orbán que socavan la democracia y presionó a las otras instituciones de la UE para que se pronunciaran por fin en su contra. Ahora ha perdido su credibilidad. Es un mal golpe contra la única instancia de representación electa de los ciudadanos europeos.

La fama arruinada

Lo terrible es que el daño causado apenas se puede reparar. El escándalo permanecerá por un largo tiempo en la memoria, por sus dimensiones, y por los titulares de la prensa internacional. Y alienta a todos los que, especialmente desde la derecha, azuzan contra la UE y ponen en tela de juicio su política y sus instituciones.

Barbara Wesel, corresponsal de DW en Bruselas.

El poder real del Parlamento Europeo sigue siendo limitado. En los últimos años ha ganado derechos de codeterminación, pero gran parte de su influencia es de naturaleza moral. SIn embargo, quien se arroga superioridad moral y utiliza la lucha por los valores europeos y la democracia como instrumento político, debe ser intachable. Tener las manos limpias es la base de la influencia del Parlamento Europeo. Mucho se ha perdido cuando los autócratas y los populistas de derecha pueden apuntar a los parlamentarios con el dedo y burlarse de sus escándalos.

Solo un parche en la herida

Naturalmente, el Parlamento debe reforzar la supervisión del trabajo de sus miembros con nuevas reglas y adoptar medidas contra la corrupción. Las compuertas estaban abiertas, porque solo había normas para las organizaciones y grupos de influencia, pero no para terceros Estados. Y en este campo habría varios sospechosos más que investigar, desde Azerbaiyán -que ya había llamado la atención con un caso de corrupción- hasta Rusia. 

Pero tales resoluciones a lo sumo pueden ayudar a evitar se repitan semejantes escándalos de corrupción. No pueden recuperar la confianza perdida, ni sanar la herida. Para muchos parlamentarios, es una amarga constatación. Cuando el Parlamento Europeo entregue al pueblo ucraniano el Premio Sájarov al valor civil, en una ceremonia solemne, ya se habrá resentido el orgullo por la propia institución, y los discursos tendrán un inusual resabio amargo.

(ers/cp)

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